Por Cristina Hincapié Hurtado
En el siglo XIX escribir era una tarea de hombres. Las mujeres no solo no tenían una voz propia, sino que además eran perseguidas y señaladas por querer escribir y publicar sus textos. Sin embargo, mujeres como Soledad Acosta Kemble nos demuestran que la lucha por la igualdad ha estado siempre presente. Carolina Alzate Cadavid, quien ha dedicado su tiempo y su trabajo a rescatar las historias de mujeres olvidadas, nos invita a conocer a esta mujer, considerada la primera escritora colombiana.
Mujeres que escriben sobre mujeres
«Soledad fue una mujer rebelde, porque asumió la escritura como una profesión en un momento en el que las mujeres que escribían lo hacían como un acto íntimo, de esferas cerradas»
Carolina Alzate Cadavid
Cuando las mujeres escriben sobre mujeres y rescatan a aquellas olvidadas en la historia, se crea un vínculo particular entre ellas. Carolina Alzate Cadavid es docente del departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes, uno de los temas centrales de sus libros e investigaciones es Soledad Acosta, reconocida como la primera escritora colombiana y a quien conoció gracias a Monserrat Ordóñez quien había sido su profesora en la universidad.
Monserrat Ordoñez, otra gran mujer de las letras, nació en España pero tenía nacionalidad colombiana. Hizo parte de una generación de mujeres nacidas en la época en que los movimientos feministas estaban tomando fuerza, de aquellas que hicieron por primera vez doctorados en el país y que luego pudieron ejercer como docentes e investigadoras en las universidades. Precisamente su proyecto de investigación buscaba reconstruir la trayectoria de las mujeres escritoras de América Latina en el siglo XIX, pues hacía parte de un grupo de investigadoras que se preguntaban si era real eso de que las mujeres no habían escrito casi nada. Evidentemente encontraron que había una gran tradición de mujeres escritoras y de publicaciones que se desconocían. Y así llegaron a Soledad. Rápidamente Carolina se dio cuenta de la seriedad de su obra y de la envergadura de su proyecto literario, pues «es una mujer consciente del contexto literario y político de su siglo y que escribe con un amplio conocimiento de las herramientas y la tradición literaria y de lo que ella considera necesita la nación», explica.
Para Carolina «el romanticismo mostraba a las mujeres como las amadas de los escritores, las musas, las que se enfrentaba a duras enfermedades; en últimas, como aquellas que cumplían un ideal femenino de divinización, de debilidad y en la gran mayoría de casos son mujeres que no logran ser independientes ni dueñas de sus destinos. Pero Soledad, como las demás escritoras de la época, empieza a escribir muy consciente de esto, para pasar de ser musas a ser escritoras». No es lo mismo crecer leyendo solo La María, dice, que crecer leyendo a las mujeres que presenta en sus obras Soledad, personajes que muestran autonomía lograda a través de la educación.
Que las mujeres pudieran acceder a la educación era una de las luchas de la escritora, educación que, según ella, podía llevarlas a su vez a conseguir una autonomía económica y a consolidar un proyecto de vida. A ella le interesaba, además, que las mujeres hicieran parte de la construcción de la nación y consideraba que escribir novelas era tan importante como escribir historia, pues a través de los relatos las mujeres no solo tenían una voz propia, sino que además podían compartir sus visiones del mundo e invitar a la reflexión a sus lectores. Carolina, quien ha investigado a profundidad la obra de Soledad, sabe que su acción política se hizo a través de la literatura, el periodismo y la historia, «a pesar de la autocensura, muy común en las mujeres de la época, pues sabían que si se enfrentaban de manera muy radical contra el establecimiento se chocaban contra una pared».
Soledad Acosta Kemble, la primera escritora colombiana
Soledad Acosta Kemble, conocida como Soledad Acosta de Samper, nació en 1833 y murió en 1913, aunque todos aquellos que se han acercado a sus letras coinciden en pensar que no fue una mujer de su época. «Estudió, aunque fuera cosa de hombres. Escribió, aunque no fuera bien visto. Publicó, aunque la tildaran de bicho raro», dice un artículo del periódico El Colombiano que nos recuerda que el año 2013 fue designado por el Ministerio de Cultura como el año de esta gran figura de la literatura colombiana.
Durante muchos años, las mujeres impedidas por el imaginario hegemónico que las consideraba carentes de reflexión y de ciertas capacidades, como la escritura, tuvieron que esconder en armarios y baúles sus diarios, sus poemas y sus escritos, y aunque esta no fue nunca la opción de Soledad, nombres como Bertilda, Andina, Aldebarán, Renato y Orión, seudónimos usados por la escritora, sirvieron para ocultar la verdadera identidad de quien escribía.
Además de su diario personal, Soledad se dedica a escribir artículos que publica principalmente en la revista Biblioteca de Señoritas y en el periódico literario El Mosaico. Posteriormente, con su esposo, José María Samper, se trasladan por una temporada a Lima, donde José María dirige el diario El Comercio en el que funda el suplemento cultural La Revista Americana donde Soledad colabora activamente. En esta publicación, tiene a su cargo la Revista femenina, un espacio informativo que buscaba ir más allá de los tópicos tradicionales de la época, invitando a las mujeres a leer sobre arte, literatura y ciencia.
La Mujer
«En manos de la mujer está la suerte de las naciones»
Soledad Acosta
En el año 1878, después de regresar a Colombia, Soledad decide fundar ella misma una revista de mujeres para mujeres: La Mujer, lecturas para las familias, una impresión quincenal que, según expertos, se convirtió en la primera publicación colombiana editada y financiada enteramente por una mujer. En ella, una vez más, Soledad invitaba a las mujeres a escribir, a acercarse al maravilloso mundo de los relatos y los libros y a ver en otras una inspiración para ir más allá de los ideales de la época. En su sección Galería de mujeres virtuosas y notables presentaba biografías de Isabel de Francia, la marquesa de Lescure, Adrienne de La Fayette, Mary Montagu, Eugénie de Guérin, Sophie Swetchine, entre otras grandes representantes de la historia que a través de su trabajo social, político, artístico o religioso demostraban el poder de las mujeres para ser quienes deseaba ser.
En esta publicación, así como en sus novelas y diarios, Soledad, quien se destaca por darle a la mujer una voz propia a través de la escritura íntima y reflexiva, presenta también la imagen y el ideal de la mujer de la época, del que ella, por su profundo arraigo religioso, no se desprendía totalmente. Sin embargo, en sus relatos, cartas y artículos sobresale la necesidad de la educación para las mujeres, educación que las llevaría a la consecución de un trabajo y por ende a la verdadera libertad. Por eso sus personajes son mujeres lectoras, amantes de los libros y los relatos, pues para ella era vital invitar a «otras a afirmar la escritura como un camino para el reconocimiento de ellas mismas, de sus costumbres y de su patria», según un análisis realizado por Paola Andrea y Claudia Patricia Fonnegra Osorio, quienes argumentan, además, que en su obra Soledad afirma que «una mujer letrada tiene la capacidad de reflexionar sobre su vida, su cuerpo, su devenir histórico como protagonista de una nación en formación».
Además, nos invita al lanzamiento de Me he decidido a escribir todos los días. Una biografía de Soledad Acosta de Samper (1833-1913) escrita por Isabel Corpas y editada por el Instituto Caro y Cuervo. El evento se realizará el sábado 28 abril a las 10:00 a.m en la Sala Madre Josefa del Castillo en el marco de la Feria del Libro de Bogotá FILBO 2018.