Cultura

Repensando la masculinidad

Por 17 septiembre, 2017 octubre 20th, 2019 Un comentario

 

Daniel Suárez. Cortesía

Daniel Suárez Montoya
Columnista invitado

Activista en bicicleta. Vegetariano. Parte de @airemedellin,  #Concervezatorio y @Las_Guamas. Comunicador digital.

Siempre me he considerado una persona sensible, abierta y dispuesta a aprender de lo que por alguna razón ignoro y debería conocer. Eso me pasó con el feminismo. Estoy aprendiendo sobre su significado y lo que representa para nuestra sociedad.

Nunca había tenido un análisis tan profundo sobre la desigualdad y la inequidad. Ni en el sentido económico ni en el de los discursos y las posibilidades. Me encontré con ese momento de análisis y percepción al acercarme a intereses y movimientos sociales, en los que la protesta es un símbolo lleno de sentidos y sensaciones que buscan dar un mensaje de igualdad y sensibilizar frente a la inequidad.

Eso justamente es lo que viene detrás del feminismo o de cómo me he acercado a las preguntas por cómo se es mujer u hombre en una sociedad y cómo, por unos asuntos culturales históricos, habito este mundo con privilegios por pertenecer al “primer sexo”. Y ahora me ocupo de ser consciente de lo lo que digo, de lo que hago y de lo que pienso y siento para derribar ese muro de desigualdad.

La primera vez que me cuestioné por la exclusión de las mujeres fue cuando empecé a escuchar insistentemente “ellos y ellas”. Ese desdoblamiento empezó a hacer eco en mí. Me generó intriga. Comencé a usar ese lenguaje en ocasiones, porque cuesta adherirlo a la cotidianidad. Me ha sido complejo incluirlo en todo momento, pero ahora sé que es relevante porque las palabras crean realidades. Es tan importante que me abrió la puerta a los cuestionamientos por la inclusión de género y por mis privilegios. Es tan importante como muchos otros aspectos que ignoramos porque son normales, cotidianos, aceptados. Este encuentro con el lenguaje me llevó a analizarme por una cuestión básica: el lenguaje es lo que nos mantiene comunicados, nos golpea si queremos relacionarlo con un acto de ofensa o nos motiva a pensar si lo usamos de otras maneras. “Ellas y ellos” me motivó a pensar mejor, analizar más y entender, desde luego, su significado político e histórico.

Aún me falta mucho por conocer, entender e interpretar. Infortunadamente, es más fácil y más natural cosificar a las mujeres que apostarle a la equidad. Pasé mucho tiempo sin entrar en esta discusión, sin saber siquiera que existía, y esto sucede con muchas personas: han naturalizado tanto esto de que las mujeres estén en desventaja y ha naturalizado el pensamiento patriarcal, que poco pensamos en la importancia de señalar esas situaciones y pensar desde la igualdad real.

Desde hace algunos años decidí que el activismo sería un sentido para mí, aunque con ello vinieran muchas responsabilidades y frustraciones. Una responsabilidad muy bonita la encontré en Las Guamas, una conversación ciudadana que se ha convertido en un constante aprendizaje sobre el feminismo. Las Guamas nació con la idea de que hombres y mujeres conversaran en la plaza pública sobre el género y lo que implica. Y esta era una conversación que la ciudad tenía pendiente, no porque este espacio sea el único que la propone y porque estemos descubriendo el agua tibia, sino porque este debe ser un tema de aprendizaje, discusión y acción por todo Medellín, una de las ciudades más machistas del país. De eso también me he enterado recientemente.

Entre los aprendizajes que me ha dejado esto, es que es mejor asumirse como un desconocedor y aceptar que debo escuchar primero, entender bien y luego expresar lo que pienso. Es un espacio para hombres y mujeres, pero nosotros no estamos allí para poner la agenda. También he aprendido que cometemos el error de creer que somos “inocentes” y “neutrales” porque hemos ignorado y minimizado el poder de las mujeres, así que ahora decido analizar todo, no sólo la forma en la que naturalizamos los feminicidios, como está sucediendo en Medellín, sino cada acto cotidiano en el que se reproduce la violencia contra las mujeres.

También debo decir que ser parte de Las Guamas ha generado preguntas: ¿Un hombre puede ser feminista? ¿Un hombre puede hablar de feminismo? ¿De qué feminismo habla un hombre blanco de clase media? Respuestas para eso no tengo todavía, pero creo que quienes trabajan en contar más sobre las mujeres que han hecho algo por la historia y por reivindicar sus derechos, quienes desde la academia abordan el género como categoría de análisis y también quienes ponemos todos estos cuestionamientos en común, aportamos a este proceso de reconstrucción y deconstrucción.

La violencia, la desigualdad, el patriarcado no pueden seguir siendo permitidos de manera tan impune, tan natural, tan cotidiana en nuestra sociedad. Las mujeres son poderosas y los hombres también podemos ser feministas, adoptar nuevas formas de masculinidad sin ese talante de la superioridad, sin hablar más, y más duro, para imponer nuestra voz.

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