Cultura

Educación no sexista: una apuesta para derrumbar los estereotipos de género

Por Juliana Serna Gallego
Ilustración: Camila Tamayo

¿Te has puesto a pensar si el hecho de que las niñas lleven uniforme de falda y los niños de pantalón marca alguna diferencia en las oportunidades que cada uno tiene en la escuela? ¿Sabías que a la hora de hacer el aseo en el salón las niñas son las que más se disponen? ¿Te has preguntado de qué manera tratan en la escuela a quienes manifiestan no sentirse ni niños ni niñas? El 21 de junio es el Día de la Educación No Sexista y busca mantener estas preguntas en el centro de la reflexión de todos los actores involucrados con el proceso educativo.

La escuela es uno de los escenarios en los que se manifiestan  las tensiones sociales, pues esta tiene un papel protagónico en la formación y el cuidado de niños, niñas y jóvenes, según las costumbres, normas y leyes de cada sociedad. Es un escenario fundamental y retador porque en ella se reflejan los comportamientos sociales más determinantes y, al mismo tiempo, existe la posibilidad de la transformación cultural a todo nivel, de la mano de la enseñanza de nuevas perspectivas que se encargan de permear el mundo que rodea a quienes están estudiando.

“En la escuela se encuentran y reproducen los mismos fenómenos y rasgos culturales que hay fuera de ella. Entonces si vivimos en sociedades que son machistas, violentas con las mujeres y las diversidades sexuales y disidencias de género, esto también se reproduce en la escuela”, explica Laura Giraldo García, docente de bachillerato, feminista y experta en educación no sexista, quien nos acompañó a comprender este tema. 

Hablamos de estereotipos de género cuando nos referimos a las construcciones simbólicas que se realizan alrededor de lo que deben ser, hacer y sentir los hombres y las mujeres determinados por su sexo al nacer y resultan problemáticos porque se basan en la exclusión de alguno de los dos sexos para la asignación de una actividad. Por ejemplo, las labores de cuidado y el trabajo doméstico que por lo general son actividades sin remuneración realizadas en su mayoría por mujeres. 

La educación no sexista busca que en las experiencias que viven niños y niñas dentro y fuera de la escuela estén libres de estereotipos de género, permitiendo que las niñas, mujeres y personas trans dejen de ser víctimas de violencias o discriminación. Además, se construye la posibilidad de que niños y hombres jóvenes construyan masculinidades conscientes, por fuera de los modelos tradicionalmente impuestos. Un reto bastante grande en una sociedad conservadora como la colombiana.

“La escuela es muy compleja. Es un espacio de socialización en el que hay mucha diversidad, muchas personas que se encuentran y un lugar en el que se reproduce todo lo que pasa en la sociedad. Como las violencias simbólicas basadas en género, la discriminación por diferentes motivos. Una concepción binaria que separa constantemente la experiencia de los niños y las niñas”.

Muchas de las ideas que tenemos sobre el ambiente escolar tienen que ver con estereotipos de género: uniformes escolares (falda y pantalón), baños exclusivos para niños y niñas, las canchas para los jovencitos, los corredores para las jovencitas. La separación latente y equivocada que ha existido en la sociedad sobre cosas de mujeres  y cosas de hombres se mantiene en la escuela y permite que los estereotipos y roles de género se perpetúen. “Hay una cosa que me llama la atención: el aseo. En los colegios públicos, como en el que yo trabajo, se acostumbra que los estudiantes se queden al final de la jornada haciendo aseo a los salones. Yo no sé si en todas partes sea igual, pero he notado que se dividen por grupos y, por lo general, los varones de diferentes edades están incómodos con la asignación, mientras que las niñas y las jóvenes siempre están dispuestas”. Y con lo que cuenta Laura, es muy fácil corroborar cómo, incluso en las nuevas generaciones, sigue clara la división sexual del trabajo y la forma en la que se asumen el trabajo doméstico y las labores de cuidado. El aula escolar, entonces, también se convierte en un espacio para hacer preguntas y reivindicaciones sobre este tema.

Los roles o estereotipos de género en la educación afectan el desarrollo de los niños y niñas y sus futuros proyectos de vida, pues los imaginarios que se implantan desde las visiones tradicionales del género, limitan las posibilidades de pensarse en el mediano y largo plazo. La idea de que las niñas son buenas para unas materias y los niños para otras, el desarrollo de las relaciones interpersonales entre pares, las formas en las que se moldean sus voces y su participación, todo esto interfiere en la manera en la que se dibuja el futuro de un niño o una niña, y, como bien lo demuestran los datos, las desigualdades afectan de manera mayoritaria a las mujeres; sin embargo, es allí en la educación donde se forjan también las masculinidades que son violentas y patriarcales. La educación no sexista permite entonces desmontar estos imaginarios sociales mediante el trabajo con las comunidades académicas,  y aportar a asuntos estructurales como el cierre de brechas en temas de ciencia y tecnología que, según datos de organismos multilaterales como la ONU, tomaría alrededor de 150 años para resolverse. 

