Cultura

«Llegar al Pacífico es para los espíritus preparados» Josefina Klinger Zúñiga

Por 14 diciembre, 2018 octubre 20th, 2019 Sin comentarios

 

Cortesia

Por Angie Carolina Cardona

En Nuquí, Pacífico Chocoano, nació Josefina Klinger Zúñiga, lideresa comunitaria que trabaja en la consolidación de un modelo de desarrollo propio a través del ecoturismo comunitario y la economía solidaria.

Sí. Esta sí es una tierra extraordinaria, de la que mucho se escucha hablar pero pocos han tenido el privilegio de visitar. El municipio de Nuquí, en el pacífico chocoano, es un territorio costero, donde la selva baja de la montaña y se encuentra con el mar. Las aguas cálidas del trópico atraen a las ballenas desde el Polo Sur para dar vida a sus ballenatos en este lugar. Sus tierras están regadas por ríos en donde se transita en canoas; más que biodiversidad hay magia, y más que habitantes hay culturas y riqueza de saberes. Entre todas las criaturas, Nuquí vio nacer a una extraordinaria: Josefina Klinger Zúñiga.

«Me llamo Josefina y soy muy fina», dice entre risas para referirse a la finura con que se reinventa, se llena de paciencia y supera situaciones que otras personas no superan; ella habla de finura no como sinónimo de lujo sino como homólogo de talante. Su madre la ombligó con paño fino, esto significa que sembró su ombligo (envuelto en paño fino) en la raíz de un árbol para que Josefina mantuviera una conexión profunda con su territorio. Del paño fino provino su carácter y de la ombligada su arraigo con la selva y con el mar.

Josefina Klinger Zúñiga es una mujer de 54 años, que se siente privilegiada por ser mujer y por ser negra, algo que no muchas personas consideran privilegios. Y aunque actualmente es la fundadora y directora de Mano Cambiada, organización que busca un modelo de desarrollo propio basado en el ecoturismo comunitario, antes de esto a Josefina le habían enseñado que Nuquí era inseguro y que allí solo se quedaban los fracasados; desaprender esa creencia fue un camino de descubrimiento personal.

Desde pequeña, Josefina siempre quiso irse de su territorio, ese maravilloso, que ella no lograba ver con esos ojos. A sus 25 años, con dos hijos y dificultades económicas tuvo que regresar a Nuquí, pero esto le era impensable, creía que sus hijos y ella merecían más. Hoy sabe que esto era producto del desarraigo que le habían enseñado, al respecto señala: «nos dijeron que estar allá era ser ciudadanos de tercera, nos enseñaron que éramos pobres y que nuestro territorio era una amenaza y por eso no quería volver».

Sin embargo Nuquí le brindó oportunidades y le dio estabilidad económica y emocional. Dejó atrás el anhelo de irse a cualquier ciudad y aunque Josefina estaba bien, su corazón no estaba tranquilo debido a los problemas y limitaciones existentes en su territorio,  entonces decidió hacer algo. Ella cuenta: «yo empecé a hacer un trabajo de activismo porque me dolía todo, me dolían los niños, me dolía la calidad de la educación, me dolía la falta de liderazgo positivo y serio de algunas personas, me dolía el desarraigo». Aún le duele, y por eso continúa con su trabajo, aunque con una perspectiva diferente de cuando inició.

El antes y el después en la forma de asumir su liderazgo comunitario estuvo marcado por la superación de una tuberculosis cerebral a los 38 años. «Me dí cuenta que mi tarea trasciende al juego humano de cuanta plata se consigue y las metas materiales». Esto para Josefina significó cambiar la mirada sobre su trabajo, dejó de lado la reivindicación de los derechos económicos de la población campesina y negra y se enfocó en la consolidación de comunidades rurales solidarias, en donde sus integrantes sean conscientes de su poder e influencia para transformar sus realidades. De ahí vio la importancia de transformar los imaginarios de niños, niñas y jóvenes, «¿cómo hacemos para que la niñez crezca sin el imaginario de pobreza y de escasez y sin sentir que la selva y el agua -que son sus dos principales activos- junto con su cultura y sus valores ancestrales son una tragedia, cuando realmente son su oportunidad?» se pregunta ella.

Es así como en 2006 Josefina Klinger Zúñiga funda la Corporación Mano Cambiada, que adquiere su nombre de una práctica ancestral local que consiste en el intercambio de oficios desde la solidaridad y la complementariedad entre iguales sin la mediación del dinero. El trabajo de la corporación es reconstruir los lazos de solidaridad y la confianza en sí mismos a través de la gestión de un modelo de desarrollo comunitario propio que le apueste al bien común a través del ecoturismo comunitario sostenible y de la economía solidaria.

