La investigadora y docente Marcela López Ríos ha trabajado con comunidades indígenas en la búsqueda de soluciones para reducir la desnutrición infantil, por ello obtuvo el Premio Jorge Bernal y la consideramos una Mujer de Confiar.
Marcela López Ríos nació y creció en Medellín, es egresada de la Facultad Nacional de Salud Pública en Administración en Servicios de Salud y de la Maestría en Salud Pública de la Universidad de Antioquia, donde hoy es docente ocasional e integrante de la Línea de investigación en Salud mental, comunitaria e intercultural del Grupo de investigación en Salud mental.
Es una enamorada de la investigación, el trabajo comunitario, la docencia y todo aquel ejercicio que se inspire con y para las comunidades. Por ello, con su trabajo Perspectivas y estrategias comunitarias relacionadas con la desnutrición infantil en tres comunidades del resguardo indígena Manaure, La Guajira: Un análisis desde la determinación social de la salud fue ganadora en la sexta versión del Premio Jorge Bernal, reconocimiento que otorga la Fundación Confiar a proyectos de investigación que posibiliten la transformación de la exclusión social, la pobreza, la desigualdad o la inequidad en el país.
Desde el inicio Marcela lo tenía claro, quería desarrollar un proyecto de investigación que trascendiera las barreras porque, como ella misma lo dice, consisten en «ir y recolectar información, presentarse ante la academia y ante los jurados, describir que pasa en la comunidad y pare de contar». Por eso, lo primero que pensó fue en construir un proyecto que tuviera un verdadero impacto y con esa intención llegó a desarrollar un trabajo sobre la desnutrición infantil en algunas comunidades del pueblo indígena wayú ubicadas en La Guajira.
«Sabemos que los niños están muriendo de hambre por diferentes aspectos: sociales, culturales, políticos, económicos, y aunque lo medios de comunicación están presentando constantemente el fenómeno, poco o nada se habla desde lo que realmente piensan las comunidades indígenas alrededor del tema, y de eso se ocupó mi proyecto», explicó Marcela, agregando que las estrategias que la comunidad propuso fueron lo que finalmente se presentó al premio.
Se trata de cuatro propuestas relacionadas con la construcción de huertas comunitarias, la potabilización del agua, la educación nutricional intercultural y el fortalecimiento comunitario, todas ellas, se vienen ejecutando desde el año 2017.
Hay muchos mitos que se tejen alrededor de la desnutrición infantil en la población wayú, es frecuente escuchar que a la infancia se le está dejando morir de hambre, pero Marcela llama la atención en la necesidad de comprender a mayor profundidad el fenómeno y el contexto pues «lo que de fondo ocurre es una gran injusticia social que se ha cometido y se comete con el territorio wayú, hay una ausencia completa del Estado y muchas de las acciones relacionadas con la nutrición infantil en La Guajira están desarticuladas, y las diferentes maneras de trabajar nos llevan a no encontrar la solución real».
A pesar de ser una zona desértica, La Guajira también ha sido afectada ambientalmente por el cambio climático, «ha dejado de llover mucho tiempo y la comunidad considera que las prácticas que se realizan en el territorio de extracción de recursos naturales o el desvío del río, inciden en la desnutrición. Entonces desde una mirada crítica que es también lo que nos propone el premio Jorge Bernal, es necesario analizar ese fenómeno más en clave de justicia social».
Por su parte, las mujeres son las más afectadas por este fenómeno, pues su rol principal en la comunidad está en garantizar el cuidado del hogar, hijos e hijas, la tierra y por supuesto los cultivos y las huertas. Por eso será que, como lo recuerda Marcela: «las personas que están en el proceso la mayoría son mujeres».
