Mujeres de Confiar

Astrid Henao Rendón: Tejiendo el territorio

Por 19 mayo, 2019 octubre 18th, 2019 Sin comentarios

Astrid Henao Rendón es oriunda de Támesis, un pueblo del suroeste antioqueño que defiende con convicción y pasión, pues es considerado el segundo municipio del departamento más rico en agua, recurso vital que se ve en riesgo por las actividades mineras que se realizan en el Cinturón de Oro de Colombia donde también se encuentra ubicado el municipio. Para la Cooperativa Financiera Confiar es un orgullo que, una mujer tejedora y defensora del territorio, sea la nueva delegada que representa la agencia de Támesis.

Por Sandra Valoyes Villa

Astrid dice a secas que es mamá y tejedora, y realmente es una tejedora no sólo de piezas artesanales sino del territorio. Ella junto a su esposo administran una Casa-Hotel en la búsqueda de «emprender para estar en familia y pasar más tiempo juntos», lo que se traduce en defender el territorio que, como lo comenta Astrid, consiste en permanecer allí, «no vendiendo las tierras, emprendiendo y haciendo economía local, alternativa a la minería».

También hace parte del grupo de artesanos y artesanas Kapur Barrara, un nombre en lengua emberá que significa Hijos de las Hormigas, allí participan indígenas que han habitado ancestralmente el territorio y según Astrid hacen resistencia con «los tejidos, con la madera y otras cosas para mover la economía y para que la gente no se tenga que ir del municipio, porque entre más gente se vaya del pueblo es peor, se van a la ciudad a sufrir».

De alguna manera, su ser activa y propositiva, la han llevado a participar en movimientos políticos y ciudadanos, por lo que en 2018, la directora de la agencia de Támesis de Confiar le propuso que se postulara para ser delegada y siguiera tejiendo territorio: «Así fue como me motivé a participar y conseguí la mayor votación, por eso quedé como principal. Ahora estoy haciendo el diplomado en Ejercicios Políticos Cooperativos», recordó Astrid.

Aunque Astrid nunca ha trabajado en Confiar, dice que es una verdadera promotora, pues según su testimonio desde que se asoció en 2013, comenzó a conocer la Cooperativa Financiera Confiar: «Vi todo lo que hace, el Bazar de la Confianza, la navidad, la facilidad de los créditos. Ahora tengo la tarjeta de crédito y me parece super económica, entonces a todo el mundo le cuento, prácticamente me volví impulsadora de Confiar».

«El tejido es mi herencia»

A la edad de 12 años, Astrid se acercó a su abuela Yolanda para que le enseñara a tejer, en principio hizo bufandas y gorros para vender en su colegio y luego juntas hicieron de todo: «no sólo mis proyectos, también los de ella, como carpetas o vestidos para las niñas de la casa», dice Astrid.

Con el tejido venían las historias, pues el tejer se convertía en un compartir y como lo cuenta Astrid, a ella le gustaba estar cada vez más con su abuela para que le contara historias de sus «raíces, de la finca, de cómo creció y lo que ella hacía».

Su abuela Yolanda Mejía es un referente femenino muy importante para Astrid; tiene 84 años, se casó a los 21, en épocas donde se consideraba que era muy adulta para el matrimonio y «ya la había dejado el tren… me contó que primero se iba a casar con uno, pero no le gustaba, entonces resultó casándose con el que sí», de ese matrimonio tuvo 11 hijos, uno de ellos falleció pequeño y su esposo también se murió muy joven en un accidente, así que como lo expresa Astrid «le tocó solita levantar esos 10 hijos».

Los relatos de su abuela han transitado por los tiempos de la violencia entre liberales y conservadores: «me contaba que cuando los sacerdotes les preguntaban de qué partido eran y ellas decían que eran liberales no las confesaban», por la violencia su abuela fue desplazada desde Cali, con ese movimiento su familia llegó a Antioquia y ahí se sitúa el origen de Astrid en el municipio de Támesis.

«La lucha es dar mi opinión»

La participación política de las mujeres tiene muchos obstáculos, uno de ellos es la violencia simbólica que se ejerce contra las que se atreven a realizar este ejercicio indispensable en la sociedad, pero tradicionalmente masculinizado. Astrid, no ha sido la excepción, ella considera que dar su opinión es «muy duro, porque por ser mujer no te toman en cuenta» y eso hace que pocas mujeres quieran participar, entonces resulta siendo casi la única del pueblo que pone la voz, siendo esta su «lucha más fuerte» porque como ella lo dice «si propones y haces lo que quieres, terminas siendo señalada de cualquier forma».

A pesar de eso, Astrid está convencida que hay que seguir y por eso como ciudadana hace veeduría de proyectos que se desarrollan en su municipio, participa en el Comité por la Defensa del Territorio, CODEATE, organizando distintas acciones para impedir que el oro se lleve el agua, el líquido vital que también quiere defender desde los espacios que Confiar le permita desde su representación como delegada.

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