Cultura

¿Nacer con el cabello equivocado?

Por 9 junio, 2021 julio 3rd, 2021 Sin comentarios

Foto: Instagram Afrowoman y La Crespiña

 

 

Por: Alejandra Morales

Días antes de que  Milena Rivillas celebrara su primera comunión se encerró en el baño de su casa y con unas tijeras se cortó la abundante cabellera. Poco a poco, como resortes, comenzaron a caer los rizos al piso. Ese día había decidido que odiaría su cabello crespo.  “Cuando yo le pregunté a mis tías cómo me iban a peinar para la primera comunión, me dijeron que me iban a hacer los crespos bien divinos, bien abundantes, yo me imaginaba un árbol, un brócoli, una cosa gigante, y dije que no iba a permitir eso. Entonces ya cuando me trasquilé, mi prima que era estilista me pasó la plancha y me puso una coronita. Desde ahí dije que esa era la solución: la plancha”.

Y para millones de mujeres onduladas, crespas y afros en todo el mundo, esa se ha convertido en la solución más rápida y efectiva. Desde las planchas y secadoras hasta procedimientos químicos como la keratina y el aliser se han mostrado a estas mujeres como la respuesta para librarse del problema que supone nacer con un cabello indomable, rebelde y esponjado. Desde pequeñas han escuchado cómo sus amigos y familiares se refieren al suyo como ‘pelo malo’ o ‘maldito’ y ellas mismas han rechazado la idea de llevarlo así para el colegio, la universidad o el trabajo. 

El anhelo de Milena, y de muchas otras niñas, era llegar a los 15 años para poder alisarlo completamente y así acabar con el lío en su cabeza. Crecieron con la idea de que su cabello estaba ‘malo’ y la única forma de arreglarlo era controlándolo a través del alisamiento.

Lo mismo le sucedió a Yesenia Mosquera, una mujer nacida y criada en Medellín, hija de padres chocoanos, para quien su  cabello de textura afro, rizos ensortijados y apretados, siempre fue un problema.

“Yo me empecé a alisar el cabello como a los 16 años, mi infancia con mi pelo fue traumática, como para todas las niñas afro de mi época, no sabíamos manejarlo, nuestros padres tampoco, y eso era un encarte, prácticamente, porque no había forma de lavarlo de una manera que no sintiéramos tanto dolor, una forma de peinarla que no sufriéramos, entonces siempre rechazábamos todo ese momento de sufrimiento que teníamos en el momento del lavado y del peinado”. 

El ‘pelo malo’ a través de la historia

El rechazo social al cabello ondulado, rizado y afro es histórico. Esta idea proviene de la época de la Colonia, cuando mujeres y hombres provenientes de África, esclavizados, se veían en la obligación de cortar o esconder su cabello. Para las culturas africanas, el cabello tenía un sentido ceremonial y de estatus, pues los peinados eran distintivos de su región o su posición social, y la pérdida o modificación de estos se convertía en un agravio para su identidad y dignidad. No obstante, su textura tan particular era vista por las autoridades blancas como una especie de amenaza a la ‘moralidad pública’, pues los hombres europeos se sentían atraídos hacia él.

“Los amos se sentían atraídos por la forma del pelo afro de las mujeres y eso generaba celos en las blancas, pues erotizaba a las negras. Como sentían que su pelo llamaba demasiado la atención, las obligaron a usar turbante. Además, en esa situación de discriminación y esclavitud, no tenían tiempo de cuidar su pelo, entonces estaban enmarañados, enredados, con mal olor y eso daba la idea de que era propio de personas sucias y desordenadas”, explica Yesenia.

Sin embargo, aun en esas condiciones, el cabello de los hombres y mujeres esclavizadas se convirtió en una herramienta útil para ellos. En algunos territorios americanos las trenzas servían para trazar rutas de escape, mandar mensajes en código  y esconder provisiones. De esta forma, comunidades como las palenqueras, en Cartagena, lograron su insurrección de manera exitosa. Hoy, los peinados siguen teniendo un significado importante dentro de los pueblos afroamericanos, haciendo parte de su memoria histórica.

Pero no fue así para todos los negros y negras. En muchos casos, sus cabezas eran obligatoriamente rapadas o, incluso, sumergidas en una mezcla de agua caliente con soda cáustica que les alisaba el cabello pero les dejaba con graves quemaduras.

