Por Cristina Hincapié Hurtado
El cuerpo como primer territorio para el ejercicio de los derechos, la educación como herramienta para la reflexión de temas que han estado amparados bajo conceptos moralizantes, los retos para que los derechos beneficien a toda la ciudadanía, la necesidad de hacer veeduría sobre las políticas públicas y la posibilidad de hablar del goce y el disfrute, fueron algunos de los temas que se reflexionaron en el encuentro Conversando en Confianza del mes de mayo sobre salud sexual y reproductiva de las mujeres.
«Al fin y al cabo el cuerpo no es sólo un territorio físico, un nudo de venas y músculos, y piel estremecida y carne gozosa o adolorida. Asumir el cuerpo implica asumir conductas, decisiones, modos y actitudes que desafían el pasado, que enfrentan el presente, que le quitan al futuro su máscara de miedo y de impotencia. Una mujer que padece su cuerpo como propio, como suyo, rescatado de tantas y tan antiguas cenizas, ya no tiene miedo, ya no tiene derecho a tener miedo» Aura López
Con una activa participación de las mujeres asistentes se desarrolló el encuentro Conversando en Confianza, realizado por la Cooperativa Financiera Confiar, la Fundación Confiar y su proyecto Mujeres Confiar. En esta ocasión, y a propósito de la conmemoración que se lleva a cabo el 28 de mayo como el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, el tema fue la salud sexual y reproductiva. El encuentro, realizado el 15 de mayo de 2018 en la Casa de la Cultura y la Cooperación Confiar (ver conversatorio), se llevó a cabo con la presencia de Luz María Agudelo Suárez, médica, epidemióloga, docente e investigadora de la Universidad de Antioquia y la Universidad CES, fue secretaria de Salud de Medellín y directora seccional de Salud de Antioquia; Sara Yaneth Fernández Moreno, trabajadora social de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Estudios de Población y doctora en Ciencias en Salud Colectiva, docente, investigadora, activista, y actualmente está vinculada a la de la Universidad de Antioquia y Juliet Gómez Osorio, feminista, abogada especialista en Derecho Administrativo y Directora de la Colectiva Justicia Mujer, quien moderó la conversación.
A partir de preguntas e ideas sencillas pero profundas, se presentó el panorama moralizante bajo el que por años ha estado la salud sexual y reproductiva, se mostró el cambio que ha tenido el imaginario sobre temas como la maternidad y se abrió el horizonte hacia los retos que aún nos esperan. El encuentro generó un diálogo con las mujeres asistentes y con él preguntas, reflexiones y posturas críticas que exigen cada vez más una participación real y consciente para que las políticas públicas tengan cumplimiento.
Educación, ciudadanía y emancipación
La salud sexual y reproductiva, un tema «taquillero pero impopular», en palabras de Juliet Gómez, se ha presentado en nuestro país con mucha polémica. Según ella, cuando se habla en general de derechos, podría decirse que Estado, Iglesia y sociedad civil están de acuerdo en que hay que trabajar por fortalecerlos y garantizarlos, pero cuando ingresan a la discusión conceptos como autonomía, libertad o dignidad ejercidas en la sexualidad de las mujeres, el acuerdo cambia. Por fortuna, el feminismo o los feminismos han dado una fuerza revolucionaria a estos conceptos, y cada vez es más claro que «el primer territorio para el ejercicio de derechos que tiene el ser humano es el propio cuerpo», señala Juliet.
Durante siglos, la sexualidad y la reproducción estuvieron amparadas bajo conceptos morales y religiosos, y tuvo que pasar mucho tiempo para que fueran reconocidas como derechos. La decisión sobre la maternidad, el aborto, la información y el acceso a métodos de planificación, la atención digna a las mujeres en trabajo de parto, el cuidado y tratamiento de mujeres con VIH, el embarazo adolescente, la ablación, la trata de personas, la venta de virginidades, la atención a personas de la comunidad LGBTI, la prostitución y las violaciones a mujeres en medio del conflicto armado son algunas variables que deben considerarse a la hora de abordar estos derechos y que amplían y complejizan el tema. Lo que hay de fondo y que debe ponerse en primer plano para abrir el debate es la autonomía sobre el cuerpo, sumada a un acceso a educación oportuna y crítica, que fomente la conciencia de la ciudadanía y abogue por la emancipación de los cuerpos, aspectos vitales para caminar hacia el cumplimiento de estos derechos.
