Por Cristina Hincapié Hurtado
Carolina Vivas Ferreira, dramaturga, investigadora y directora de Umbral Teatro nos acompañó en las tertulias Mujeres Confiar realizadas en el marco de la pasada Feria Internacional del Libro FILBO 2018. Con ella hablamos de su dramaturgia, de las mujeres de sus historias, de los horrores de la realidad y del arte como posibilidad de creación y transformación poética de la guerra.
Desde hace veintisiete años, Carolina Vivas Ferreira, escritora, dramaturga, investigadora, actriz y directora de teatro trabaja con un equipo que fue bautizado como Umbral Teatro, un grupo radicado en la ciudad de Bogotá, cuyas obras se caracterizan por sus dramaturgias propias, la investigación teatral y las poéticas que presentan las más crudas realidades de la guerra en Colombia y en el mundo de formas creativas y reflexivas.
Para Carolina, el teatro es un territorio de libertad; está hecho de sangre, carne y hueso y es una gran alternativa frente a este mundo inaprehensible que ocurre en las pantallas. Para ella el teatro es también un acontecimiento, supone la presencia de un otro, de sentido a sentido, sin intermediarios ni pantallas. Y el lugar del teatro y la creación es vital en un momento como el que vivimos en nuestro país.
Realidades horrendas
Ese teatro del que habla, el que escribe y el que dirige Carolina es un teatro de la realidad. Reflexionar sobre lo que nos pasa como colombianos para comprender y aprender de las «realidades horrendas» es una tarea que ella y su grupo se han impuesto. «Se puede narrar un país diferente, proponiendo miradas por fuera de la que propone el establecimiento, que es una mirada alienante, enceguecedora sobre nuestra historia», dice. Ver esas realidades terribles para transformarlas en el acto creativo, ir de lo horroroso a lo poético es un trabajo que se hace desde «lo que se sabe hacer y desde donde se puede hacer».
El encuentro con la realidad no es fácil, pero frente a eso que no se puede transformar, Carolina sugiere que, por lo menos, debemos tener claro que hay cosas inaceptables y obrar en nuestro entorno, por pequeño que este sea. Para ella, este mundo se representa y se transforma en las tablas. «Frente al horror del afuera el amor adentro, y la creación es un acto de amor. Ser un creador frente al depredador es una de las cosas que sí podemos hacer». Y aclara que todas las personas tenemos la capacidad de crear, no solo los artistas.
Las mujeres en el teatro de Carolina Vivas
«Yo siempre escribo la misma obra», afirma Carolina cuando le preguntan por su dramaturgia, pues para ella es tan incomprensible lo que pasa en la guerra que necesita seguir explorando este tema para tratar de entender esas realidades obscenas e indagar por los lenguajes que necesitamos para referirnos a ellas. Como grupo, Umbral Teatro ha dialogado con grandes dramaturgos y dramaturgas del mundo, pero han hecho también una dramaturgia nacional que se pregunta por asuntos que deben inquietar a los seres humanos en la actualidad y especialmente en un contexto como Colombia. «Para preguntarse por el presente no hay que pararse necesariamente en él, depende de por qué ventana mires el mundo», cuenta Carolina para hablar sobre los diferentes referentes que usan para la construcción de sus obras y cómo estas logran darle diferentes miradas a la realidad.
Entre estos montajes se encuentran obras como Cuando el zapatero remendón remienda sus zapatos, que relata algunos acontecimientos de la Guerra de los Mil Días a partir de la crónica y la poesía de la época, escrituras en las que ya «aparecían personajes femeninos desgarrados por la guerra, una pesadilla de la que no salimos». También las mujeres se ven en Gallina y el otro, una obra que se construye a partir de los testimonios de sobrevivientes de la masacre de Mapiripán y Puerto Alvira y en la que se narra un país desde las voces silenciadas, esas que no tienen un lugar en las narrativas que nos cuentan los medios.
Carolina afirma que los personajes femeninos de muchas de sus obras no son mujeres afortunadas, ni con finales felices —pues Colombia no tiene un final feliz—, y con un espíritu tan roto como el del país mismo, con «una realidad tan dolida, no se pueden hacer obras rosas que nos quiten parte de la responsabilidad de lo que pasa», por eso vuelve a recurrir a la importancia de la imagen obscena, esa que nos pone de frente la cruda y desgarradora realidad, pero que gracias al arte se transforma en acto creativo.