Verónica Ríos Vargas es becaria y asociada a la Cooperativa Confiar. Ella encontró en el piano una motivación para crecer profesionalmente y para hacer de la música un medio de expresión y de libertad.
En la casa de Verónica había una guitarra. No era suya, pero ella la tomó prestada y comenzó a reconocer sus cuerdas y los sonidos que se desprendían de ella. Así fueron sus primeros acercamientos a la música. Por su edad, tuvo una gran ventaja: internet. Tutoriales, videos y muchos materiales on line le permitieron resolver sus inquietudes musicales y conocer al que sería el instrumento que seguramente la acompañaría de por vida: el piano.
Justamente los videos que vio en canales de internet le sembraron esa pasión; por ejemplo, Ludovico Einaudi, un compositor italiano cuya música, en palabras de Verónica sonaba “muy agradable y no tan difícil de tocar”. Y como ya con la guitarra de su hermana había demostrado talento, disciplina y muchos deseos de dedicarse a la música, su familia hizo un esfuerzo para que Verónica tuviera su primer “instrumento de cuerda percutida”, que es como se llaman esos que tienen cuerdas, pero que suenan por el golpe de un martillo o una tecla y no por el contacto directo con aquellas. O sea, los pianos, los clavicordios o el que tuvo Verónica siendo una adolescente: la organeta. Era 2013 y Verónica se inició así, con videos de Youtube, sin profesores, sin academias. Disciplina, autogestión, entusiasmo.
Cada sonido que salía de su pequeña organeta iba configurando un sueño: aprender a tocar piano, ser una pianista. Por eso, además de su aprendizaje empírico, Verónica fue a la Fundación Universitaria Bellas Artes y, en este momento está en los preparatorios de la Universidad de Antioquia. ¡Toda una profesional de la música! Y además, profesora, pues desde el 2019 está dedicada a dar clases y ha descubierto también en esa acción de compartir su conocimiento una profunda satisfacción. Ver a sus estudiantes avanzar y crear cosas nuevas hoy es una de sus mayores motivaciones.
Con la música, la filosofía, la pintura y su bienestar
¿Y a qué dedica su tiempo libre una pianista? Lo primero que Verónica nos cuenta es que al estar dedicada a lo que de verdad le gusta, no siente que haya rutinas de las cuales necesite salir. Sin embargo, siente que ese tiempo en el que no está concentrada en el piano, le permite nutrirse de otros saberes y actividades: las lecturas filosóficas, por ejemplo, un hábito que hasta hace un año Verónica no disfrutaba pero que con la pandemia ha comenzado a ocupar lugares importantes de su tiempo; Así habló Zaratustra y algunos cuentos cortos que le permiten activar su imaginación visual son las lecturas a las que se dedica por estos días. Y de ello ha aprendido a “enfrentarse a personas que piensan distinto, a preguntas de todo tipo”. Seguro que mucho de lo sentido en estos encuentros con las letras, en algún momento se verá reflejado en la música de esta joven.
Además, este tiempo de confinamiento le ha permitido compartir con su familia, especialmente con su mamá, una actividad que tampoco estaba en su radar: la pintura. Su madre, Luz Miriam, pinta al óleo y Verónica se ha pegado a ese ‘parche’; esto, además de estimular su ojo, ha sido una oportunidad para aprender y afianzar ese vínculo familiar tan fundamental.
¿Y el cuerpo? Para una mujer dedicada a la música, que pasa horas sentada al frente de un piano, que requiere altísimas dosis de concentración y que trabaja principalmente con sus dos manos, el resto del cuerpo no puede hacerse a un lado. Por eso, para Verónica el Yoga ya es parte de sus prácticas cotidianas, una manera de mantener su espíritu y su cuerpo conectados, de mover sus músculos y articulaciones, de descansar su mente y de tener espacios de tranquilidad para ella misma.
Una familia cooperativista
Verónica define el cooperativismo como una red en la que cada persona es un hilo. Una red que va creciendo, que se fortalece gracias a la unión de las personas para trabajar por un proyecto colectivo. Y su familia hace parte de esa red: Cesar Iván Ríos y Luz Miryam Vargas, papá y mamá, son asociados y comparten un vínculo sólido con nuestra cooperativa. Y hoy, además de Verónica, su hermana Mariana también cuenta con el apoyo de Confiar a través del programa de becas; ella estudia Historia en la Universidad Nacional, en Medellín.
Esa es la familia en la que creció esa niña inquieta que alguna vez tomó prestada una guitarra y comenzó a rasgar sus cuerdas, seguro de forma infantilmente desentonada, pero que ahora ha encontrado en la música la senda de su vida y nos regala hermosos recitales como este que pudimos disfrutar en la Casa de la Cultura y la Cooperación Confiar.