La reflexión sobre la masculinidad va más allá de asumir trabajos de cuidado, se trata de cambiar la cultura en la que se sustenta la desigualdad; esto pasa por procesos individuales y colectivos y tiene mucho que ver con nuevas formas de educar a los niños y niñas.
Es la primera vez en la historia que muchos hombres han estado en confinamiento obligatorio en casa, así que es importante preguntarnos qué potencialidades y dificultades han tenido los hombres para compartir la cotidianidad en familia con los trabajos de cuidados que ello implica. Y con esta pregunta nos remitimos a un concepto relevante y que cada vez toma más fuerza: “masculinidades alternativas”, que también han sido denominadas con los adjetivos como nuevas, diversas, otras.
Para adentrarnos en la pluralidad de reflexiones que este concepto encierra, nos unimos a Mayo UNIDOS por la vida, un programa de la Gobernación de Antioquia que, entre otros valores, destaca el cuidado. Confiar propuso una conversación de la que participaron dos hombres que tienen en común el haber reflexionado sobre lo que implica, en esta sociedad, pensar en otras maneras de la masculinidad. Ellos son Geovanni Celis, médico, cocinero y responsable de un hogar monoparental masculino, y Óscar Marín, profesor, investigador y coordinador del programa “Masculinidades alternativas” de la Gobernación de Antioquia.
A Óscar y a Geovanni sus trayectorias de vida los han llevado a descubrir que los hombres no nacen machos y que existen otras formas de ser hombres, unas más sanas, equitativas y amorosas. Y claro que para construir esas otras formas de existir es necesario un profundo proceso de reflexión interna y de diálogo con otros hombres que ellos han estado dispuestos a asumir y, en muchos casos, a liderar.
Potencialidades y dificultades de ser hombres
Abrimos la discusión intercambiando ideas sobre qué es lo que hay que transformar en esas formas estereotipadas de ser hombres, que han impedido que ellos hagan cosas que culturalmente se asocian a las mujeres. Por ejemplo, las habilidades y la sensibilidad emocional para los trabajos de cuidado al interior de los hogares.
Frente a este punto Óscar trajo a la conversación el libro Forjar un hombre y moldear una mujer, para hablar de las formas en las que la búsqueda por forjar la hombría los golpea, debido a esos aprendizajes de género que configuran las subjetividades masculinas tradicionales, en las que valores como la fuerza, la valentía, el poder y la competitividad, les impide relacionarse de manera más horizontal y empática con otras personas, no solo con las mujeres, también con otros hombres, con sus familiares, amigos, hijos e hijas.
Nos dice Geovanni que si bien estos mandatos patriarcales otorgan algunos privilegios, son más las restricciones que imponen, llevándolos incluso a perder su sensibilidad humana; por eso es importante dejar atrás el miedo a perder y soltar esos privilegios, pues de esta forma se ganan otras experiencias. Por ejemplo, renunciar al privilegio de recostarse en el trabajo doméstico gratuito de alguien implica asumir una corresponsabilidad doméstica (no solo durante la cuarentena) que permite recomponer, en lo cotidiano, el equilibrio en las relaciones de género, y, además, construir familias más resilientes, amorosas y menos proclives a las injusticias y las violencias.
Cómo llevarlo a la práctica
Lo primero es empezar a cuestionarse y a reflexionar junto a otros hombres. Para Geovanni “estas son discusiones que deben darse en los espacios de socialización, en la familia, el trabajo, con los amigos y en la vida pública. Generalmente estos espacios no son usados para controvertir el mandato patriarcal, entonces no es común preguntarse qué hace que los hombres seamos más proclives a la violencia, más descuidados con nuestra salud y que no contribuyamos a la construcción de familia más allá de proveer”.
“Y por otra parte está el miedo a controvertir esas cotidianidades y formas de relacionarnos porque se pone en duda nuestra hombría, somos tildados de poco hombres, afeminados o maricas, y nos da pavor porque en nuestros imaginarios esto significa parecernos a una mujer, que en lo simbólico despreciamos, entonces retrocedemos y retomamos esas formas de ser hombres tradicionales” añade Óscar.
Se pone en duda la hombría cuando se cuestiona la masculinidad; sin embargo, en el camino a la transformación es importante entender que así como “no se nace mujer”, tampoco “se nace hombre, se llega a serlo”, señaló uno de los espectadores de la transmisión, y es allí donde un valor como la hombría toma gran importancia.
Una invitación importante es a reconocer que “renunciar a la hombría no es perder, es ganar al dejar de lado acciones ligadas a la injusticia, a la inequidad, a la violencia en todas sus formas y no solo hacia ellas, sino hacia nosotros mismos”, manifestó otro espectador durante la conversación.
Esto va más allá de la cuarentena
“Todavía los hombres no asumimos los trabajos de cuidado como nuestra responsabilidad. Se asume que son trabajos que las mujeres desempeñan por ‘naturaleza’ y cuando los hombres los hacemos se mira que es desde ‘la ayuda’. Es más, se les ‘admira’ y valora más porque parece que fuera algo extraordinario”. Con ese comentario, Óscar nos lleva a pensar que no se trata sólo de asumir cambios en el comportamiento si se sigue teniendo interiorizada la idea de que los hombres son superiores, o que estas tareas no son importantes y no producen nada. Porque, al contrario, en el hogar se produce amor y cuidado y estos son aportes valiosos en el bienestar de una sociedad y también aportan a la economía.
Asumir los trabajos domésticos del hogar son un pequeño avance, puede ser poco si lo hacemos únicamente durante la cuarentena. Así que transformar la masculinidad “no se trata únicamente de asumir un rol o de realizar un trabajo de cuidado, sino de transformar las relaciones simbólicas y culturales que han definido la masculinidad, porque fácilmente, aunque el machismo se vista de delantal con escoba, machismo se queda; así que el cambio debe ser estructural y no de formas”, complementa otro de los asistentes.
Y cuando de cambios estructurales en la cultura se trata, es necesario apostarle a unas infancias distintas para niñas y niños: interpelar los juegos, transformar las relaciones de afecto y educar en el cuidado y el autocuidado. Para esta sociedad sigue siendo una tarea pendiente que los hogares puedan ser comprendidos como espacios íntimos y de protección, es ahí donde padres y madres pueden construir relaciones filiales de calidad y que privilegien el cuidado vital de todos sus miembros. Y, como señala Geovanni Celis, “como hombres debemos entender que el cuidado va más allá de un rol estático de proveer y creer que eso es suficiente”. ¡Estamos ante una tarea ardua y tenemos una gran oportunidad!