Cultura

Hacerse hombres para la guerra

Por 22 agosto, 2019 octubre 17th, 2019 Sin comentarios

Ilustración: Daniel Liev Tomada de https://pacifista.tv/notas/reclutamiento-guerra-colombia/

Algunas dinámicas de violencia del conflicto armado en Colombia, se han alimentado y sostenido por los rasgos culturales que llevan a preguntarse por la relación entre el uso de las armas, las formas tradicionales de masculinidad y la violencia en contextos históricos específicos.

Por Angie Carolina Cardona

Es bien conocida la frase de Simone de Beauvoir: «no se nace mujer, se llega a serlo», así mismo tampoco se nace hombre, se llega (o no) a serlo. En nuestra cultura, convertirse en «un verdadero hombre» requiere el desarrollo de una personalidad viril, valiente, fuerte y protectora que se inculca a lo largo de la vida con expresiones como «los niños no lloran, no seas nena, demuestra tu hombría» y con juguetes y caricaturas sobre súper héroes y batallas, que muestran los roles y los estereotipos con los que usualmente los hombres han construido una masculinidad tradicional, incluso desde sus primeros meses de vida.

En el ensayo No nacemos machos, Kali Halloway demuestra que por sesgos de género «padres y madres proyectan (sobre sus bebés niños) una especie de masculinidad innata que provoca diferencias en el cuidado con las bebés niñas, y por tanto atribuyen al niño una menor necesidad de confort, protección y afecto. El patrón de desatención de las necesidades emocionales de los bebés niños, se acompaña en la niñez de instruir tácitamente a los chicos a ignorar o minimizar sus deseos o emociones». En muchas ocasiones la incapacidad para reconocer miedos, tristezas o angustias, contribuye al estrés o a la depresión, lo que puede desencadenar en rabia o violencia.

Imágenes tomadas del ensayo No Nacemos Machos

Al respecto Felipe Giraldo Sánchez, integrante del Colectivo Masculinidades Sentipensantes expresa que «en los talleres que realizamos sobre masculinidades, los participantes hacen referencia constante a la etapa del colegio como una transición crucial en la formación de su masculinidad, por ejemplo el parche de amigos, la pandilla, o dinámicas grupales que funcionan como la policía del género: no se puede realizar una conducta que se salga de las expectativas de comportamiento masculino, porque se da el matoneo o la exclusión del grupo».

«Por otra parte, los participantes se refieren a menudo a sus experiencias amorosas ya que no saben cómo afrontar una tusa por la incapacidad para reconocer y gestionar sus emociones; en muchas ocasiones la falta de inteligencia emocional se relaciona con comportamientos violentos; de hecho el Observatorio de Feminicidios Colombia demuestra que según las estadísticas gran parte de los feminicidios se producen por la pareja hombre luego de un rompimiento amoroso o posterior a una escena de celos debido a esas emociones que no se saben encauzar», añade Felipe.

De acuerdo al contexto cultural donde se configura la subjetividad masculina y su relación con las dinámicas en el conflicto armado, Max Yuri Gil Ramírez, Coordinador Regional de la Comisión de la Verdad, señala que «la explicación al problema estructural del conflicto armado colombiano, requiere preguntarse por la cultura en la cual se desarrolló el conflicto, y esto implica el reconocimiento de los rasgos culturales que existían en la sociedad colombiana antes de la confrontación, que alimentaron su desarrollo y se reconfiguraron en el marco del conflicto interno. Ahí aparece con mucha fuerza el tema de las masculinidades y el tipo de masculinidad que se ha desarrollado en nuestro país».

En este sentido, la reflexión sobre los rasgos culturales en el desarrollo del conflicto, lleva a   preguntarse por el vínculo entre armas, formas tradicionales de masculinidad y violencia, en contextos históricos específicos. La antropóloga Kimberly Theidon en su investigación Reconstrucción de la masculinidad y reintegración de excombatientes en Colombia, señala que se ha dejado por fuera de los análisis y programas de reincorporación la dimensión de la masculinidad que se construye en contextos de guerra y que en buena medida explica la propensión de muchos jóvenes hombres, de determinados contextos sociales, por vincularse a grupos armados.

