La delegada de Confiar por la agencia El Poblado, Liliana Vásquez Peláez, recibió la Orden al Mérito Juan del Corral de parte del Concejo de Medellín, por tres décadas de trabajo por Medellín. ¿Quién es, a qué se dedica y qué le ha aportado a la ciudad?
Empecemos por el principio: Liliana Vásquez Peláez es hija de Rogelio y de Rosalba, nació en Envigado (Antioquia), es hija de una familia obrera y, por eso, su llegada a la Universidad Pontificia Bolivariana, donde estudió comunicación social, fue toda una revolución, pues su ingreso, en 1986, fue producto de una orden papal que le exigía que el 50% de sus estudiantes pertenecieran a estratos bajos y, cuenta ella, que la universidad no estaba preparada para tener en sus aulas a los hijos e hijas de las clases populares de Medellín y alrededores. Liliana tiene una relación afectiva con Rafa y en su familia, a pesar de no tener hijos, cumple el rol de tejedora de vínculos y encuentros, «la herencia de matrona que me dejó mi abuela». Tiene una empresa de comunicaciones llamada Atrapasueños, un consultorio clínico –porque además es psicóloga–, es presentadora de televisión y, desde 2017, delegada de Confiar por la agencia El Poblado.
Liliana se graduó de la universidad en 1990, un año clave en la historia de Medellín, pues mientras la ciudad estaba atrapada en una espiral de violencia por cuenta del narcotráfico y sus estructuras criminales, surgían valiosas iniciativas que buscaban ‘hacerle la paz’ a la guerra urbana. Una de ellas fue Arriba mi barrio, un programa de televisión que surgió como un aporte de la Consejería Presidencial (liderada por María Emma Mejía) para construir otras narrativas de los barrios de Medellín. Esa experiencia, sumada a su práctica profesional en Comfama y a trabajos como el del Plan Nacional de Prevención de Drogas o el que desarrolló en la administración pública la ha convertido, también en el escenario profesional, en una tejedora. «He tenido la oportunidad de juntar personas, organizaciones, barrios realidades, y de tumbar mitos. Siento que le he aportado a Medellín mi carisma, mi empatía y mi capacidad de convocar sectores que no se encontraban, como las ONG con el sector privado o, incluso, el público Veo en la comunicación la posibilidad de generar puntos de encuentro».
Para ella el ejercicio profesional de la comunicación consiste en hacerlo al servicio de la gente, producir para trabajadores y trabajadoras, para amas de casa, para jóvenes sin mayores posibilidades de hablar de ciertos temas, para la gente ‘del barrio’, pues ahí también se reconoce, y de eso ha sacado provecho para generar conversaciones, que en últimas es lo que busca toda acción comunicativa.
La televisión y la vida
«Yo no me creía bonita y menos boba», recuerda Liliana su primera reacción cuando la invitaron a presentar por primera vez un programa de televisión, pues de la universidad se llevó esa idea. «A las ‘normalitas’ nos ponían en utilería, a hacer cámara, pero no a presentar». Tuvo que aceptar y superar los rituales de belleza que se le imponían: el maquillaje, la depilada de cejas, todo con mucho dolor. Pero comenzó a pasarle algo que la asombró: «la gente, los trabajadores de Comfama, me buscaban para decirme: usted como habla de paisa, de bueno. Es que usted nos ayuda a entender cosas que no habíamos entendido. Y ahí reconocí que presentar se trataba de conversar con la gente».
Y cuando María Emma Mejía dejó Arriba mi barrio eligió a Liliana como su reemplazo. «Ella decía que necesitaba una ‘pelada de barrio’, que le hubiera dado acné». Y Liliana, además de las marcas del acné que tenía a los 22 años, sabía conectarse con la gente y conversar con cualquier persona. Ese ha sido siempre su punto a favor.
Otra experiencia significativa en su vida tras la pantalla es la de Más que piel, un programa sobre sexualidad para jóvenes que Liliana tuvo que construir de cero. Un reto hablar de sexo en televisión regional y en un departamento tan conservador como el antioqueño. Tiempo después, una mujer se acercó a decirle: —Usted me enseñó que tenía derecho a decir que no, que el sexo era cuando yo quisiera. Y una vez, en un baño de un cine, otra le dijo: —Mi mamá y mi papá se separaron y yo me quedé con mi papá, él me decía los martes por la tarde que viera el programa que “esa muchacha le enseña todo”, y usted me enseñó sobre la menstruación, a ponerme una toalla, usted fue una mamá prestada que yo tuve.
Ese es el impacto de la presencia de Liliana en la televisión local, muchas mujeres han seguido su carrera y se han inspirado en su forma de ver el mundo y la ciudad, y en su forma de contarlo y de hacer posible la conversación. Cerrando el 2019, Liliana recibe la Orden al Mérito Juan del Corral, un reconocimiento que hace el Concejo de Medellín a personas de diferentes sectores que han hecho aportes a la ciudad. Y fue Daniela Maturana, una concejala joven, quien buscó a Liliana para decirle que la iba a proponer, y el inicio de su conversación hablaba, justamente, de haberla conocido, primero, a través de la televisión.
