Por Jenny Giraldo García
“La acción nunca es posible en aislamiento;
estar aislado es lo mismo que carecer de la
capacidad de actuar. La acción y el discurso
necesitan de la presencia de otros”.
Hannah Arendt.
¿Qué tiene que ver la democracia con la escuela?, ¿de qué manera asuntos como la participación o la representatividad se ponen en juego en los procesos de formación?, ¿qué injerencia tiene la formación escolar en la acción política de la ciudadanía? Son muchas las preguntas que se hizo la Alianza Maestras y Maestros Gestores de Nuevos Caminos para llegar a la temática de esta edición de su seminario anual: La democracia, un saber y un hacer por reinventar en la escuela.
De esta Alianza hacen parte mujeres y hombres de organizaciones sociales y centros educativos (Penca de Sábila, Colombo Francés, Soleira, Fundación Confiar, Corporación La Ceiba) que han asumido la tarea de interpelar a la escuela que conocemos. Ese esfuerzo se ha materializado en publicaciones, encuentros regionales con docentes y una actividad central: un seminario anual que, desde hace 25 años, abre espacios y propone rutas para indagar por la educación que tenemos y por la que deseamos.
Vale la pena detenernos en este nombre: Maestras y maestros gestores de nuevos caminos. Maestras y maestros. Hombres y mujeres. ¿Por qué, en épocas de economía del lenguaje, esta alianza toma ese nombre? Isabel Cristina Salazar Piedrahíta es docente, es maestra; trabaja en el colegio Colombo Francés y hace parte de la alianza. Es ella, no él. Y por eso, para ella es importante saberse nombrada como gestora de nuevos caminos. Pero el nombre no fue siempre este, cuenta Isabel. La discusión sobre las implicaciones del lenguaje, de lo que nombramos y de lo que invisibilizamos, dio sus frutos hace unos nueve años, cuando de llamarse Alianza Maestros Gestores de Nuevos Caminos, pasó a tener el nombre con el que hoy la conocemos. “Ese supuesto de que como género humano estamos incluidas en el nosotros, no es tan cierto; además, las luchas en el lenguaje también son luchas por los cambios que se dan en la sociedad”, dice ella. Y no es menor esta historia, porque cuando hablamos de democracia en la escuela, estamos hablando de convivencia. Y cuando hablamos de convivencia, necesitamos al otro y ese otro siempre es diferente, como diferentes son los hombres y las mujeres.
Es frecuente que muchas personas recuerden con cariño y simpatía a alguna de sus maestras de primaria. Sí, las maestras prevalecen en esos recuerdos escolares: la dulce o la regañona, la que nos incitó a la lectura o la que nos hizo amar los números. Y es que en la historia de las mujeres, el oficio de la maestra es significativo. Michel Perrot, una historiadora francesa, nos cuenta en sus investigaciones que hacia inicios del siglo XX, en algunas regiones de Europa, esta fue la primera profesión de la función pública que por ley tuvo igualdad salarial. A lo largo de ese siglo, este se convirtió en un oficio típicamente de mujeres. Esto tiene otras implicaciones: por ejemplo, que la enseñanza se desligó de una función intelectual y se asumió más a un trabajo del cuidado; lo cual, también quiere decir que, si bien las mujeres lograron acceder al conocimiento, su rol de género asociado a la maternidad, también se trasladó a la escuela. En conclusión, podríamos decir que el género, en el caso de la docencia, ha tenido una historia que va de la mano con los derechos y las emancipaciones de las mujeres, por ello tiene sentido que la alianza, en su nombre, reconozca que existen maestros y maestras.
La democracia, el otro y la escuela
La convicción de que la convivencia escolar es un caldo de cultivo para la formación política es uno de los asuntos fundamentales que atraviesa las reflexiones de la alianza desde sus inicios. En 1995, una de las ponentes invitadas al seminario fue María Teresa Uribe de Hincapié. En ese momento habló sobre la educación como un espacio privilegiado para la socialización y, por ende, para la formación de ciudadanos: “es el primer encuentro con las diferencias. Es el primer momento en el que alguien tiene que repensarse sobre quién es y repensar quién es el otro para poder establecer unas mínimas condiciones de coexistencia y de convivencia” (Tomado de Educación y sociedad, memorias del Seminario Maestros Gestores de Nuevos Caminos, 1995).
