Por Cristina Hincapié Hurtado
Diana Rico Escobar nació en Medellín, y desde joven supo que quería trabajar en una entidad financiera. Ama la vida en los pueblos y hace doce años es la Directora de Agencia de Confiar en Andes, un municipio del Suroeste antioqueño, donde se ha hecho reconocida por contar ese cuentico llamado Confiar.
Diana Rico Escobar nació en Medellín. Tiene 47 años. Estudió Administración de Empresas en la Universidad de Medellín, donde también se especializó en Derecho Empresarial. Desde que ingresó a la Universidad quería trabajar en una entidad financiera y hoy sabe que ese deseo iba más allá, pues lo que realmente le apasiona es que a través de las finanzas puede acompañar a otros a hacer sus sueños realidad.
Hace doce años vive en el municipio de Andes, y hace siete comparte la tranquilidad de la vida en el campo con sus padres, a quienes se llevó para el pueblo en el que «encontró los afectos» después de haber vivido una separación. Dice que no tener hijos fue una decisión personal y de vida, aunque le encantan los niños y trabajar con ellos. Hace más de un año construyó con sus papás una casa, fruto del ahorro solidario entre los tres, una casa soñada, cerca a las montañas, con gallos que les recuerdan todos los días que empieza un nuevo día. Tiene un hermano, una sobrina y está esperando ser tía por segunda vez.
Cuenta que cuando llegó a Andes se encontró con un taller de pintura, uno de sus sueños «frustrados». A partir de ahí empezó a pintar, una actividad que la llena de pasión y plenitud. También colecciona libros de arte y de literatura infantil, le gusta leer, le encanta hacerlo en voz alta, y dice que su alter ego es Aurita López, una mujer a la que admira mucho y que la inspira a soñar en grabar un disco propio con cuentos narrados por ella, sueño que está dispuesta a cumplir en unos cinco o seis años.
Además del trabajo que realiza en Confiar está vinculada a varias actividades sociales del municipio, pues si bien el énfasis de la Cooperativa, como el de Diana, es financiero, el trabajo y el acompañamiento social le da otro sentido a su trabajo. Hace algunos años pertenece a Kiwanis, una organización internacional que nació en Detroit – Estados Unidos en 1915, y que se ha expandido en más de ochenta países y que, a través de voluntariados, sueña con la transformación del mundo. Esta organización tiene una sede en el municipio de Andes, y desde allí, Diana, con otras dieciséis mujeres recorren unas cinco o seis escuelas de las veredas aledañas al municipio para leer con las niñas y niños, escuchar a las madres y para llevarles cuentos e historias, entre los que se encuentran los libros publicados por la Editorial Confiar que Diana siempre lleva.
Además, y por si fuera poco, desde el año pasado la invitaron a ser parte de la junta directiva del asilo de Andes, uno de los ahorradores de Confiar. En este espacio habitan 33 ancianos, y ella, a través de la representación y labor que hace en la junta ayuda a buscar opciones para conseguir recursos y hacer que este espacio sea sostenible y pueda ofrecer bienestar y una vejez digna a quienes viven allí.
¿Quién es la que cuenta el cuento?
Diana salió de 23 años de la Universidad, siempre le gustó trabajar, y una muestra de esto es que a los 15 años fue instructora de aeróbicos, pero su sueño profesional estaba ligado a las entidades financieras. En esa época, cuenta, existían las jornadas adicionales, unos turnos que se hacían en horarios flexibles y que le permitían seguir estudiando y ayudarle a su papá a pagar la Universidad, pero a pesar de las hojas de vida que enviaba, nunca obtuvo uno de estos puestos. Un día vió un anuncio en el periódico en el que se informaba que una institución de ahorro y vivienda, Ahorramás, estaba buscando una empleada. Allí comenzó su crecimiento profesional, durante un tiempo fue la encargada de entregar las tarjetas débito y rápidamente pasó al cargo de analista de cartera, puesto que ocupó por cuatro años. Sin embargo, Diana seguía soñando, y sus aspiraciones iban más allá: quería ser directora de agencia. Por eso cuando una amiga le dijo que mandara la hoja de vida a Confiar, no lo pensó dos veces y en el año 1997 comenzó a ser parte del equipo de la Cooperativa. Hasta el año 2001 se desempeñó como Directora de la Agencia Castilla, pero para esa época, por la crisis de las cooperativas en Colombia, ella se retiró voluntariamente y se fue al Urabá antioqueño, donde estuvo un año trabajando con campesinos que producían y cultivaban palma africana, pero la experiencia no fue fácil, así que Diana decidió regresar a Medellín y volver a Confiar.
Habiendo regresado a la ciudad y a la Cooperativa, pidió que si aparecía una vacante en un pueblo, contaran con ella. Así que a los nueve meses la trasladaron para Andes, municipio que la recibió con la calidez que caracteriza a los habitantes de este pueblo y donde construyó su casa y encontró de nuevo el amor.
Actualmente Diana es la Directora de Agencia Confiar en Andes y sabe que en su trabajo la prioridad es la comunidad, de la que ella se siente parte importante y fuerza viva. Sabe además de la responsabilidad que esto conlleva, pues Confiar es un nombre muy importante para los andinos. De once entidades financieras con oficina en el municipio, Confiar se ubica en tercer puesto en uso y recordación, lo que representa un gran trabajo para Diana. Gracias al trabajo que ha hecho durante estos once años, hoy sabe que para la gente de Andes Confiar significa cultura, además es reconocida como la entidad social que ofrece a los ahorradores servicios distintos, es la aliada del agro y ha sido un aporte significativo a la dinámica económica del municipio.
Representar a Confiar va más allá de las metas financieras, y por eso Diana busca en sus recursos y en sus pasiones cómo transmitir el espíritu de la Cooperativa. Cada ocho días, por ejemplo, en la emisora municipal, ella aprovecha una pauta comercial que se paga en uno de los programas para hablar de la Cooperativa leyendo un cuento.
Con voz de locutora habla de las «píldoras informativas de Confiar, todos los viernes a las 9:30 a.m», píldoras que siempre empiezan con una historia. Este gesto, aparentemente sutil pero lleno de sentido, ha hecho que la gente del pueblo la conozca como «la que cuenta el cuento», lo que se ha convertido en una fuente de posicionamiento, pues los clientes y ahorradores llegan a las oficinas preguntando por la de los cuentos y pidiendo que les cuente uno.