Por Cristina Hincapié Hurtado
Entrevistas: Felipe Barrientos Velásquez
Fotografías: Jorge Escobar Álvarez
En el año 2016, el Departamento Nacional de Planeación (DNP), dijo que «la vida útil de los rellenos sanitarios de 321 municipios de Colombia se terminaría en cinco años». Al 2017, se estima que el país genera unos 12 millones de toneladas de basura al año y solo se recicla 17%. El trabajo que realizan los recicladores y las recicladoras de la ciudad es una tarea fundamental que ayuda al cuidado del planeta, y dignificar su oficio es una labor que hace la Cooperativa Recimed, donde las mujeres representan el 45% de personas asociadas.
Los niveles de contaminación de nuestros ríos, quebradas y mares crecen cada vez más, el aire de nuestras ciudades es cada vez menos respirable y nuestro insaciable deseo de consumir no es equiparable al manejo que le damos a los residuos. ¿Se ha preguntado qué pasa con la basura que se produce en su hogar, en su lugar de trabajo, en su barrio y en el país entero?
Después de ser depositados en canecas y bolsas, los residuos que generamos pueden estar llegando a manos de mujeres como María Dolores o Nelsi, quienes con su dedicada labor de recicladoras aportan, de una manera casi silenciosa, al cuidado del planeta, pues aunque parezca un poco complejo de asimilar a gran escala, gracias a su trabajo se talan menos árboles, se consume menos petróleo para hacer plástico y se reducen las basuras que tanto afectan a nuestra Tierra.
En Mujeres Confiar queremos hacer un reconocimiento a todas aquellas mujeres que con su trabajo transforman al mundo, y por eso resaltamos la labor de las recicladoras de la ciudad y el país a través de las mujeres de Recimed, una cooperativa que nace con la intención de hacer una labor social con valor ambiental.
Nelsi Polo Montero: «Si uno no trabaja con amor, no hace nada»
Nelsi Polo Montero
Nelsi tiene 34 años, es recicladora y vive en el Barrio Olaya en Medellín. Entra a las 8:00 a.m al edificio residencial en el que labora actualmente, pero llega a las 6:00 a.m porque le gusta mantener limpia«su oficina o su apartamento», como llama a su lugar de trabajo. Llegó a la ciudad hace once años, desplazada por la violencia en el Urabá Antioqueño, de donde tuvo que salir con su primer hijo en brazos. Ahora tiene 2 hijos. En Medellín, se dio cuenta rápidamente de la implacable verdad que viven la gran mayoría de los desplazados en nuestro país: la ciudad es un lugar donde las oportunidades de trabajo son precarias. Pero ella, con el entusiasmo que la caracteriza, vendió confites y trabajó en casas de familia, hasta que un día una amiga le propuso reciclar, y como en Urabá «eso no se veía», dice, le preguntó a su amiga ¿qué era eso?. «Ir con un costal por la calle, recogiendo las basuras», le respondió. Así que Nelsi, sin pensarlo mucho, aceptó. Y con el tiempo se dio cuenta que la labor de recicladora era mucho más que eso.
Está a punto de comenzar sus estudios en mercadeo y ventas gracias al apoyo que recibe en la cooperativa, a donde ha llevado también a sus cinco hermanas. Hace ocho años hace parte de Recimed, un lugar en el que encontró además del respeto y la dignificación de su trabajo, información sobre lo que hacen, capacitaciones sobre el cuidado del planeta y la posibilidad de estudiar y ayudar a las comunidades y a la Tierra. Siente que Recimed es su empresa porque, lo dice con orgullo, «la empresa es de todos». Pertenece al consejo y al comité social y participa de actividades en las que el material reciclable que consideramos basura, se transforma en productos útiles. Pertenecer a este espacio también le ha ayudado a Nelsi, a darse cuenta de que ella, como las demás mujeres de la cooperativa, son mujeres pujantes y que hacen las cosas con el corazón. Habla de su grupo de compañeras como mujeres unidas, que se ayudan y que aprenden todos los días cómo solucionar los problemas.
