Por Angie Carolina Cardona
¿Estamos ante un fenómeno de pornografía no consentida? sería más adecuado llamar a esta práctica «difusión no consentida de imágenes con contenido sexual explícito». Tampoco es adecuado usar el término pornovenganza, ya que lo que está detrás son estructuras patriarcales sobre el control de la sexualidad de las mujeres. Conozca en qué consisten estos conceptos, por qué las más afectadas son las mujeres y cómo protegerse.
Una forma bastante común que usan adolescentes y adultos para motivar o despertar la atracción sexual, el deseo y la pasión, es compartir imágenes y vídeos propios con contenido sexual o erótico a través de medios digitales en el contexto de una relación íntima (sea estable o no) dentro del consentimiento y la confianza. Esta práctica hace parte de las formas de disfrutar y/o descubrir la sexualidad, es el ejercicio de los derechos sexuales y la libertad de expresión y en general puede ser una experiencia positiva; sin embargo, existen algunos casos donde esos contenidos se difunden sin el consentimiento de la persona que los produjo, con un impacto potencialmente masivo.
Aunque hablar de pornovengaza o de pornografía no consentida es más taquillero y más usado por los medios de comunicación, Amalia Toledo Hernández, Coordinadora de Proyectos con Enfoque de Género de la Fundación Karisma, señala que «la difusión no consentida de imágenes, vídeos y audios con contenido sexual explícito no es exactamente pornografía porque esta última es una actividad legal practicada por adultos con objetivo de ser difundida. Las prácticas de sexting no son propiamente pornografía, están orientadas al descubrimiento y/o disfrute de la sexualidad y también son realizadas por menores de edad, es ahí cuando el término de pornografía se vuelve problemático».
Desde la Fundación Karisma, organización que trabaja en la promoción de los derechos humanos en el mundo digital, también se problematiza el término ‘pornovenganza’, Amalia nos cuenta que «pornovenganza es más corto y más atractivo y por eso su eficacia, pero en muchas situaciones no estamos ante casos que puedan llamarse pornografía y mucho menos ante casos de venganza. Si el intercambio de estos contenidos sucedió al interior de una pareja y luego se difunden ante una ruptura, estos no son casos de venganza sino de control sobre la ex pareja, y normalmente son motivados por estructuras sociales patriarcales».
Añade Amalia que «en el caso de las mujeres −quienes son las más afectadas− se las culpabiliza por disfrutar de su sexualidad porque ésta supuestamente existe sólo para el placer de los hombres, entonces empiezan cuestionamientos como quién te mandó, por qué hiciste eso, tú misma te pones en riesgo y otros adjetivos despectivos hacia las mujeres que responsabilizan a la víctima y no a quien comete la agresión. Cuando las víctimas son los hombres, la culpabilización también se da dentro de premisas patriarcales, pues se les cuestiona o critica que no encajen dentro de un modelo de masculinidad tradicional».
La difusión no consentida de este tipo de contenidos es violencia de género contra las mujeres y las niñas, porque una forma de desvalorizarlas socialmente es exponer sus preferencias y actitudes sexuales. Esta situación reproduce patrones culturales discriminatorios hacia las mujeres, pues a los hombres la exposición de su actividad sexual en general no los desprestigia socialmente con el mismo impacto y cuando lo hace, es porque se les cuestiona que no encajen en la masculinidad tradicional.
Al exponerse una situación sexual con el fin de humillar y controlar, estamos ante una forma de violencia sexual aun cuando sea de tipo psicológico y no físico, pues se da la utilización de la sexualidad como un método de privación de la dignidad y en esta medida se vulnera un derecho humano. De acuerdo con el artículo 12 de la Constitución colombiana «nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes» y esta práctica se da con el objetivo de destruir la dignidad y estigmatizar a la víctima en sus contextos sociales, si este no fuera el resultado esperado, la difusión de este contenido no tendría sentido para quien lo practica.
Al ser una situación recurrente nace para Colombia y de la mano de la Fundación Karisma la plataforma acoso.online/co que es un proyecto independiente que reúne activistas y organizaciones de la sociedad civil (especialistas en derechos humanos, en género y en tecnologías digitales) que han desarrollado recomendaciones para denunciar, resistir, tomar el control y protegerse ante casos de difusión de este tipo de contenidos.
La Fundación Karisma ha realizado un trabajo de sensibilización ante este tipo de violencias de género online, identifican en el ámbito legal y psicológico quienes pueden brindar orientaciones a las víctimas, pero su trabajo principal, «es realizar acciones en términos de seguridad digital, pues muchas veces hemos visto que la razón por la que estos contenidos terminan difundiéndose tiene mucho que ver con prácticas digitales que no son las más seguras» según expresó Amalia Toledo Hernández.
Para estas situaciones existen diferentes mecanismos de denuncia ya sea la vía civil, la vía penal o la vía laboral cuando se dan en contextos laborales. Sin embargo según lo expresa Amalia «en la vía penal el bien jurídico a proteger no es la libertad sexual o de expresión sino la confidencialidad de datos, y aunque son recursos valiosos para denunciar, tienen sus limitantes porque estos delitos están pensados para proteger otros derechos y adicionalmente muestran una insensibilidad mayor hacia lo que está sufriendo la persona que es víctima».
Ante la insensibilidad es preocupante que muchas campañas de prevención se basen en censurar estas prácticas desconociendo que en la mayoría de los casos son consensuadas y que cuando se da entre adolescentes existe un contexto de relación entre pares y de descubrimiento de la sexualidad que puede ser positiva. Un enfoque que busque reducir los riesgos, incentivar el uso de tecnologías de manera segura y concientizar sobre la importancia del respeto de los acuerdos y el consentimiento, puede ser más efectivo para mitigar el problema que las campañas de prohibición que siguen culpabilizando a las víctimas.
Como una manera de sensibilizar a las comunidades para evitar este tipo de violencia de género online nace el taller-juego A Quemarlo Todo que es una herramienta libre y sirve para que cualquier persona pueda iniciar un diálogo al interior de su comunidad, a través de una dinámica con materiales que pueden ser autoproducidos y que busca incentivar una conversación fluida y con humor, sobre las complejidades de este tipo de violencias y qué podemos hacer para prevenirlas, ¡A jugar aquí!