Con el tiempo las personas negras fueron buscando otras técnicas para evitar que se viera su ‘pelo malo’. Lubricante para motor, peinillas calientes y mezclas de manteca de cerdo, sebo y aceite de pescado fueron productos que se popularizaron en lugares como Brasil y Estados Unidos, para que hombres y mujeres pudieran seguir los blanqueados estereotipos de belleza que les habían impuesto. Finalmente los procedimientos químicos y la plancha llegaron en 1980.

Y llega la adolescencia

La industria de la moda y la belleza ha favorecido enormemente estos estereotipos de mujer ‘perfecta’ en la que el cabello liso y largo es protagonista. Así, jóvenes como Yesenia y Milena, durante su infancia y adolescencia, nunca vieron referentes que les permitieran entender que su cabello era tan normal como cualquier otro, que era un cabello con historia y con belleza.

En esa época a uno le decían ‘chorro de humo’, ‘peli maldita’, ‘churrusca’, e inventaban infinidad de cosas, y uno pasa a soportar un poquito eso hasta que llega el tema del amor, el niño que a uno le gusta, pero si a él le gustan más rubias, lisas, altas, flacas, ya se empieza a cuestionar todo, por qué tengo estas orejas así, la nariz, el pelo, y es una queja constante. Y la presión que ejercen todos los medios de comunicación de que hay que tener una supuesta perfección, entonces nos ponen a los hombres y mujeres a ser súper producidos, nos ponen en estándares muy altos, y son tan altos que nos frustran”, expresa Milena. 

Y al empezar la vida laboral, la situación no se hizo  más fácil. La presión por ser rechazadas en un trabajo hacía que la plancha y el secador fueran aún más imprescindibles en la vida de estas mujeres, y es que si bien ahora muchas cosas han cambiado en muchas empresas e industrias, aún permanece la percepción de que el cabello rizado es ‘poco profesional’, idea que va directamente relacionada con la herencia racista de nuestros antepasados.

“Sé de mujeres a las  que no les dieron el trabajo por ser crespas o que les da mucho susto si las contratan porque el día que vaya crespa las echan, y a mí me pasó algo así: yo trabajé en el departamento de ventas de una empresa y me decía  que no podía ir a venderle a un cliente así, porque no me iba a comprar solo por verme ese pelo. Fue algo que a mí se me repitió desde chiquita. En la primera comunión, ojo con el pelo; homenaje a la bandera, ojo con el pelo; vamos a hacer una coreografía, ojo con el pelo; yo me lancé a la personería en el colegio y el día de la elección, ojo con el pelo. El cabello siempre era el centro de atención para verme bien, nunca el argumento, la sabiduría, el conocimiento, o lo que yo pudiera ofrecer a los demás, sólo se veía el pelo”.

Hacer las paces con el espejo

Los años fueron pasando y ellas continuaban creyendo firmemente que la plancha, las extensiones y las keratinas eran la solución, porque pensaban que había un problema, pasaron de una cosa a otra durante más de diez años. Sin embargo, los abusos empezaron a generarles graves daños que terminarían por cambiarles la vida. A Yesenia, las extensiones empezaron a provocar pérdida de cabello y daño por tracción. Cuando quedó embarazada, a sus 32 años, como no podía realizarse ningún procedimiento, su cabello tuvo vía libre y empezó a crecer a su antojo, y después del nacimiento de su bebé se encontró con un dilema, pues no quería volver a lo que ella llamó la esclavitud del alisado. “Una amiga me recomendó un producto que vendían en Chocó, que alisaba el cabello pero no totalmente, y cuando me fui a buscar ese producto en YouTube encontré a una bloguera de Estados Unidos que estaba haciendo un tutorial sobre el cuidado del cabello afro, y yo me quedé muy sorprendida porque no sabía que existían formas de cuidar el cabello y técnicas para peinarlo”.

Como en una especie de epifanía, Yesenia comenzó una lucha interna que la llevó a pelearse, una vez más, con la mujer que había frente al espejo: “Después de terminar el video  tuve una conversación conmigo misma, con Dios y con mis ancestros, frente al espejo, donde yo me confronté y le cuestioné a Dios por qué me había hecho así, con este pelo maldito, porque me había dado doble maldición siendo negra y teniendo el pelo afro, y le decía ‘si usted todo lo hace perfecto, ¿aquí qué le pasó?’, entonces en medio de ese momento de enojo, sentía que en mi corazón él me decía que sí, que todo es perfecto y que mi cabello también lo era, y yo me miré en el espejo y empecé a llorar, estaba llorando súper conmovida porque siempre me había visto defectuosa, por mi pelo, mi color de piel, mi estatura, por todas partes. Fue como si me hubieran quitado una venda de los ojos y salí de ese lugar convencida de que quería dejarme mi cabello natural”. 

