Por Jenny Giraldo García
Alexandra Gutiérrez Bermúdez es asesora de Ecofondo, donde trabaja por el fortalecimiento social y político de acueductos comunitarios en Bogotá y el departamento de Boyacá. Ha sido invitada a la edición 16 de los Foros Confiar para hablar de economía y medio ambiente.
La historia y el trabajo de Alexandra Gutiérrez Bermúdez han estado vinculados a la tierra. Su familia es de origen campesino y su trabajo como psicóloga con víctimas del conflicto armado —especialmente mujeres, niños y niñas— le han permitido comprender que lo que está en el centro es la defensa del territorio, pues ha sido la disputa por este la que ha generado muchas de las violencias en el país. Después de pasar por procesos con comunidades muy diversas y sentir el agotamiento de afrontar las realidades de mujeres abusadas sexualmente, de niños y niñas reclutados por los grupos y armados y la ineficacia del Estado para los procesos de reparación, decidió mirar otras alternativas a través de las cuales pudiera seguir aportando a la transformación de los sujetos y a la construcción de un país mejor. Así llegó a los temas ambientales y se convirtió en asesora de Ecofondo (una organización nacional que reúne organizaciones ambientalistas para promover la reflexión y la acción política en relación con las problemáticas ambientales), convencida de que la defensa de la naturaleza y de la tierra son vías para un mundo distinto, mejor que el que hoy tenemos.
De los ires y venires por las diferentes comunidades con las que ha trabajado, Alexandra resalta los aprendizajes que ha obtenido de las mujeres. “Aprendí de su valentía, de su capacidad de resiliencia, de esa posibilidad de seguir construyendo su vida y hacerlo sin amargura, aún pasando por épocas de mucho dolor, pero con una enorme capacidad de levantarse con mucha dignidad”. La cercanía con ellas la ha llevado a comprender que son quienes más sufren los impactos de la contaminación y de la depredación del medio ambiente, pues tienen la tarea de garantizar la subsistencia diaria, la seguridad alimentaria y el bienestar en los territorios. Para ella, esa relación tan cotidiana con la tierra —por ejemplo con el agua y los alimentos— hace a las mujeres poseedoras de una visión distinta del mundo que tiene que ver con las prácticas del cuidado que culturalmente se les han delegado: “esa visión del cuidado por la vida genera un sentido de responsabilidad, una lógica del bienestar colectivo, una mirada integral del territorio y una subjetividad de lo relacional”.
Alexandra es madre de dos mujeres jóvenes, una nutricionista y una fotógrafa, su esposo es un hombre que se ha involucrado activamente en las tareas del hogar y la ha apoyado en sus decisiones, siempre en pro de que ella sea feliz. Con ellos ha llevado a la cotidianidad prácticas que mantienen activa esa conciencia ambiental y colectiva. Para integrar su rol de madre con el de la profesional que constantemente va a los territorios, cuando sus hijas fueron adolescentes comenzó a invitarlas a sus viajes de trabajo, procurando que entendieran otras realidades, otros esfuerzos y otras formas de ser felices. Conocieron lugares del país donde sólo hay luz durante dos horas de la noche o donde hay que cargar el agua por varios, a veces muchos, kilómetros; lugares en los que todo se obtiene con un enorme esfuerzo pero en los que la gente, en medio de todo eso, es feliz y disfruta la sencillez de la vida. Así que no fueron simples paseos familiares, se convirtieron en lecciones de vida que han tenido incidencia en la forma en la que sus hijas asumen hoy la economía, el cuidado de los recursos, el disfrute de lo sencillo y la conciencia de que es necesario trabajar por un mundo distinto, que sea más humano.
Porque, en últimas, para hablar de ese mundo distinto es necesario recuperar el sentido de la humanidad, de la solidaridad y de la dignidad. Alexandra sueña con “un mundo en el que hombres y mujeres tengan exactamente las mismas oportunidades de crecer, ser libres y desarrollar sus propios proyectos de vida, en el que las mujeres puedan vivir sin ser culpabilizadas, en el que las diferentes etnias tengan un espacio… un mundo para ser felices, porque lo humano nos da la posibilidad de ser felices”. Y ese sueño está atravesado por una suerte de ‘hackeo’ al modelo económico, por la posibilidad de que no todo esté atravesado por el dinero y que comprendamos otras formas de acceder e intercambiar recursos. Y, por supuesto, un modelo en el que nos hagamos conscientes de que somos parte de un sistema, que vivimos relaciones de interdependencia y que necesitamos asumirnos como seres corresponsables de lo que pasa con nuestro entorno.
Defender el agua, defender la vida
¿Por qué hay que defender los acueductos comunitarios? El siguiente video, de la Red Nacional de Acueductos Comunitarios, explica lo sucedido en la III Audiencia pública sobre la gestión comunitaria del agua, realizada en junio de 2016.
Desde Ecofondo, Alexandra Gutiérrez Bermúdez trabaja por el fortalecimiento y la articulación de acueductos comunitarios en Bogotá y el departamento de Boyacá, abordando las dimensiones pedagógica, política y psicosocial. Estos acueductos son apuestas por la defensa del agua y del territorio, pues parten del principio de que el agua es vida y, en tanto, es un bien común y un derecho fundamental, no una mercancía. Al ser actores políticos fundamentales frente a la gestión del agua en el territorio, el reto permanente es que en estas organizaciones prime la solidaridad, el reconocimiento de diversos liderazgos y los espacios de diálogo.
Así, procura aportar a ese mundo distinto y feliz, justamente, poniendo lo humano como centro de todo trabajo político y social. Para ella lo más importante en los procesos de resistencia, movilización y formación política es “que la gente se pueda mirar a los ojos y que se construyan vínculos, afectos y confianzas desde lo más genuino de cada persona”. La construcción de cualquier discurso político debe partir de los sueños, las frustraciones y las alegrías de cada sujeto, sólo así es posible tejer lazos y confiar.
La tarea de las mujeres
Las mujeres constituyen el grupo poblacional más vulnerable a todos los impactos de las violencias, y el caso ambiental no es la excepción. Por eso, también han desarrollado visiones diferentes a las de los hombres, una de las más contundentes: poner en el centro la defensa de todas las vidas. “Por eso hemos aportado en la construcción de un nuevo paradigma frente a los modelos de desarrollo, siempre con la pregunta por la garantía de la defensa del planeta y de la vida digna”, explica Alexandra. El modelo capitalista, que ha privilegiado la fuerza laboral masculina, es permisivo con ciertas prácticas cuyas consecuencias son invisibilizadas, pero las mujeres pueden verlas y sentirlas en su cotidianidad, en la calidad de vida de sus familias y en los significados que va tomando el territorio en el que viven, del que beben y del que comen. De ahí que en ellas exista una mayor conciencia sobre la necesidad de generar prácticas más sostenibles.
“Creo que es importante decir que las mujeres no podemos vernos como las salvadoras del planeta o las únicas responsables, pero tenemos un rol fundamental contribuyendo a que las prácticas del cuidado se universalicen, sean asumidas también por los hombres y se extiendan del mundo de lo humano al mundo natural”. Lo dice Alexandra a partir de su experiencia personal, profesional y social y con la profunda convicción de que tenemos en nuestras manos el poder de transformar el mundo.
Alexandra Gutiérrez Bermúdez es una de las invitadas a la edición 16 de los Foros Confiar.