Ellas también llevan el peso de la estigmatización que se tiene contra las comunidades indígenas, por ejemplo, al llegar a un centro de salud, pues como lo narra Marcela, si bien se han intentado apuestas por el respeto a las comunidades indígenas, también sucede que cuando las mujeres llegan al sistema de salud con sus hijos o hijas muchas veces son atacadas por la situación de desnutrición:
«Se juzga en lugar de comprender el contexto de la persona que no tiene disponibilidad de empleo y que tiene todas las barreras idiomáticas. También porque llegan tarde a las citas y no se entiende que muchas veces están a horas de camino y con frecuencia se deben desplazar caminando por horas. Además, muchas madres deben pensar sobre quien se encarga de sus otros hijos-as para llevar a la atención al que más lo necesita».
Por eso Marcela cree que «sería interesante proponer, incluso el tema de seguridad y soberanía alimentaria, y relacionarlo con la mujer y la perspectiva de género; esto no se ha hecho y las mujeres son protagónicas no solo por el tema de los alimentos y la salud, sino por sus conocimientos alrededor del territorio y la ancestralidad».
En todo este proceso, ha sido fundamental la presencia de otra mujer: Carmen Frías, estudiante del pregrado de Administración en Salud con énfasis en Gestión Sanitaria y Ambiental, quien hace parte de esta comunidad indígena y quien no solo fue el puente para que Marcela y el Premio Jorge Bernal llegaran a la zona, sino que contribuye a las soluciones para combatir la desnutrición infantil de las que quieren ser partícipes en su comunidad.
Es así como Carmen, también a partir de su trabajo de grado, ha desarrollado la propuesta por el fortalecimiento comunitario, allí y dentro del reconocimiento de las habilidades para la participación y la organización que tiene su comunidad, se afianza en una formación en derechos y legislación para el acceso a recursos, y se construye un plan de vida, pues todas las personas que participan como investigadoras del proyecto, están conscientes de las capacidades que deben dejar instaladas para que se le dé continuidad en el futuro.
Marcela cree que el mayor de los retos es la potabilización del agua «porque para regar las huertas se necesita agua, sino se logra la potabilización para el consumo y el riego de plantas es muy difícil, entonces seguimos buscando alianzas para alcanzar el objetivo». Por lo anterior, ha buscado más financiación con la intención de generar procesos de innovación social para la potabilización del agua, indispensable para la reducción de la desnutrición.
Recetas que salvan vidas
En el estudio se evidenció que la comunidad tenía un deseo por rescatar prácticas ancestrales que se habían perdido y que estaban basadas en semillas que anteriormente se brindaban en el territorio. Frente a esta necesidad, Marcela explica: «con la comunidad trabajamos con una nutricionista, realizamos una indagación sobre la canasta familiar a la que tienen acceso semana a semana o mes a mes, y a partir de ahí creamos en conjunto un recetario que quedó en castellano y en wayuunaiki», el recetario se nombró Süpüla jaraii wayuu.
Una de estas recetas es el “cocido de fríjoles con chivo” (Pitchusa’a suma kaula), para la cual se necesitan seis ingredientes: 700 gramos de fríjol capizuna, 700 gramos de carne de chivo, 300 gramos de maíz maiki, 200 gramos de cebolla, 1000 centímetros cúbicos de agua y sal al gusto. La preparación es sencilla, en una olla se pone a hervir agua, se le adiciona la sal, la cebolla picada en cubos y la carne hasta que esté blanda. Luego se adiciona el maíz y el fríjol. Se deje cocer hasta que se haya evaporado la mayor cantidad de agua y se sirve.
Este plato puede ser acompañado con una «bebida de arroz» (Ujo’o sumaa ro’o), cuya preparación consiste en hervir 100 centímetros cúbicos de agua, una vez esté hervida se le adicionan 100 gramos de arroz y 25 gramos de azúcar. Antes de servirse se deja reposar durante un día completo.
El recetario Süpüla jaraii wayuu también incluye preparaciones como las “cebollas rellenas apanadas”, “morcilla de chivo”, “croquetas de sardina” y ”omelet de atún y maíz”, y se consolida como una de las propuestas que se ha desarrollado con éxito en el marco del trabajo con estas comunidades, pues este recetario, producto de la estrategia de educación nutricional intercultural, ha sido acogido por varias familias, e incluido en su dieta diaria.