Algo similar le sucedió a Milena: después de veinte años de plancharse sufrió una caída extrema del cabello. “Llegó un punto en el que toqué fondo y me dije: no me voy a planchar más, entonces me rapé un lado de la cabeza para poderme tirar  el poquito pelo que me quedaba, y empecé ese proceso que nosotras llamamos transición, pasar de un punto a otro, del pelo liso y maltratado al cabello crespo natural pero bien cuidado, y ese punto pareciera sonar tan fácil, pero te lleva a un camino con astillas, a un desierto, porque eso no lo vive nadie más si no uno, es una rehabilitación para empezar a hacer las paces con el espejo”. Un día, mientras estaba en las redes, vio la noticia de la inauguración de un salón de belleza exclusivamente para rizos. “Me puse a llorar mucho porque yo decía que donde eso hubiera existido cuando yo era niña no hubiera odiado mi pelo, porque yo era un espécimen raro para la sociedad”.

Cambio de nombre

Con esta etapa de transformación se vendrían nuevos retos más, pues se enfrentaron al desconocimiento de peluqueras, vendedores de productos capilares y personas en general; además, para el momento en el que empezaron su transición, hace unos 7 años aproximadamente, la industria de productos para rizadas era muy incipiente, y los productos que ya estaban a la venta eran muy caros y difíciles de encontrar.

Tanto Milena como Yesenia  reconocen que este ha sido un camino bello que las ha llevado a cambiar el rumbo de sus vidas profesionales y les ha dado una nueva perspectiva acerca de la autoestima y los estereotipos de belleza.

A través de su proceso de transformación, Yesenia decidió cambiarse el nombre, ahora es más conocida como ‘Afrowoman’,  pues decidió enfocar su trabajo como peluquera para llevarlo totalmente a los rizos y ayudar a las personas a encontrar su camino para abrazar su identidad. Su trabajo, como su nombre lo indica, se enfoca en mujeres y hombres afro. “Para mí, mi pelo es reconciliación, es herencia, mi pelo me conecta con mis ancestros, con lo que yo soy, esto sale de mí, es lindo, es ensortijado, se encoge, y si me lo lavo es otra textura, es un mundo”, explica ‘Afrowoman’. 

Por su parte, Milena vio la creación de contenido como una catarsis y una forma de ayudar a los demás. Después de terminar su carrera de comunicación social estudió Belleza Avanzada, para ayudarle a la gente  con el ‘problemita del cabello crespo’. También decidió convertirse en La Crespiña, en honor a un apodo cariñoso que le puso su padre, y tiene una peluquería especializada para rizos en el oriente antioqueño, donde reside actualmente.

“La keratina no es mala, ni el secador ni la plancha, lo malo es esconderse detrás de ella. A veces uno se acompleja por lo que dicen los demás, pero hay que saber identificar de quién es el problema, porque  si es el problema del otro y yo lo convierto en mi problema, ya ahí, paila, si el problema de esa persona es que yo esté crespa, pues el otro es el que sufre, no yo, porque al fin y al cabo estoy viviendo mi ser, en mi integridad y mi plenitud como yo quiera”

El movimiento rizado ha tenido un auge en los últimos años, impulsado principalmente, por blogueras estadounidenses e inspirado, en gran medida, por el ‘método de la chica rizada’, o Curly Girl Method, desarrollado por la estilista Lorraine Massey, quien escribió un libro sobre el tema en 2011.  De esta forma, han ido llegando al país productos especializados para este tipo de cabello y que son asequibles para la mayoría de personas.

Hoy, hay una gran cantidad de mujeres de todas partes del mundo que desarrollan y publican contenido con el fin de resignificar el cabello ondulado, rizado y afro, desmintiendo la creencia de que es un estilo desordenado y poco profesional. Tal como Yesenia y Milena, muchas afirman que hacen esto para permitirles a mujeres y niñas sentirse identificadas y saber que no están solas con sus dudas e inseguridades. 

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