Cultura

El vestido de Blancanieves se ha teñido de rojo

Por 17 febrero, 2019 octubre 18th, 2019 Sin comentarios

Ante los padecimientos, prohibiciones, malestares y estados vergonzantes que son producto de una historia de tabú, de mitos y de desconocimiento alrededor de la menstruación, se crea el proyecto Princesas Menstruantes, una apuesta literaria que pretende acompañar e informar a las niñas que tienen su primera menstruación, para la construcción de la relación con su cuerpo y las vivencias menstruales futuras.

Columnista invitada: Carolina Ramírez Vásquez

En el fluir natural de la vida hay cosas que mudan, prejuicios que desaparecen y que dejan de ser, por ejemplo, sobre el divorcio, la adopción, la gestación –que antes era producto de la cigüeña–; estos y otros temas hace mucho tiempo dejaron de ser tabú y comenzaron a ocupar lugares comunes. A la par, cuestiones como las relaciones erótico afectivas entre parejas del mismo sexo comienzan a salir del closet. Sin embargo la menstruación, una situación por la que pasa la mitad de la población cada mes, sigue estando atrapada en la caja de los tabúes, cerrada y negada a la luz. Pero… ¿por qué si todo muda, la perspectiva, el estigma y la vergüenza frente al sangrado menstrual continúa manteniéndose igual?

Es importante recordar que desde la antigüedad se calificó a la menstruación como una cuestión contaminante, impura y sucia, y se le relegó a un lugar de esoterismo y misticismo. Susana Castellanos de Zubiría lo describe en su texto Diosas, brujas y vampiresas así: «la idea de que toda mujer era “impura” durante una vez al mes debido a un proceso que no puede ser controlado, suscitó muchos rumores supersticiosos y creencias inquietantes», y continúa diciendo que «en textos científicos que conforman el corpus hipocrático de la avanzada Grecia del siglo IV a. C., hacen referencia a la menstruación como una circunstancia peligrosa, contaminante y misteriosa».

Indudablemente, estas concepciones corresponden a una jugada más del patriarcado, para el cual resultamos muy útiles cuando nos desconectamos de la fuerza intrínseca que yace de la naturaleza animal y salvaje que nos habita como mujeres, siendo esta, otra forma de alejarnos de la capacidad de creer en nosotras mismas, aceptarnos y habitar plenamente nuestro cuerpo.

Así, poco a poco las mujeres vamos creciendo y aprendiendo la idea de que el cuerpo femenino implica padecimiento, sufrimiento, es como si algo estuviera mal en él, medio descompuesto, carente de armonía; creencias que, la mayoría de las veces, son inconscientes y alimentadas generosamente por la doctrina judeo-cristiana y que poco a poco, fracturan la vida de las mujeres convirtiéndose en una batalla contra sí mismas.

Es por esto que un día después de acompañar por varios años procesos psicoterapéuticos con mujeres basados en el reconocimiento de la ciclicidad femenina y la armonización, resignificación y sanación de las vivencias menstruales, decidí comenzar el proyecto literario y pedagógico Princesas Menstruantes; esto debido a que con todas las historias de menarca (primera menstruación) que había escuchado hasta este tiempo, tendría el insumo necesario para escribir una novela de terror. Y es entonces que se hace necesario mencionar que la forma como se vive esta experiencia, establece unas pautas en la relación con el cuerpo y con las vivencias menstruales futuras. Eugenia Tarzibachi, hace referencia al respecto en su texto de 1984, Cosas de Mujeres: «La vergüenza como estructura primaria de la experiencia vivida de las bio-mujeres encuentra una marca contundente con la primera menstruación, pero se extiende mucho más allá de la menstruación hasta generalizarse en un sentido de inferioridad del sujeto corpóreo femenino».

De manera que las narrativas que se han construido históricamente sobre el sangrado menstrual lo han presentado como una circunstancia abyecta y patológica, alimentando la creencia de un cuerpo defectuoso e inferior, haciendo común observar cómo las niñas parecen muy cómodas con su cuerpo hasta el momento de la menarca; la llegada de la primera menstruación, trae consigo padecimientos, prohibiciones, malestares y estados vergonzantes que son producto de una historia de tabú, mitos y desconocimiento.

Así, nos propusimos darle voz y lugar a la menstruación a través del cuento, los relatos y las herramientas didácticas que creamos desde el proyecto. El vestido de Blancanieves se ha teñido de rojo, fue el primer cuento infantil latinoamericano en atreverse a hablar del asunto; en él recreamos la primera menstruación de la princesa Blancanieves, un relato donde se conjuga la fantasía, la poesía, la fuerza femenina y la realidad: «El gran bosque encantado disfrutaba cada día la presencia de una linda niña que todas las tardes correteaba detrás de mariposas coloridas (…), pero llegó un tiempo en que Blancanieves comenzó a frecuentar menos el bosque. (…) el bosque se puso muy triste, ya no suspiraba, ya no sonreía, (…) al ver esto, Artemisa –la diosa de los bosques y de la fertilidad– envía una paloma mensajera para llamar a Blancanieves y le dice: a ti, hermosa niña, que pintaste los colores del bosque con tu risa, te entrego el más bello jardín, las mariposas y las flores en tu vientre (…). La niña sintió que entre sus piernas fluía una miel roja que endulzaba y nutría la tierra…».

Es tiempo de hablar de menstruación, de sacar el tema del baúl, de liberarlo del tabú, de ofrecer a las niñas una vivencia acompañada, amorosa, asertiva, informada; mi sobrina se lo merece, las hijas de mis amigas se lo merecen y todas las niñas del mundo merecen tener otras vivencias y así comenzar a escribir otras historias… unas más alegres y tranquilas que celebren el cuerpo y la vida.

Carolina Ramírez Vásquez nació en Segovia, Antioquia. Es psicóloga, terapeuta, educadora menstrual, especialista en Cultura de Paz.

La escritora, feminista y activista menstrual, es integrante del colectivo Artemisa de la ciudad de Medellín, facilitadora de Círculos de Mujeres, creadora del proyecto literario y pedagógico Princesas Menstruantes y autora de los libros El vestido de Blancanieves se ha teñido de rojo (2016), Jardines Mágicos (2017), El aquelarre de las princesas (2018) y el juego La aventura del óvulo (2018). Ha recorrido varios países latinoamericanos compartiendo prácticas de educación menstrual en escuelas y comunidades.

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