Por Cristina Hincapié Hurtado
Ilustraciones Viviana Serna Arbeláez
Actualmente en Colombia existen 68 lenguas nativas, 65 de ellas pertenecen a comunidades indígenas, 2 a comunidades afrodescendientes y 1 romaní perteneciente al pueblo gitano. Desde hace más de 500 años, con la llegada de los españoles a América, los saberes, las costumbres, rituales, dioses y lenguas de las comunidades ancestrales se han visto en riesgo de desaparecer, pero los esfuerzos por mantener vivas sus enseñanzas y rescatar nuestras raíces es una tarea que la Universidad de Antioquia se ha tomado muy en serio, y en la que las mujeres tienen un papel fundamental: ser las sabias que comparten su legado y conocimiento.
Se dice que la lengua materna es aquella que hemos aprendido desde la infancia y este proceso implica escucharla en los padres y los abuelos; sin embargo, la diversidad cultural de nuestro país nos exige mirar más allá de la lengua española, pues la pregunta por el origen nos invita a pensar en nuestras raíces, en los ancestros y ancestras, en quienes precedieron nuestra existencia y habitaron este territorio antes que nosotros. Cada 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna y el Día Nacional de las Lenguas Nativas, celebración que durante una semana se toma la Universidad de Antioquia para recordarnos los principios del Bienvivir donde el cuidado de la Madre Tierra es fundamental.
Además de esta semana, la Universidad ofrece continuamente una serie de cursos de lenguas ancestrales que hacen parte de la iniciativa U de A Diversa y que ahora pertenecen al programa Multilingua, donde no solo se ofrecen cursos de lenguas extranjeras, sino también ancestrales; la cátedra de pensamiento ancestral Aída Quilcué, que nace en el 2017 como un aporte al reconocimiento de las comunidades ancestrales, su pensamiento y el papel de la mujer; y una licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra de la Facultad de Educación, y si bien todas estas iniciativas están adscritas a diferentes dependencias, hacen parte de un esfuerzo que realiza la U de A para fomentar una formación diversa.
Mujeres, guardianas de la palabra
Así como el vientre materno se constituye como nuestro primer territorio, para las comunidades ancestrales la Tierra es la gran madre de la que debemos aprender y a quien debemos escuchar. A su vez, la lengua materna se aprende de la madre, no solo de la biológica sino también de la Tierra. Nuestro proceso de aprendizaje del lenguaje, de la palabra, se teje desde el vientre, y ellas nos transmiten los saberes y las vivencias de todo aquello que estuvo antes que nosotros en el mundo.
Para las comunidades ancestrales, una de las funciones principales de la madre es transmitir este conocimiento, ser fuente de vida y de sabiduría. En sus relatos, las mujeres nos remiten al agua, a la semilla, a la tierra. Las mujeres tienen los dones para hablar con la naturaleza, sus manos han heredado de las arañas el arte del tejido, ellas son primordiales para mantener las riquezas culturales, hablan el lenguaje de la luna, de la tierra y su palabra se convierte en canto, en arrullo, en cuento; así hablan de la concepción ancestral de las mujeres Lida Yagarí González y Diana Cristina Guapacha, estudiantes de Trabajo Social en la Universidad de Antioquia, quienes hacen parte de la comunidad Emberá-Chamí del resguardo indígena de Karmata Rúa y del departamento de Caldas, respectivamente.
Lida se define a ella misma como la semilla de muchas abuelas. Nació en Karmata Rúa, tierra de la pringamoza, un territorio conocido hoy como Cristianía. Creció en medio de historias, danzas y enseñanzas sobre la importancia del cuidado de la gran Madre Tierra. Desde el vientre materno, y gracias al liderazgo que sus padres han mantenido en su territorio, tiene claro que la dinámica comunitaria y el trabajo por el bien común es vital, enseñanza que se fortaleció al conocer las asambleas y las mingas, espacios donde el saber de sus ancestras y ancestros, se ponen al servicio del bien común.
Diana fue gobernadora del Cabildo Indígena Universitario de Medellín CIUM y participa activamente de Un viaje ancestral, un espacio de diálogo entre mujeres afro, indígenas y campesinas. Habla de sí misma como el sueño de los abuelos y las abuelas, y sabe que una de sus misiones es llevar la palabra dulce a otros territorios para afianzar su apuesta por el bienvivir.
