Por Cristina Hincapié Hurtado
En la primera parte de este especial dedicado a la salud femenina mencionamos qué se considera salud mental y cómo las mujeres, las niñas y los niños son las personas más vulnerables y expuestas a afectaciones mentales y emocionales que generan daños psicológicos. La guerra, esa realidad devastadora que no quiere irse del país, sigue encontrando en las mujeres potenciales víctimas, pero a la vez son ellas las sobrevivientes que lloran y cantan sus relatos.
En su libro La guerra no tiene rostro de mujer, la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich recoge testimonios de mujeres soviéticas que padecieron los horrores de la guerra, a la vez que relata cómo ella, desde niña, tuvo que enfrentarse a ese monstruo silencioso pero siempre presente en los juegos y las conversaciones infantiles. «No conocíamos el mundo sin guerra, el mundo de la guerra era el único cercano, y la gente de la guerra era la única que conocíamos. Hasta ahora no conozco otro mundo, ni a otra gente. ¿Acaso existieron alguna vez?», escribe. Además, recuerda que su infancia transcurrió en una aldea de mujeres, «no recuerdo voces masculinas. Lo tengo muy presente: la guerra la relatan las mujeres. Lloran. Su canto es como el llanto».
En Colombia también las mujeres lloran y cantan sus relatos. La guerra y la violencia son acontecimientos que dejan secuelas en las personas que tienen que afrontar estas situaciones que se salen de toda normalidad. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), en el marco del conflicto armado colombiano, existen 4.143.944 mujeres que han sufrido algún tipo de violencia o victimización: desplazamiento, feminicidios, amenazas, desaparición forzada, pérdida de bienes o inmuebles, víctimas de atentados, actos terroristas, combates y hostigamiento, víctimas por violencia sexual, son algunos de los tipos de violencia catalogados, y lamentablemente las cifras no dan cuenta de la realidad completa, pues muchas de ellas no se encuentran registradas y sus dolores siguen estando silenciados por el miedo y la muerte.
Los daños ocasionados por la guerra no solo afectan la psique individual de las víctimas directas, la sociedad entera se ve dañada por la ruptura de los vínculos, por la pérdida de los espacios y de quienes tienen liderazgo en las comunidades, se afectan las familias, las raíces y las funciones que cada quien cumple en la familia y la sociedad, y en medio del miedo en el que ellas están confinadas a mantenerse, se fuerza a las mujeres a olvidar su dolor para sobrevivir, a resistir y a rehacerse.
Después de más de cincuenta años de conflicto armado en Colombia, y con la promulgación de la Ley de Víctimas, el Ministerio de Salud tuvo que responsabilizarse de la salud mental de quienes han sido afectados por la guerra, por lo que se diseñó el Programa de Atención Psicosocial y de Salud Integral. Se le conoce como Papsivi (programa de atención psicosocial y salud integral a las víctimas) y se puso en marcha en septiembre de 2013 en las zonas más afectadas por la violencia. Pero estos esfuerzos no son suficientes; la acción y compromiso de la ciudadanía y de las organizaciones civiles han sido fundamentales para acompañar las voces de miles de mujeres que han compartido sus testimonios en los que se evidencian las múltiples afectaciones emocionales, sociales, económicas y políticas a las que se ven enfrentadas debido a las pérdidas ocasionadas por el conflicto armado.
A partir de una serie de estrategias de atención y reparación, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas trabaja en el fortalecimiento, posicionamiento y visibilización de los derechos de las mujeres víctimas, labor que se hace a partir de la reparación integral y colectiva, el acompañamiento psicosocial, el intercambio de saberes y la indemnización. Sin embargo, y a pesar de que en el en año 2011 la ley 1448 dictó «medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno» en Colombia, las garantías en salud mental no son las mejores y los daños son tan profundos que las consecuencias requieren estudio, análisis, investigación y sobretodo intervención desde diferentes puntos de vista. Además del trabajo estatal, son muchas las instituciones, los colectivos y las mujeres que se han unido para acompañarse y solidarizarse, tratando de reconstruir aquello que se mantiene fragmentado en el alma de quienes han vivido el horror de la guerra.
