Por Jenny Giraldo García

 

Si usted fue de las personas que lloró viendo los resultados del Plebiscito por la Paz aquel fatídico 2 de octubre de 2016, entonces este documental está hecho para usted, pues el recuento que hace a través de titulares, declaraciones, fragmentos de noticias y discursos, moviliza la alegría, la esperanza y también el sinsabor y las heridas de una guerra que se niega a ver su fin.

Entre las preguntas por los sentidos de las historias o por la idea de justicia y libertad que ondean en el documental, aparecen algunas mujeres que comparten su pasado y sus sueños de futuro, esos que se vieron amenazados cuando una sexta parte del país le dijo no a la paz, y con un margen muy estrecho, salió triunfante de esa innecesaria jornada electoral.

El papel de las mujeres en el conflicto armado pasa, primero, por sus cuerpos: ellas son ‘botín de guerra’, son las perfectas infiltradas que, a través de una sexualidad cooptada por los líderes de los grupos armados y entrenada para ser moneda de cambio, logran obtener información útil para la batalla. Los cuerpos de las mujeres en las guerras son artefactos que, como cualquier explosivo, se ubican donde este o aquel bando llega a necesitarlas.

Pero las mujeres en la guerra, aún entre las nieblas, también aman. Escuchan poemas escritos por sus parejas, cocinan y cantan; se alegran ante la posibilidad de una nueva vida, lloran ante los sueños desechos y cuando mueren, dejan tristezas y dolores en esos que también las amaron. No olvidemos que, como cualquier otra economía, la economía de la guerra también se sostiene en los trabajos de cuidado no remunerados, que alguien hace la comida, lava la ropa y arregla el cambuche. Por eso, los cuerpos de las mujeres en la guerra son una, dos y tres veces explotados, porque además de todo esto, las mujeres también cargan fusiles, combaten y matan, también se enfrentan cuerpo a cuerpo y son asesinadas.

El Acuerdo de Paz firmado en La Habana, aun con sus sombras, nos permitió ver una parte importante de la población colombiana que estaba oculta entre las montañas y entre la niebla. Miles de mujeres y hombres que también anhelaban la paz, pero que no pudieron votar. Este documental, que estará en cartelera a partir del 23 de febrero, es volver a ver con mirada crítica pero esperanzada lo que significa que un país se incline por las vías del diálogo y la democracia. Por largo y duro que sea el camino, no puede haber marcha atrás.

¿Cuántos dolores y sueños fueron encaletados por el más extenso conflicto armado del continente? ¿Dónde están sepultadas las historias de más de cinco décadas que todavía no nos han contado? ¿Cuántas lágrimas de mujeres víctimas —aún ocupando un lugar en la guerrilla— se tragaron el monte y la tierra? El director, Joel Stängle, y la productora, Carolina Campos, se embarcan en un viaje a través de la niebla y la espesura de la vegetación, tripulado por dos exguerrilleros, Boris Guevara y Téofilo González. Un viaje para desencaletar la memoria.

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