Hoy, 22 años después, la idea de que la escuela es un escenario para pensar y reinventar la democracia sigue siendo crucial. Una democracia que, según Isabel Salazar, nos pone de cara al conflicto y a las vías no violentas para resolverlo; nos confronta con los problemas propios de la formación de un sujeto, de la construcción de su identidad en juego con otros. Retomando las palabras de María Teresa Uribe, la escuela es “la primera experiencia de su propia individualidad”, y es el primer encuentro con otras individualidades; así que, en palabras de Isabel, “el reconocimiento de la diferencia también depende de las disposiciones que la escuela haga para eso. Si es una escuela homogeneizadora, pues no va a existir ese reconocimiento de la diferencia, de una singularidad pluralizada ni de una construcción identitaria en el diálogo con la diferencia”.
Pero además de esas preguntas que rondan a la alianza desde hace tantos años, en el 2016 aparece un hecho que sacude ideas y construcciones alrededor de la democracia en el país: los resultados del plebiscito del 2 de octubre. No sólo que ganara el no, explica Isabel, sino lo que surge después de esa decisión; “los niveles de reflexión y acción frente a esos resultados”. Ese movimiento activa la pregunta: ¿Qué clase de escuela tenemos –y cuál necesitamos– para favorecer la formación política y democrática en Colombia en este momento histórico?
Así, el seminario propone el encuentro de prácticas que favorecen esas construcciones de la democracia dentro de la escuela. Por ejemplo, el trabajo que desde la vereda Monteverde, del municipio de Andes (Antioquia), viene desarrollando el bachillerato rural de la Corporación La Ceiba. Allí, las y los estudiantes participan en acciones comunitarias relacionadas con la protección del agua, el mejoramiento de las vías o el manejo de residuos sólidos. De esta forma, se involucran con las problemáticas locales, trabajan en equipo, toman decisiones de interés colectivo y fortalecen liderazgos. O una experiencia aparentemente tan simple como la de pintar una escuela rural en el municipio de Tarso (Antioquia) ha posibilitado la toma de decisiones a través de ejercicios participativos que implican la construcción de confianzas y el replanteamiento de las relaciones de poder dentro de la institución.
Otra experiencia que estará este año en el seminario es la de la Red Feminista Antimilitarista que, en diferentes instituciones de la zona nororiental de Medellín, viene implementando estrategias pedagógicas que tienen como centro el arte y que le apuestan a una educación que dignifique la humanidad. Por último, está Andrés Escolar, un personaje que nace en la Institución Educativa Pío XII (Medellín) y que a través de una narración que incluye ‘autogoles, conflictos y puñaladas’, habla de la construcción democrática en la escuela.
Las mujeres en el seminario
Este año las mujeres brillan por su presencia. Érica Areiza, Alexandra Agudelo, Marta Dione, Nancy Álvarez, Alba Lucía Rojas, las mujeres de la Red Feminista Antimilitarista y Carina Kaplan (Argentina) son las invitadas a acompañar con su palabra la versión XXV del seminario. ¿Por qué sobresalen las mujeres en este espacio? Isabel Salazar recuerda que la primera vez que asistió, hace unos quince años, esto no pasaba. Incluso, a su memoria viene la escena de una mujer, feminista, sumamente nerviosa a la que en medio de de su presentación se le quebraba la voz y se le salían las lágrimas.
“Siento que ha sido una lucha para que esa palabra de las mujeres y su relación con lo intelectual se posicione, que sea una palabra en la que se sienta confianza, que el discurso sea un campo de luchas, de combates y de creaciones”. Para la alianza, no ha sido difícil encontrar a esas mujeres y es de resaltar que estos nombres aparecen por buenas jugadas del azar, “no dijimos que íbamos a tener la cuota de género”, dice Isabel. Y eso es lo que pasa cuando el sentido de la inclusión y las apuestas por la equidad son permanentes y se insertan en la cotidianidad de los procesos, pasa que no hay que hacer un gran esfuerzo para encontrar a las mujeres que hacen o pueden hacer parte, pasa que ellas sencillamente están ahí y son vistas. Esa también es una arista fundamental de la democracia.
Además del discurso y la presencia de las mujeres, la alianza aborda la problemática de género desde diferentes preguntas. En Borremos el Tablero: otra educación está en camino, la publicación que se distribuyó en el seminario en 2016, una profesora de educación física, Ángela Toro-López, presenta un estudio sobre la discriminación sexista en actividades relacionadas con el juego y el deporte. Este año, Hernando Muñoz, vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, presentará la ponencia Niños (varones) conscientes, hombres Re-significados. Además, Carina Kaplan, invitada internacional, es una investigadora que se ha ocupado de las relaciones de género en la escuela, con trabajos como Mujeres esmeradas y varones inteligentes: juicios escolares desde un enfoque de género o El lenguaje es una piel. Género, violencia y procesos civilizatorios. Así que su conferencia, seguramente, no perderá de vista el asunto del género a la hora de hablar de convivencia y democracia en la escuela.