Cultura

El clóset, un espacio para transformar la producción y el consumo

Por 7 octubre, 2022 Sin comentarios

Por Juliana Serna Gallego

Decisiones que a primera vista son simples e inocuas —como comprar ropa para la oficina— podrían tener grandes impactos en el planeta. En la actualidad, el sector textil confección es uno de los sectores económicos que más contaminación genera, aportando el 8% de las emisiones de dióxido de carbono generadas en el mundo, lo que tiene implicaciones directas en la aceleración del cambio climático. El panorama resulta ser poco alentador, si se tiene en cuenta que cada año se consumen unos 70 millones de toneladas de ropa y se fabrican 80 mil millones de prendas nuevas, cifras que según organizaciones como Greenpeace se triplicarán para el 2050. 

El negocio de la moda es uno de los más importantes en el mundo, con complejidades logísticas, de comunicación, mercadeo y finanzas tan importantes como las de la industria de los combustibles fósiles. Se calcula que en Colombia el sector textil y de moda genera alrededor de 28 mil billones de pesos al año y emplea de forma directa e indirecta a unas 750 mil personas. 

Y del tamaño de su importancia son sus impactos negativos, pues se calcula que para la fabricación de una prenda de alta rotación de inventario y de consumo como un ‘jean’ se usan alrededor de 70 litros de agua para su proceso, a esto se suma una cantidad indeterminada de químicos para los procesos de teñido, lavado y desgaste que llegan a las fuentes hídricas. 

La mirada circular 

La economía circular es un modelo que plantea la necesidad de cambiar la manera en la que la industria se piensa los productos y servicios que hay en la actualidad, que tiene métodos lineales que no contemplan la disminución de la producción de basura o de los impactos negativos de otros niveles asociados a las diferentes cadenas de valor de los distintos sectores económicos, sin importar su naturaleza. 

Los modelos circulares, en cambio, plantean desde el inicio la necesidad de buscar una mejor integración con la naturaleza, protegiéndola y respetándola para poder sostener y asegurar las condiciones que generan la vida para estas generaciones y las que vendrán. Una de las consideraciones que tiene la economía circular es que hay que replantear los modelos de negocio y la manera en la que la generación de desechos no se considera como un asunto de importancia para las empresas. Es decir, la economía circular tiene una mirada distinta sobre la basura que se genera en el mundo y plantea que las organizaciones y empresas deben considerar modelos de negocio, gestión y producción diseñados para que los impactos negativos sean menores. 

La moda sostenible 

Durante los últimos 20 años asistimos a la aparición y desarrollo de un modelo de negocio y gestión dentro del sector textil confección que ha llamado la atención sobre su acelerado crecimiento: el fast fashion o moda rápida. Este concepto hace referencia a los grandes volúmenes de prendas producidos por la gran industria de la moda, en función de la necesidad inventada de innovación del armario personal, lo que incita a las personas a seguir las tendencias y comprar de manera frecuente. 

Este modelo de negocio fue desarrollado por el español Amancio Ortega, dueño de la empresa Inditex —que ha puesto en el mercado exitosas marcas como Zara, Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka y Stradivarius—. En la actualidad estas marcas presentan 52 colecciones anuales (¡una colección nueva a la semana!) y obtienen grandes rendimientos, como los generados en el primer trimestre del 2022 calculados en 760 millones de euros. 

Frente a este modelo de negocio muchos miembros del sistema moda y organizaciones ambientalistas han generado llamados de atención por sus impactos ambientales y sociales, casi siempre vinculados a la explotación laboral en países pobres y la transformación de la mirada de los consumidores que parecen no tener límites a la hora de comprar nuevas prendas y seguir las tendencias que imponen las grandes marcas. 

“La moda sostenible parte de saber que debemos dejar de producir tanta basura. Entendemos diferente sobre el diseño de los productos, los desechos y el consumo de las personas, sus necesidades. Hay una desaceleración en la búsqueda de las tendencias y lo que se pretende es que las personas tengan armarios con prendas básicas cuya durabilidad sea más amplia en el tiempo. Por ejemplo, que tengas una blusa blanca que te dure muchísimos años en vez de una que hay que renovar cada tres meses porque la axila se puso amarilla, esto pasa en prendas ricas en poliéster, una fibra plástica que es el principal insumo de las prendas de la moda rápida y que representa un gran problema porque no se puede reutilizar o reciclar. Es decir, una prenda hecha con poliéster es una prenda que se quedará en la tierra para siempre”, explica Catalina Moncada, experta en estrategias de comunicación para marcas de moda.