Retos y mirada de futuro 

Laura Giraldo, pensando en su propia experiencia escolar, se pregunta si antes, en los salones de bachillerato, era posible encontrar tanta diversidad: “en la actualidad, los niños y niñas manifiestan de manera más abierta sus intereses sexo afectivos por personas del mismo sexo y son cada vez más libres en sus expresiones de género. También es más común tener en las aulas de clase muchachos y muchachas trans y esto significa retos para los docentes, para el personal administrativo y directivo y también para las personas de servicios generales y vigilancia. Es decir, es un reto para toda la comunidad académica, porque debemos deconstruir comportamientos y emprender nuevas búsquedas institucionales que nos permitan el bienestar de todos los y las estudiantes”. 

La mirada de la educación no sexista busca transformar la mayor cantidad de componentes y relaciones en la escuela: desde proyectos educativos de aula hasta los proyectos institucionales más amplios; y esto, pasando por las relaciones entre estudiantes, docentes, directivas y personal administrativo y de servicios. Pero no se detiene dentro de los muros de las instituciones educativas, esta es una propuesta que desea llegar también a las familias y a otros espacios de socialización y cuidado de los niños y las niñas.

“Así como por fuera también pensamos en las luchas de las mujeres y de las diversidades sexuales y disidencias de género, eso debe ocurrir en la escuela y la posibilidad de hacernos esas preguntas ahora es algo muy bello. Yo trabajo en una institución educativa pública que va respondiendo a estas necesidades de transformación. Hay muchos procesos que ocurren de manera muy lenta y paulatina, lo hace con pequeñas acciones. Tengo la fortuna de trabajar en un colegio con una rectora y unas compañeras que se nombran feministas, que ven como algo natural la problematización de los roles de género y las preguntas sobre los lugares sociales de las mujeres, las diversidades sexuales y las disidencias de género y cómo podemos integrarlo a los currículos de las materias y las experiencias dentro y fuera del aula”. 

Dentro de los aspectos más importantes que contempla la educación no sexista en las instituciones educativas está la sensibilización de las comunidades académicas sobre el respeto y las garantías que deben tener los y las estudiantes que deciden realizar tránsitos de sexo, explorar sus expresiones de género o nombrarse como jóvenes lesbianas u homosexuales. “Es importante saber que siempre hay retos, por ello es necesario trabajar con docentes que, por su edad y trayectoria laboral, tienen interiorizados comportamientos machistas, y los tienen con nosotras, las compañeras, y también con las estudiantes; por ejemplo, a muchos les cuesta llamar a una estudiante que se nombra como mujer e insisten en usar su nombre de varón. Y todo esto pasa también con el personal de vigilancia. Entonces lo que debemos hacer en las instituciones es pensar que no solo tenemos que trabajar con docentes, administrativos y directivos, lo tenemos que hacer con toda la comunidad académica, las familia, los vecinos, las personas en las tiendas de los barrios, porque todos esos lugares son habitados por los niños, niñas y jóvenes que asisten a una institución educativa”, ese es el gran reto que  manifiesta esta docente. 

Y otra apuesta importante es la construcción de material pedagógico y académico que no esté diseñado desde los estereotipos de género y que permita a los y las estudiantes la oportunidad de representaciones de la sociedad construidas desde la igualdad, como libros de texto en los que se aprenda a leer con frases como mi mamá trabaja y mi papá me cuida. “Por ejemplo, hablando de educación básica, el momento en el que los y las niñas aprenden a leer y a escribir, necesitamos libros que cuando hablen de los papás lo hagan sobre papás que asumen las tareas domésticas y de mamás que están por fuera de la casa trabajando. También libros que representen la diversidad de la construcción de las familias. Eso es un desafío ahora porque las imágenes que tenemos están asociadas a los estereotipos de género, mujeres de delantal rosado limpiando y hombres de corbata azul trabajando en una oficina”, concluye Laura. 

La educación es un campo de combate cultural y no está exenta de ideologías, que mayoritariamente han sido conservadoras, sexistas, machistas y discriminatorias. Recordemos que no hace mucho tiempo se condenó públicamente la distribución de unas cartillas de educación sexual; “ideología de género” y “con mis hijos no te metas” han sido algunas de las expresiones con las cuales se ha intentado mantener la escuela como un escenario de reproducción de ciertas formas de ver y entender el mundo, las subjetividades y la libertad, cerrada a las transformaciones, la diversidad y las exploraciones. Es cierto que el mundo está cambiando y le corresponde a la escuela hacerse cargo de esos cambios, abrir sus ojos y abrir sus puertas, pensar en una educación para la libertad, para el amor y para la felicidad. 

Compartir:

Déjanos tu opinión