Para Luz María Agudelo, hoy tenemos la posibilidad de trabajar por un mundo con libertad y educación que le permita a las personas tomar decisiones libres sobre su cuerpo y su vida. Para ella, estos temas, además de haberse considerado por años como tabú, se han medicalizado y patologizado, cuando deberían hablarse desde el disfrute de las potencialidades del cuerpo, de la sexualidad y del encuentro con un otro en condiciones dignas y, sobre todo, con autonomía.
Por eso, dice Sara Fernández, parafraseando a Florence Thomas, una de las revoluciones más importantes de la modernidad es la píldora anticonceptiva, pues gracias a ella se pudo establecer la separación entre la sexualidad y la reproducción, permitiendo el placer y el disfrute de la sexualidad en las mujeres. A partir del ingreso de estos métodos anticonceptivos, muchas mujeres tienen la posibilidad de elegir y decidir cuándo, con quién, cómo, dónde y para qué tener hijos, aunque las brechas de información y acceso a programas de planificación todavía sea un reto. Reconocernos como seres sexuados que necesitamos del contacto a lo largo de la vida, y dejar de lado las creencias religiosas y moralizantes que coartan la satisfacción plena de estos derechos y la tranquilidad para hablar de ellos, deben ser los primeros pasos para discutirlos con seriedad y valor desde una perspectiva de ciudadanía.
Sin embargo, más allá de la educación, la salud sexual y reproductiva es un tema que debe entenderse relacionado con políticas públicas. En Colombia existen diversos proyectos de ley que dejan claro en el papel que esta se constituye como un derecho y que, como tal, todas las personas, sin importar su condición sexual, su sexo, raza o nivel socio económico, deben disfrutar a plenitud. Pero dadas las problemáticas reales que se presentan en nuestro país, las leyes dejan muchas preguntas sobre lo que ha sobrado y lo que ha faltado en estos procesos a la hora de presentar soluciones reales para la sociedad.
Si bien en ocasiones «el derecho crea cultura, también la cultura crea derechos», y estas son dos áreas de trabajo que no se pueden desligar. Durante muchos años, menciona Sara, existió en Colombia un «boom de las políticas», pues se consideraba una meta establecer acuerdos y leyes y se hicieron grandes luchas para conseguirlas. Sin embargo, hoy se ha dado un giro al respecto y se es cada vez más consciente de que las políticas no lo son todo. Buscar que seamos «querientes, no dolientes» de estas leyes, es el trabajo de la ciudadanía, pues es ella la llamada a exigir al Estado al cumplimiento de los derechos y a hacer seguimiento y control social para que la equidad sea una realidad. La continuidad, la constancia y la permanencia de proyectos que caminen hacia la defensa y la consecución de los derechos es vital, y los retrocesos que se pueden presentar no deberían perderse de vista. Es necesaria una ciudadanía activa, veedora de las leyes, así como una voluntad política y una confluencia de diferentes movimientos que estén dispuestos a ponerse de acuerdo sobre los aspectos fundamentales y que trabajen por un objetivo común: cerrar las brechas que afectan la posibilidad de garantizar a la sociedad el cumplimiento de estos derechos.
Cambios generacionales
Si los roles de género son construcciones sociales que se aprenden de la cultura a la que pertenecemos, por fortuna podemos desaprender algunas conductas y aprender unas nuevas. Hoy vemos cómo cada vez más hombres y mujeres deciden sus formas de vivir y cómo el deber ser se cuestiona constantemente. Los hombres quieren participar y acercarse a ámbitos que antes no se consideraban masculinos, las mujeres aprenden de las generaciones anteriores y en general hay mayor consciencia de lo que significa tener hijos. Sin embargo, los jóvenes no tienen espacios de conversación, se sienten apartados y juzgados por el sistema educativo y de salud y por esto es urgente generar diálogos en torno a estos temas, traer a los hombres a las conversaciones y escucharlos, porque ellos también están cansados de los mandatos culturales y necesitan acompañamiento para la reflexión de su papel, y cuestionar con las mujeres los mandatos sociales que, por siglos, las han cargado con roles que no están obligadas a cumplir.
Hacer acciones afirmativas del empoderamiento de la mujer y construir nuevos masculinos, acompañándolos en sus reflexiones sobre su identidad para salir de los roles estereotipados es un trabajo que debe hacerse con educación y especialmente con una consciencia del poder transformador de las mujeres, pues, «los mundos futuros tendrán que ser femeninos para construir un mundo nuevo», señala Luz María.