Resistir, resurgir, rehacerse
«Lo anormal no hay que buscarlo en el individuo sino en la sociedad en que vive. Si esto no se ve así se corre el riesgo de patologizar a la víctima».
Liz Arévalo Naranjo. Directora de la Fundación Vínculos.
Si la salud mental propende por el bienestar, es evidente que las condiciones sociales que han atravesado la historia del país rompen con suma facilidad este estado y han enfrentado a la población a una serie de experiencias potencialmente traumáticas.
Natalia Ruiz Bustamante es psicóloga, en su experiencia profesional se ha encontrado con realidades como la desaparición forzada. En el campo de la psicología social comunitaria ha desarrollado su enfoque: la salud mental en medio del conflicto armado con una perspectiva de género, donde trabaja para fortalecer el empoderamiento de las mujeres víctimas y las nuevas masculinidades en los territorios.
Actualmente trabaja en el equipo municipal de atención y reparación a víctimas de la Alcaldía de Medellín, un equipo que se encarga de la recepción y remisión de las personas que sufren un hecho victimizante asociado al desplazamiento forzado. Después de una valoración inicial de la situación, en la que se priorizan las necesidades de la persona afectada, se procede a realizar una intervención adecuada. Debido a la multiplicidad de hechos victimizantes, hay muchos procesos adicionales para realizar el acompañamiento, así como diferentes rutas que pueden ser activadas. La violencia hacia las mujeres en el marco del conflicto tiene una ruta diferencial que comienza con el acompañamiento psicosocial individual y familiar. Además de esta intervención en situaciones donde ya hay afectaciones, el trabajo de la Unidad de Víctimas también se enfoca en la prevención y especialmente en el fortalecimiento de la participación social de las mujeres, buscando que estas experiencias puedan no solo ser escuchadas, sino que además tengan incidencia en políticas públicas para que la atención y la no repetición se garanticen.
Una vez se recibe a una mujer víctima, una psicóloga la acompaña a realizar la declaración, se definen las vulneraciones y los puntos seguros para realizar la atención. La activación de redes familiares y sociales, retomar el proyecto de vida y fortalecer el empoderamiento y el emprendimiento son aspectos vitales que trascienden la atención psicológica y que permiten fomentar la resiliencia en las víctimas. Para Natalia, el aspecto de la autogestión es fundamental, pues «si no hay independencia económica, otros aspectos importantes se caen. Debido a la situación de exclusión generalizada a la que se ha expuesto históricamente a las mujeres, generalmente ellas dependen de un hombre económicamente, y cuando ellos no están, ellas tienen que hacerse responsables de sus hijos, por lo que resulta muy importante ayudarlas a salir de estos roles tradicionales». El fortalecimiento a proyectos productivos de mujeres víctimas, un trabajo que se hace en articulación con la Cruz Roja Internacional, quien ayuda a las mujeres en la creación de estos proyectos, se convierte en una estrategia para fomentar la autonomía económica.
El miedo, la pérdida de confianza en sí mismas, la autoagresión, la pérdida de la autoestima, el descuido de sí mismas, son algunas de las manifestaciones que más encuentra Natalia en las mujeres a las que acompaña, lo que la lleva a seguir creyendo que el auto agenciamiento es una necesidad fundamental y una posibilidad para lograr transformaciones que aporten al empoderamiento y a la independencia de las mujeres. «Es necesario romper estos esquemas y dejar de creer que ser mujer implica contar con un hombre proveedor».