Actualmente Mano Cambiada tiene la operación de turismo del Parque Nacional Natural Utría, área protegida ubicada sobre los municipios de Nuquí, Bahía Solano, Alto Baudó y Bojayá. Josefina y un grupo de personas insistieron en el ecoturismo comunitario como un modelo de desarrollo propio, ellos ya sabían lo que había pasado con el turismo tradicional y de masas en territorios como Cartagena y San Andrés, donde la comunidad había sido desplazada por un modelo impuesto por la industria hotelera.

Fue así como con solidaridad y confianza se ha consolidado un modelo con una cadena de valor productiva, en donde se promueven los emprendimientos familiares que prestan servicios de lancha, transporte, comida, artesanías entre otros proveedores. Al respecto Josefina señala: «hemos logrado hacer una relación de pares con sentido de bien común, en esta operación aplicamos el concepto de la minga y es que nos juntamos para hacer felices a las personas que llegan, les damos una experiencia inolvidable, porque nos complementamos con mi comunidad pues yo no doy todo desde el hotel y de mi experiencia, yo articulo con las otras experiencias».

Mano Cambiada ha trabajado por posicionar a Nuquí como destino turístico ante el mundo. «Nuestra meta enseñarle al país y al mundo que nosotros somos un destino confiable, con una comunidad empoderada. Hemos roto el paradigma de que lo comunitario no es de calidad, no es formal y es desconfiable» señaló Josefina.

En el reconocimiento del valor ambiental de su territorio, Josefina añade que: «este territorio es femenino; Utría simbólicamente es un útero, la naturaleza hizo dos paredes de selva que terminan en forma de U, son cinco kilómetros donde el mar se mete y lo que pasa es increible, nace la vida desde todas las manifestaciones. Al fondo está la ensenada donde paren las ballenas y hay un ecosistema de manglares, que es sala cuna de las especies marinas. Utría se silencia y parece que todo estuviera en calma, si tu llegas con tu afán, el mar te enseña que hay ritmos y momentos para todo, es entender que sobre todo llegar al Pacífico es para los espíritus que ya están preparados; la mística la hemos usado no como estrategia, sino porque es nuestro estado natural. Yo desde que entendí eso me puse la selva en la cabeza y el agua en el corazón».

Para enseñarle al mundo la potencialidad ambiental, quienes integran Mano Cambiada desarrollan proyectos de educación ambiental y cultural a través de una escuela y un festival donde se celebra la migración de aves, ballenas y tortugas que viajan más de 8.000 kms para procrearse entre junio y octubre. La música, la danza, el teatro, la fotografía y el liderazgo comunitario son el centro de este festival que promueve la educación ambiental usando valores culturales locales. Al respecto Josefina expresa: «esta es la forma en que se crea arraigo por el territorio en las generaciones que van creciendo y se muestra a la ciudadanía del mundo que  todavía existen lugares como los que tenemos nosotros, pero sobre todo con un recurso humano extraordinario que es lo que marca la diferencia. Es nuestro valor agregado y diferenciador frente a todas las iniciativas del mundo, nosotros en el Chocó somos excelentes anfitriones».

El ecoturismo ha permitido el crecimiento de equipamientos, esto le facilita la vida al conjunto de una comunidad que tiene que ver en el turismo una oportunidad y no una amenaza. De ahí Josefina resalta la importancia de un modelo de desarrollo integral propio, en donde lo económico es una línea, pero debe estar robustecido con el fortalecimiento de los valores ancestrales y culturales por una parte, y el reconocimiento de la diversidad ambiental donde el mar y la selva no significan atraso, sino una oportunidad de desarrollo comunitario.

Por toda esta labor Josefina Klinger Zúñiga fue galardonada con el vigésimo séptimo premio de Cafam a la Mujer en el 2015, esto, junto con su trabajo y tenacidad la hacen parte de las Mujeres de Confiar. Josefina valora mucho su relación con Confiar Cooperativa Financiera pues ha sido la única entidad financiera que ha creído en su proyectos, gracias al respaldo de Confiar, hoy Mano Cambiada tiene la operación de los vuelos Satena que es una aerolínea del Estado.

Josefina continúa en el proceso de pedagogía y arraigo por su territorio, transformando imaginarios sobre la pobreza y sobre todo resaltando el gran valor cultural y ambiental que tienen: el agua y la selva. «Allí pasan cosas maravillosas» asegura la lideresa.

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