Lecciones de comunicación
Liliana Vásquez es una profesora. Bien sea a través de los medios o de las estrategias comunicativas que propone, ella siempre enseña. Y esta conversación con Mujeres Confiar no ha sido distinta, por eso, aquí, una breve lección de comunicación (o de tejido), en sus propias palabras:
«La comunicación ha cambiado mucho. Y no. Como área del conocimiento tiene una gran dificultad y es que se deja permear por muchas modas. Pasamos de hablar de ‘público interno’ a hablar de ‘skateholders’; pasamos de ser innovadores a ser disruptivos… Pero para mí el proceso comunicativo sigue siendo exactamente el mismo, cambian los medios, los tonos, los lenguajes, pero al darle toda la vuelta termino dictando talleres de cómo ser capaz de hablar con el otro, cómo ser capaz de armar una conversación. La angustia en las organizaciones, en las parejas, en las familias, en los grupos sociales, es la misma: ¿cómo nos relacionamos?, ¿cómo conversamos? Las redes sociales, sí, son una audiencia, y una audiencia que no hay que descuidar, que tienen unas lógicas, una velocidad, que necesitan muchas imágenes. Sin embargo, la esencia del proceso comunicativo es la misma: una persona con otra persona».
Con Liliana no hay pierde, siempre hay mucho por aprender de ella. Y busca que el aprendizaje se construya a partir de la experiencia propia. Por eso hizo su segundo pregrado en una universidad virtual, pues además de tener interés en la psicología, quería saber cómo era establecer relaciones virtuales, entender ese universo, saber cómo construir comunicación con un dispositivo de por medio. «Como psicóloga alcanzo a entender que hay necesidad de zanjar las rabias, los odios y las frustraciones, y como la cotidianidad no ha posibilitado esos espacios, ni en la escuela, ni en la familia, ni en la universidad, entonces las redes se convirtieron en un gran depósito de la rabia, pero también del ego y la vanidad, de la felicidad y de la expresión de otras emociones».
¿Feminismo?
Como a muchas mujeres, a Liliana le costó entender la urgencia del feminismo en la ciudad y en su hacer. Y como muchos profesionales de la comunicación, tuvo resistencias con el lenguaje incluyente o no sexista. Hasta que un día una feminista de la ciudad le dijo: —Mire bien a los ojos de las mujeres cuando las nombramos. Y Liliana lo vio y entendió que decir “todos y todas” no era enredar el lenguaje, era nombrar lo femenino. «Entendí que yo misma había sido víctima de micromachismos, que a veces tenía que estar con un hombre para que me pararan bolas». Por eso siempre ha estado en la búsqueda de la equidad y la igualdad, una inquietud que le sembró Más que piel un día que un chico de 14 años llamó al programa a preguntar cómo él podía conseguir novio. «Yo tampoco sabía y eso me provocó para aprender el mundo de las diversidades sexuales. Hoy me declaro feminista y entiendo que el feminismo toca un marco de creencias, por eso es importante seducir con el lenguaje y acompañar al otro a que comprenda».
Convicción cooperativista
Liliana afirma que los principios del cooperativismo están presentes en su vida. Cree en el valor de la solidaridad, de la confianza y de lo colectivo. Cree en la importancia de ‘hacer visible lo invisible’, y eso es lo que más le gusta de Confiar. Y esta Cooperativa ha jugado un papel importante en su historia, pues siempre ha tenido su cuenta de ahorros en Confiar y fue esta la primera organización para la que hizo una consultoría con Atrapasueños. Cuando puso su oficina en el Parque del Poblado, al sur de Medellín, se dio la pelea para que en ese sector de la ciudad se abriera una agencia. Era extraño para Confiar, que siempre ha buscado estar en barrios más desprovistos de servicios financieros, más populares y de estratos más bajos. Pero Liliana tenía un argumento de peso: la mano de obra en El Poblado provenía de sectores muy diversos de la ciudad, muchos de ellos a los que seguramente ya había llegado o quisiera llegar Confiar, toda esa gente era una base social potencial para la Cooperativa. Así, esta agencia abrió sus puertas en el 2011.
Hoy, desde el rol de delegada, hace un llamado a mejorar los mecanismos para las campañas, a tomar en cuenta todas las posibilidades de la virtualidad y la diversidad en las formas y los contenidos. Por las ocupaciones que tiene en su cotidianidad, la única opción de Liliana era «que mi fotico vendiera». Y por fortuna esa foto vendió y hoy contamos con una delegada conocedora del mundo cooperativo, de Confiar, de la ciudad en la que vive y convencida de la importancia de la comunicación en todos los frentes.
«El cooperativismo no puede ser una mala copia del empresariado», y en Confiar, concluye Liliana Vásquez, ha visto la diferencia. «Siento que se pone a la vanguardia, que lee los asuntos públicos, admiro su identidad, sus rituales, que la cultura sea un eje, que la economía solidaria esté presente».