En este mismo sentido, Claudia Yepes Celis, psicóloga que también hace parte del equipo municipal de atención a víctimas en el componente de reparación, ha visto cómo las mujeres presentan una afectación directa a su proyecto de vida, desesperanza, miedo. «Estas afectaciones psicosociales primarias se deben atender para evitar que las personas lleguen a tener un daño en su salud mental, pues cuando no hay una atención pronta, pueden agudizarse», explica. Según algunas investigaciones realizadas, estas afectaciones no atendidas en las víctimas del conflicto pueden convertirse en patologías como fobias, trastorno bipolar, depresión o estrés postraumático.
Claudia trabaja en la línea de delitos contra la integridad y la libertad sexual de las mujeres en el conflicto armado, su atención se centra en mujeres víctimas de violencia sexual por actores armados que llegan a la ciudad de Medellín. Para ella es muy importante que el acompañamiento sea integral: «se hace un acompañamiento psicosocial que tenga en cuenta el contexto de violencia y los factores emocionales, físicos, sociales y políticos». Y como Natalia, cree que la reconstrucción del proyecto de vida y la transformación de la situación victimizante se puede hacer a través del acceso de las mujeres a sus derechos, con participación política y organizativa, pues en las ciudades existen muchos grupos de mujeres que deciden agruparse para acompañarse, representar a las mujeres y exigir una atención cada vez más adecuada.
«Hay que entender además que la violencia contra la mujer es estructural, y que se agudiza en el marco del conflicto armado. Por eso este tema de prevención y atención debería tratarse como un problema de salud pública. Las mujeres por el hecho de haber sido ubicadas en un lugar más vulnerable son más atacadas por esta condición y en el marco de la guerra ellas deben cambiar radicalmente sus roles tradicionales: son abandonadas y deben dejar a los hijos para empezar a trabajar cuando en muchas ocasiones nunca lo han hecho», comenta.
La salud mental, además, es un derecho de difícil acceso. Claudia señala que «hay muchas barreras para obtener la atención requerida y las mujeres terminan desplazando cosas vitales como el cuidado de sí mismas o la expresión de su dolor porque se tiene que enfocar en resolver las necesidades básicas y no en sus afectaciones emocionales. El riesgo a ser victimizadas es otra de las condiciones que las pone en un lugar diferente al de los hombres en el conflicto». Para ella es muy importante que las mujeres sepan de la existencia de los programas de atención que hay en todo el país, que se sientan escuchadas y que conozcan sus derechos.
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Para conocer los testimonios de la guerra en Colombia y el análisis sobre las afectaciones en la salud mental de las víctimas con una perspectiva de género realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, puedes leer el Informe Basta Ya, realizado en el año 2013.
¿Cómo han afectado estos cincuenta años de guerra a las víctimas del conflicto en términos psicológicos? Esta fue la pregunta que guió el trabajo de un grupo de periodistas, quienes gracias a una beca Rosalynn Carter especializada en periodismo de salud mental, recorrieron durante un año varias localidades afectadas por el conflicto armado en el país. Con el apoyo y acompañamiento de algunas ONG y otras instituciones civiles que estaban realizando intervenciones psicológicas, antes de que el Gobierno hiciera alguna intervención, Silvia Camargo Abello, editora de vida moderna de la revista Semana y su equipo realizaron este informe que si bien no tiene un enfoque de género, muestra que «las mujeres aparecen al frente de los procesos sociales, son las que más hablan, las que lideran, son las más afectadas pero las que más piden ayuda y buscan exteriorizar y auxiliar a los demás, crean vínculos y círculos sociales para apoyar a los otros. Son las abanderadas del cuidado», resalta Silvia. Te invitamos a navegar el especial realizado por la Revista Semana sobre conflicto y salud mental.
Si conoces a una mujer que haya sido víctima del conflicto armado y que aún no conozca el Registro Único de Víctimas ni las leyes que la cobijan en estos casos, invítala a visitar la página de la Unidad de Víctimas, donde podrá encontrar una lista de los puntos de atención en las diferentes ciudades del país y acceder a las líneas de atención y los canales dispuestos por el Estado para realizar el acompañamiento requerido.