Adicional a los procesos de socialización mencionados anteriormente, es importante tener en cuenta que en los escenarios de conflicto en Colombia se vuelve común que las representaciones sobre la masculinidad estén asociadas a la virilidad que culturalmente otorgan las armas, al ejercicio de la violencia explícita y a formas de relacionamiento con la comunidad y con las mujeres a través de la agresividad, el control, la posesión y la autoridad. Este tipo de masculinidad se convierte en el referente deseable en contextos donde los jóvenes no cuentan con otros referentes de prestigio masculino que brinda el acceso a la educación, al trabajo legal o a una vivienda decente.

Imágenes tomadas del sitio web del colectivohombresymasculinidades.com

Román Alexis Huertas panelista en el encuentro Cultura y masculinidades no violentas realizado en el 2019 en Bogotá, expuso que el Estado en un escenario post acuerdo «debía hacer presencia institucional en los espacios que los grupos armados abandonaron, pero solo llevaron policías y ejército; sin embargo, las personas necesitan salud, vivienda, educación, trabajo. Con este tipo de ofertas los hombres tendrían la posibilidad de pensarse distinto a la realidad que están viviendo, pero ante la falta de opciones difícilmente se puede valorar una noción distinta de lo masculino».

Son tan dominantes esas formas de masculinidad militarizada que resistirse a ellas podría poner en riesgo la vida, porque como bien añade Román «un hombre que decide no portar armas, o no estar en la economía ilegal, va a estar en riesgo porque va a ser visto como el hombre débil o el palo en la rueda. Eso pasa cuando se confronta el modelo tradicional, se arriesga la vida en los territorios, y ni siquiera es que sea una apuesta de masculinidad alternativa sino que es no darle paso a una masculinidad guerrerista».

La construcción de ciertas formas de masculinidad no es un aspecto accidental del militarismo, sino que ha sido esencial para su mantenimiento. Sin embargo, en otros contextos en donde la guerra no es el panorama cotidiano, la masculinidad tradicional tiene patrones similares, si bien ya no con el uso de las armas, las expresiones de violencia desde golpear una pared por frustración, hasta las riñas callejeras o la violencia de género siguen siendo común denominador de las masculinidad hegemónica de muchas culturas, incluida la nuestra.

La poca capacidad para manejar sus emociones hace que muchos hombres generen comportamientos autolesivos como adicción al trabajo, alcoholismo, o abuso de sustancias, que suelen ser mecanismos mediante los cuales se enmascara la depresión u otros malestares emocionales. De acuerdo con cifras de Medicina Legal por cada mujer que se suicida, cinco hombres lo hacen y las tres principales causas son la depresión, el desamor y los problemas de pareja. Vemos así que la masculinidad tradicional es destructiva, reduce la esperanza de vida de los hombres y los hace más susceptibles de asesinar (cerca del 95% de homicidas en todo el mundo son hombres) y de ser asesinados, el 91,3% de las víctimas de homicidio en Colombia son hombres y esto tiene una vinculación directa con el narcotráfico y el conflicto armado.

Sin embargo desde hace algunos años, se han ido transformado de forma positiva las formas de ser hombres, las masculinidades se han hecho más variadas y humanas, por ejemplo en el marco del post acuerdo muchos hombres dejaron las armas y han logrado generar compromisos de convivencia con sus comunidades. Por otra parte, es frecuente que posterior a las dinámicas del conflicto, se presenten situaciones de violencia intrafamiliar como consecuencia de un efecto duradero de la militarización de la vida cotidiana y de la formación de la masculinidad militarizada, según lo explica Kiimberly Theidon en su investigación.

Debido a la complejidad del problema, de acuerdo con Max Yuri «la dimensión cultural es uno de los enfoques transversales para transformar las construcciones sociales sobre lo que significa ser hombre, la violencia que se ejerce y lo que la sociedad admira como cualidades positivas en un sujeto masculino». Es importante y urgente construir una masculinidad otra, alternativa, libre de opresión y violencia.

Varios grupos de hombres ya han iniciado el camino de reconocerse como hombres sensibles, cuidadores, comprometidos a un cambio y dispuestos a transformarse. Para conocer algunas de las experiencias de masculinidades alternativas, puedes hacer clic en:

Hombres que cuestionan hombres: 6 experiencias que lo demuestran
Masculinidades: ¿Qué hay de nuevo, viejo?

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