Cultura

Teatro para sanar, teatro para ser mujer

Por 30 agosto, 2017 octubre 20th, 2019 Sin comentarios

 

Obra de teatro Con secuencias. Cortesía

Por Jenny Giraldo García

Liliana Alzate Cuervo estuvo en el Festival Mujeres en Escena por la Paz presentando su obra Con secuencias y  su libro ¿Cuál es su problema fundamental? Diálogos con Santiago García. Actriz, dramaturga, crítica teatral, docente, autora del libro Teatro femenino: una dramaturgia fronteriza y fundadora de La Luna Dá, un proyecto artístico en Barichara (Santander).

Cuando Liliana Alzate Cuervo viajaba en bus desde Barichara hacia Bogotá para asistir al Festival de Mujeres en Escena por la Paz recordó esas primeras veces, un festival muy pequeño, con solo dos salas abiertas, un festival que se preguntaba si los hombres debían participar. Hoy, este espacio convoca incluso a artistas internacionales y acoge propuestas que, dirigidas por personas de cualquier género, ponen a las mujeres en el centro de la reflexión y la creación. Ahora que Liliana acaba de presentar su obra Con secuencias, ve muy claro que este festival tiene sentido, que la magnitud que ha tomado demuestra que las mujeres sí están activas en la escena teatral y que hay mucho por decir y mostrar.

Con secuencias es el resultado de muchas búsquedas y confrontaciones personales. Es una obra que reúne a los personajes femeninos que por múltiples razones Liliana no ha podido llevar a escena, que tiene en cuenta el carácter cíclico de las mujeres, representado en las fases de la luna, y que aborda los diferentes momentos por los que pasa una mujer a largo de su vida, arquetipos que fue reconociendo con experiencia e investigación: la virgen, la bruja, la madre y la sabia. Esto, atravesado por un hilo conductor o, quizás, un cordón umbilical: la presencia de su hija, María Antonia, haciendo el papel de Caperucita loba.

Hace cuatro años, cuando Liliana llegó a vivir a Barichara, tenía la idea de no volver a hacer teatro, pero un día, cuenta ella,  la luna la iluminó. “Fue una luz impresionante”. Esa noche, comprendió que el teatro no necesitaba grandes recursos técnicos, que la luna era suficiente y que no podía abandonar ese arte con el que ya había vivido más de 20 años. Así que empezó a trabajar. En su proceso de investigación se encontró con las mujeres del territorio, logró un trabajo –que continúa– de recuperación de la memoria; se encontró con la cultura ancestral de los guanes, población indígena que habitó parte del territorio santandereano y con sus tejidos. Todo esto ha nutrido su propuesta artística.

Vivir en este municipio santandereano, al margen del vértigo citadino, le permitió mirarse hacia adentro, recorrer su historia como creadora, como mujer, actriz y madre. Tomó los conocimientos recogidos en un trabajo que había desarrollado con la maestra Beatriz Camargo y así comenzó a darle forma a esta propuesta. “Me dan ‘jartera’ los monólogos, pero como creadora, necesitaba un proceso para enfrentarme conmigo misma, con esos tintes empecé a trabajar la obra”. Así, Liliana volvió a La maestra, de Enrique Buenaventura; a Lilith, a Sor Juana Inés de la Cruz, a quien ella le había escrito una carta; y a Soy una mala mujer, un poema de Nitage Shange, que había ya trabajado en una obra llamada Mujeres feas. Con todos estos elementos, Liliana hizo su obra  “Y es Con secuencias porque se trata de eso: las secuencias de la vida y sus consecuencias”.

Liliana y María Antonia. Cortesía.

Todas estas mujeres con sus arquetipos y sus lunas están atravesadas por un ser que Liliana descubrió en sus indagaciones: Caperucita loba. Esta Caperucita existió gracias a María de las Estrellas, una poeta nadaísta que murió a las 14 años y que, quizás por 1977, cuando apenas tenía 10, escribió un pequeño cuento en el que una niña se comía a un lobo, controvirtiendo la historia que conocemos desde Perrault hasta nuestros días. La hija de Liliana, que no quiere ser actriz, ha crecido con este personaje. Ella, desde su lugar de madre, sabe que pronto, por los intereses y por la edad, ya no tendrá a su Caperucita loba y que habrá que pensar alternativas para la escena. Una decisión difícil cuando la razón por la que está ahí es, precisamente, porque es una de las consecuencias importantes de su vida.

Liliana Alzate Cuervo, a partir de un viaje que pretendía que fuera un retiro, ha encontrado en la magia del teatro una posibilidad para sanar, para asumir de otras formas su feminidad y su maternidad, para verse a sí misma, a su hija y a las otras mujeres. Este teatro no se hace sólo para el público, para ser visto. Es un teatro que existe también por la necesidad profunda de una mujer de entender, cuestionar y reivindicar su lugar en el mundo y en las artes.


Para conocer más el proyecto de Liliana pueden visitar:

Blog de Liliana Alzate Cuervo

Reseña sobre Teatro femenino: una dramaturgia fronteriza

Página de La Luna-Dá en Facebook

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