Procesos amigables con el planeta, fibras naturales, reparación de los productos y reuso de las prendas existentes son la nueva tendencia que comienza a expandirse tanto en los modelos de negocio de las marcas como en las búsquedas de quienes compran ropa. “Hay que tener en cuenta que, como todo sector productivo, la moda es una cadena, entonces la mirada para transformar tiene que ser amplia y contemplar no solo aspectos del producto, también de la logística y el transporte, por eso es que uno de los esfuerzos de la moda sostenible es la visibilización de la necesidad de comprar productos locales, que a su vez contemplen proveedores locales, así el impacto generado por el transporte es menor. Fuera de la cadena de producción es muy importante mirar las opciones que tenemos para reutilizar, en la moda circular es bastante importante la perspectiva de darle a las prendas el mayor tiempo de uso posible. Por eso comienzan a tener mayor importancia los trueques de ropa, las ventas de segunda y otras opciones en las que la gente tiene una mirada distinta de la forma en la que consume y cómo construye su fondo de armario, es decir, las prendas que se pone en su vida diaria para diferentes ocasiones”, asegura Catalina. 

Local, la nueva tendencia

Medellín y Bogotá son actualmente dos de las ciudades más importantes para el sector textil confección en América Latina. Según cifras de Inexmoda, en ellas se concentran la gran mayoría de las 6500 empresas colombianas que activan el sistema moda y que significan más de un millón de empleos, entre directos e indirectos. La mayoría de estas empresas cuentan con un modelo de producción lineal, pero cada vez son más frecuentes las apuestas que tienen como propósito satisfacer las demandas de consumidores que buscan prendas durables, que no responden tanto a las tendencias impuestas por las grandes marcas de moda rápida, si no que más bien están pensadas para acompañar a las personas por largo tiempo. 

Ese es el caso de Animalista, una marca que surgió en Medellín hace 13 años, con el objetivo de realizar zapatos y bolsos en los que no se usaran materiales de origen animal para su fabricación. “Usamos sintéticos de larga duración, sabemos que es un material plástico y por eso no hablamos de ser una marca de moda circular, pero sí pensamos constantemente cómo reducir el impacto y cómo podemos tener piezas o partes de productos o productos completos que tengan un origen más amigable con el planeta. Por ejemplo, las suelas son de caucho natural, que compramos a proveedores locales que trabajan con campesinos y campesinas que hacen parte de programas de sustitución de cultivos ilícitos. Cuando comenzamos a fabricar pantalones también quisimos tener una materia prima amigable y en la actualidad confeccionamos pantalones con lona que proviene de un proceso de recuperación de algodón”, explica Carolina Hoyos, líder de Animalista. 

Pensar un producto en el mundo de la moda, como en tantos otros sectores, implica pensar desde el diseño, pero también desde la producción y las tendencias de consumo que hay en la actualidad. Para Carolina tener un modelo de producción más lento ha sido un proceso que tiene que ver mucho con su visión de la vida: “cuando yo arranqué, hace 13 años, no tenía el modelo de producción que tengo hoy. Todo es un aprendizaje, pero luego de muchos aciertos y otros errores, descubrí que mi manera de hacer las cosas tiene que ver más con un proceso lento, con una oferta limitada, porque existe una demanda limitada. Claramente esto es una posición personal, que yo transfiero a lo que hago, es mi mirada del mundo. Yo no creo que tengamos que tener un par de zapatos para cada día, como plantea la pronta moda. Yo creo que debemos tener ropa y zapatos versátiles, que uses mucho, en distintas ocasiones. Este modelo de producción hace que nosotros no tengamos outlets porque nuestro modelo de producción controla el inventario según las curvas de demanda que tenemos a lo largo del año. Además, cada cierto tiempo hacemos una venta de unidades que tienen algún imperfecto. Nuestro reto es ser una marca que brinda información de moda en prendas básicas, es decir que no seguimos las tendencias de la pronta moda”. 

Las segundas oportunidades están de moda

“Usar ropa que otras personas ya han usado no es una práctica nueva. Es algo bastante común. En nuestras familias, por ejemplo, heredamos la ropa entre las hermanas y las primas. Comprar ropa de segunda es una especie de resignificación de esa costumbre y del acto mismo de comprar y consumir prendas de vestir”, explica Lina Marcela Moguea, propietaria de La Maga Tenderete, una tienda virtual de ropa de segunda en Instagram, que se caracteriza por selección de prendas y su particular manera de promocionarlas. “La Maga Tenderete comenzó como un proyecto personal en un momento de pausa laboral. Quería hacer algo que me retara creativamente, que se activara como una fuente de ingreso porque quería hacer una maestría y que, además, fuera algo a lo que no tuviera que dedicarme tiempo completo porque necesitaba el tiempo para otros proyectos laborales”. 