Lenguas ancestrales, palabras dulces
Los cursos de lenguas ancestrales hacen parte de la iniciativa U de A Diversa y ahora pertenecen al programa Multilingua, un espacio que en la Universidad es reconocido por ofrecer a los estudiantes cursos de inglés, francés, alemán, italiano, entre otras lenguas, y donde ahora se suman las ancestrales. En estos espacios, tanto Lida como Diana comparten con otras comunidades sus enseñanzas y saberes. Para Diana, estos espacios son muy importantes para posicionar el conocimiento que ha sido invisibilizado por la cultura patriarcal y eurocéntrica. Estos aprendizajes, dice, fortalecen la identidad cultural, propician una territorialidad simbólica y la apropiación de espacios dentro de la universidad, lo que permite un relacionamiento entre indígenas y no indígenas para establecer diálogos interculturales y tejer conocimiento.
Lida, a través de la enseñanza de su lengua nativa, emberá chamí, comparte su legado con otras personas, actividad que asume para revitalizar la tradición de su cultura en otros espacios, pues generalmente en América Latina hay mucho desconocimiento, vulnerabilidad y discriminación de los derechos y las tradiciones de las culturas indígenas.
Los encuentros, como prefieren llamar a las clases, están basados en las dinámicas propias de cada territorio, reconociendo los principios de cada uno y resaltando la importancia de escuchar la palabra de los mayores. Los relatos, la danza, el canto, el diálogo de saberes, la consciencia de la comunicación desde el vientre materno con la voz de la madre, la importancia de la medicina ancestral, el saber escuchar, saber tener silencio, observar, tener una palabra dulce para transmitir y llevar el conocimiento al corazón son algunos de los principios con los que trabaja en este proceso de enseñanza.
Desde el pensar indígena, más que docente, Lida es una sabia o abuela que comparte su conocimiento con otras semillas, y tiene claro que lo importante en los encuentros es fortalecer la hermandad, la comunidad, la familia. Tal como le enseñaron en su comunidad, trata de establecer un diálogo entre los hermanos, caminar con ellos, recordar a los abuelos y a las abuelas, dialogar con los vecinos, conocer los territorios. Los encuentros también se realizan en torno a la fogata y a través de las lunadas, espacios donde se trenza la palabra y donde el relato invita a reflexionar, a respetar la naturaleza y a los espíritus que nos rodean. Para ella, una de las grandes diferencias está en que las dinámicas ancestrales nos invitan a sentir y la metodología de los pueblos nos llevan a ser más humanos para comprender mejor al universo y a nosotros mismos.
La convergencia de culturas que se da aquí es vital para Diana, y considera que no solo los indígenas, sino también los afro, los raizales, los campesinos, hacen que la Universidad sea una casa madre del conocimiento, donde tienen cabida muchas formas de ver el mundo. Para ella es vital que otros entiendan las lenguas ancestrales y sepan que detrás de cada palabra hay una historia, una conexión con la tierra, una oportunidad para hacer algo por el otro, una invitación a la ayuda mutua, al retorno a la colectividad y a lo colaborativo. Los espacios que ofrece la Universidad son para ella una apuesta ética y política, pues pensar en otras lenguas, permitir otras formas de habitar la ciudad, es una apuesta necesaria.
Principios para el Bienvivir
Según Lida hemos roto un principio fundamental de la vida: escuchar al otro. La escucha, la observación, la palabra dulce, tejer el conocimiento con el corazón son principios vitales de los pueblos ancestrales, y son la semilla con la que se busca florecer en estos espacios académicos. La palabra debe saberse dar para llegar al corazón, dice, y si aplicamos estos principios que apuntan al bienvivir, nuestra relación con los demás y con el planeta puede ser muy distinta. A través de la recuperación de las lenguas ancestrales se espera también que podamos volver a ser conscientes de la Madre Tierra y de su importancia, pues parece que se nos ha olvidado que ella existe y como consecuencia viene su explotación y destrucción.
Cada uno de los espacios a los que invita la Universidad de Antioquia y en los que el pensamiento ancestral indígena es protagonista, nos recuerdan la importancia de escuchar, de usar la palabra dulce para llegar al corazón de quien nos escucha y nos hablan de aquella Madre que debemos cuidar. Estos sencillos principios nos ayudan a caminar hacia el bienvivir, una palabra que nos remite a una cosmovisión de la vida que propende por el bien común del que todos somos responsables.