Por Cristina Hincapié Hurtado
Esmeralda Arboleda nació en Palmira, Valle, el 7 de enero de 1921. Fue una de las primeras mujeres en estudiar derecho en Colombia, graduándose de la Universidad del Cauca en 1944. Comenzó su carrera como abogada y siempre defendió los derechos de las mujeres, especialmente el derecho al voto. En 1958 Esmeralda fue la primera mujer senadora de la República en la historia de Colombia y su historia, contada por muy pocos, fue recopilada por la politóloga Patricia Pinzón de Lewin en un libro lanzado en el 2015: Esmeralda Arboleda. La mujer y la política.
“El feminismo colombiano no se ha hecho para derrocar a los varones, sino para formarlos, para trabajar con ellos y por ellos, para acompañarlos hombro a hombro, lo mismo en la brega de hacer un hogar, que de hacer una patria. En esa trayectoria la mujer colombiana aprovechará la igualdad de derechos felizmente lograda, no para ser contrincante del varón en el litigio por el poder, sino para ser colaboradora del hombre en la mejor obtención de los fines del poder, antes como hija, como esposa y como madre y ahora como hija, como esposa, como madre y como ciudadana”.
Esmeralda Arboleda, citada por Pinzón
Ser la primera en cualquier cosa pareciera que, para las mujeres, es sinónimo de problemas. La primera de la narración mitológica, Eva, no puede más con el peso de la culpa que se le ha recriminado por comer un fruto; de Lilit, ni hablar, olvidada y oscurecida por los juicios de haber tomado la decisión propia de salir del Edén; las primeras mujeres en ser reconocidas como poseedoras de conocimiento, quemadas en hogueras y tachadas de brujas; las primeras sufragistas, apedreadas por salir a las calles y exigir lo que les correspondía; las primeras escritoras, escondidas tras seudónimos de personajes masculinos; las primeras en querer separarse, en decidir ingresar a las universidades, las primeras en oponerse, las primeras en llegar a salones o auditorios llenos de hombres, miradas siempre con recelo, sorpresa y prejuicios por salirse de los ideales y los estereotipos que la cultura de los hombres les han creado a las mujeres sin su consentimiento.
Se requiere de valor, fortaleza y mucha determinación para ser una mujer pionera en cualquier ámbito, y mucho más en el escenario político. A las dificultades del camino, habrá que sumarle siempre el peso de las palabras que tratan de incapacitarnos. “Las mujeres no pueden, las mujeres no saben, eso no es para las mujeres”, frases que Esmeralda Arboleda, como muchas de nuestras vecinas, amigas, abuelas, madres y hermanas, han tenido que soportar. A Esmeralda, por ejemplo, intentaron hacerle creer que eso de estudiar no era para mujeres, sin embargo, el apoyo y la complicidad de Rosita, su madre, la mantuvo en pie para terminar la primaria y el bachillerato en los años 30 en Colombia. En su biografía, cuenta Patricia Pinzón, que no muy convencido de la asertividad de la decisión, su padre la inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca, y las buenas notas que siempre obtuvo Esmeralda reafirmaron que su lugar estaba ahí. En 1944 se convierte en la primera mujer abogada egresada de esta universidad, y en 1954 es una de las dos mujeres nombradas para la Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) por el gobierno del General Gustavo Rojas Pinilla, aunque en este cargo no está mucho tiempo, pues en 1955 es obligada a renunciar por su abierta y clara oposición al que se había convertido en un régimen autoritario. En 1958 y hasta 1961, Esmeralda fue la primera mujer senadora de la República en la historia de Colombia, miembro del partido liberal, y su nombre siempre aparecerá en la lista de las sufragistas colombianas.
En 1961 se convierte en la primer mujer Ministra de Comunicaciones del país, y en 1966 es elegida nuevamente senadora, esta vez por Bogotá. En el 67 es nombrada embajadora ante Austria, y después de vivir varios años en México, regresa al país para ejercer su último cargo público como directora regional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
La mujer y la política
Patricia Pinzón de Lewin es graduada en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Su tesis de pregrado se centró en el comportamiento político de las mujeres en Colombia, y si bien ha ejercido cargos como la coordinación del Observatorio de Derechos Humanos, su trabajo se ha centrado en la escritura, contando con varias publicaciones relacionadas con los partidos políticos en nuestro país, los procesos electorales y los comportamientos de los colombianos y las colombianas a la hora de elegir a nuestros representantes.
Desde su infancia en Bogotá, reconocía a Esmeralda, su vecina, una señora que, seguramente por lo que se decía y se sabía en el barrio, a Patricia le parecía única y excepcional. En las entrevistas que le han hecho, recuerda que siempre se dijo que “cuando fuera vieja y no tuviera mucho qué hacer, iba a escribir la historia de Esmeralda”, pero Sergio Uribe Arboleda, único hijo de Esmeralda y amigo de Patricia, la convenció de hacerlo más pronto de lo que estaba planeado.
La publicación de este libro es el resultado de una amplia y profunda investigación realizada por Patricia y apoyada por Sonia Cárdenas, buena amiga y trabajadora incansable, que acompañó a Esmeralda durante muchos años en sus viajes, trabajos y luchas. Y como muchas buenas biografías, logra no solo contarnos la historia de Esmeralda, sus esfuerzos y logros en los ámbitos que no estaban permitidos para las mujeres, sino que además nos permite acercarnos a la cultura y la historia de nuestro país en aquellos años en los que la participación política correspondía única y exclusivamente a los hombres, y pensarse a una mujer ejerciendo su derecho al voto, o siendo elegida como senadora, alcaldesa, gobernadora o presidente, iba más allá de una utopía.
Gracias a los archivos que durante años conservó Esmeralda sobre sus publicaciones, sus columnas, su paso por la televisión colombiana y los avances en temas de derechos y mujeres, el libro nos invita a recorrer su vida contada por ella misma; y a la vez, Patricia recoge testimonios de amigos y compañeros que no dudan ni un segundo en reconocer el valor y la importancia de recordar a esta gran mujer.
Un libro recomendado, un nombre para ser guardado en el corazón y en la memoria de nuestro país y una invitación a la reflexión sobre la participación política de las mujeres que poco avanza en Colombia, son regalos que hoy recogemos de Esmeralda, con la esperanza de que su lucha sea semilla e inspiración, para recordarnos a todas las mujeres del mundo que debemos estar ahí, justo donde nos han excluido, aunque debamos asumir las consecuencias de ser la primera mujer.