El mercado de ropa de segunda es eso: un mercado. Uno que ha crecido en Colombia un 450% durante los últimos cinco años (cifras diario La República) y que tiene una representación importante en ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali y Bucaramanga. “He descubierto un mercado bastante variado, las mujeres que visitan el perfil de instagram de La Maga Tenderete, están ubicadas en diferentes partes de Colombia, pero todas tienen un interés: problematizar el consumo de ropa y romper lo que está establecido, como estrenar”, comenta Lina Marcela. 

La Maga Tenderete tiene mucho más que ropa de segunda, tiene una posición frente al mundo, la sociedad, el capital y el consumo, que proviene y se alimenta de Lina Marcela y viceversa. “Cuando comencé con La Maga leía y escribía mucho sobre lo que debería ser y hacer con mi idea. Yo no tengo formación en negocios, entonces tenía que aprender todo lo que estuviera relacionado con eso. Dentro de las primeras cosas que hice fue escribir un horizonte político, algo parecido a lo que en las organizaciones se conoce como misión. Quería que este proyecto estuviera muy impregnado de lo que soy, de mi gusto por la literatura y de mi paso por la universidad pública, que considero muy transformador y que tiene que ver muchísimo con el significado que tiene en mi vida comprar ropa de segunda, porque yo primero comencé como compradora en la Universidad de Antioquia, en los tenderetes que ponían las compas de la U. Yo era monitora, tenía que hacer rendir el presupuesto mensual para los gastos personales y también me gustaba verme bien, con prendas que no todo el mundo tenía. Así fue que nació mi interés por la ropa de segunda que hoy me tiene dirigiendo este proyecto que se llama La Maga Tenderete en homenaje a La Maga de Cortázar y a los tenderetes de la universidad pública”, señala Lina. 

La Maga Tenderete no es un venta de ropa de segunda como tantas otras de los cientos de perfiles que existen en redes sociales como Instagram, una de las cosas que marca la diferencia es su horizonte político, en el que hay un constante llamado a la problematización del consumo y de las necesidades que nos llevan a querer comprar una prenda. Además, Lina Marcela tiene una mirada minuciosa sobre el origen de las prendas: “esta no es una tienda de ‘casi nuevo’ o ‘como nuevo’. Yo vendo ropa que consigo en pulgueros, en la Minorista, en otros puntos del centro de la ciudad. La ropa que he vendido nueva la he encontrado en esos sitios y tengo por política retirar siempre las etiqueta de los precios, no las de las prendas porque descubrí que a mis clientas sí les interesa saber qué marca es. Yo más que marcas vendo opciones, ropa que tiene una historia y que está dirigida a mujeres que quieren verse muy bien sin tener que invertir mucho dinero”. 

La crítica de Lina Marcela sobre las tiendas de segunda que venden ‘casi nuevo’ es porque la mayoría de las prendas no tienen más de tres usos y esto puede fortalecer todavía más la industria de la moda rápida, pues muchas personas están asumiendo que en los mercados de segunda hay una opción rápida para la ropa que ya no quieren ver en su closet luego de tres o cuatro usos continuos, que es lo que en promedio se usa una prenda en tendencia. Para Luz Lancheros, editora de la revista Nueva Mujer Colombia, la compra y venta de ropa de segunda tiene que tener siempre la mirada de alargar la vida de la prenda, de las segundas oportunidades, vigilando que no se caiga en el consumismo: “En el fast fashion no solo hay un problema de producción, también hay uno de consumo. En este caso, ropa para usar, tirar, revender. Lo que vemos, sobre todo en el norte global es que cada vez es más creciente el número de personas que compran ropa de segunda para una foto y luego la revenden. Esto es problemático porque sigue impulsando la fabricación de prendas y fortaleciendo esta industria rápida”, concluye. 

El clóset, ropero, armario guardarropa o como quiera que se le llame, guarda, además de ropa y zapatos, la posibilidad de contribuir a generar prácticas que son más amables con el planeta y quienes lo habitamos o, por el contrario, la posibilidad de seguir contribuyendo a cadenas de producción explotadoras, crueles y que aceleran el cambio climático. 

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