Mientras conversa, Nelsi deja claro que le encanta lo que hace, que es una recicladora de corazón y resalta su vocación diciendo que «si uno no trabaja con amor, no hace nada». Para ella, su labor es una opción de vida, y sabe que le hace un enorme favor al planeta que está tan contaminado. Cuando trabajaba recorriendo las calles de la ciudad no le daba pena decirle a la gente que no tirara basura, que aprendiera a reciclar, y esa vocación de maestra la sigue acompañando, pues en el barrio en el que vive ayuda a hacer jornadas para limpiar la quebrada La Iguaná, da charlas sobre manejo de residuos y a los habitantes del edificio donde trabaja les enseña cómo separar los residuos. El trabajo de concientización que deberíamos hacer sobre las basuras es para ella fundamental, incluso, y sobre todo, con responsabilidad del Estado y del gobierno.
Conoce de cerca la realidad que atraviesa nuestro planeta y sabe que debemos ayudarlo. «Ojalá todo fuera reciclable», dice, y su intención es seguir enseñando a la gente con su oficio, recordándonos e invitándonos a volver a esos gestos nobles con la Tierra, como sembrar árboles para respirar aire puro, aire que ella, se lamenta, solo respira en Necoclí cuando va a saludar a su mamá.
María Dolores Chaverra: «Lo que para muchos es basura, para nosotros son beneficios»
María Dolores Chaverra
María Dolores Chaverra tiene 39 años, vive en el barrio Popular nº1 y, como Nelsi, es recicladora. Cuando era pequeña llegó con su abuela a Medellín, desplazadas por la violencia, y en la ciudad se encontraron con el morro de Moravia, lugar que sirvió de botadero de basuras de la ciudad por más de 35 años. Sin embargo, su abuela, bastante visionaria, encontró ahí una oportunidad de empleo y comenzaron a reciclar. El respeto y el cuidado por el planeta, la necesidad de aprender a separar los residuos y el deseo de respirar un aire puro, son semillas que sembró la abuela en la familia, cuenta María, pues hoy su mamá, sus tíos y sus primos también son recicladores. Tiene cuatro hijos, dos de ellos casados; todos estudian, incluso ella, que está haciendo una técnica en sistemas en el SENA y próximamente se va a graduar como auxiliar administrativa en el CENSA.
Empezó esta labor a los 13 años, cuando decidió dejar sus estudios porque la realidad que vivía la llevó a preferir ayudarle a su mamá y a su abuela. Trabajó como recicladora, por primera vez, debajo de la estación San Antonio del Metro, cuando este ni siquiera existía. A los 16 años dejó de reciclar, hasta que tuvo que asumir la responsabilidad de ser madre soltera y retomó su labor.
A Recimed la conoció en una jornada en la que les contaron de qué se trataba y la invitaron a asociarse. Al principio fue un poco reacia a la idea porque ya había tenido una mala experiencia con otra organización y temía que le volviera a pasar lo mismo; pero la convencieron, y cuando se asoció y se enteró de La Escuelita de la cooperativa, no dudó ni un segundo en matricularse para terminar la primaria. Después recibió apoyo para cursar el bachillerato y, animada con el aprendizaje, decidió seguir haciendo las carreras técnicas. Estudiar y trabajar ha sido un esfuerzo grande y nada fácil, pero gracias al acompañamiento, la asesoría y la atención que ha recibido se dio cuenta que con sus cesantías podía cumplir esos sueños que en algún momento creyó que jamás iba a conseguir, como estudiar o tener su casa, pues gracias al programa de reforma de viviendas, su «ranchito», como lo llamaba, se transformó en un hogar digno para ella y sus hijos.
Dice que le hubiera gustado estudiar gestión ambiental, y si bien en este momento no puede hacerlo, está intentando que sus prácticas en sistemas estén relacionadas con el tema, que es el que más le apasiona. Esa pasión la comparte a través de charlas y capacitaciones sobre el manejo de residuos, en las que le enseña a otras personas a cuidar el planeta, a separar o a hacer compostaje para sus jardines y sabe que con su labor le aporta un granito de arena al planeta. Piensa mucho en sus hijos, en ella misma y en cómo ayudar a los demás, y esa solidaridad y el deseo de ayudar es una intención que comparte con sus compañeras de Recimed, pues dice que todas son mujeres luchadoras que trabajan por sus familias y por ellas mismas.
Con el mismo amor con el que hace su trabajo, María nos extiende una invitación: “Póngase en los zapatos del reciclador, es una persona, es un ser humano”. Con esto nos recuerda que cuando dejamos las basuras mejor separadas y organizadas, su trabajo, que no es para nada fácil, se hace un poco más sencillo, y que el cuidado de esta casa común nos corresponde a todos y a todas.
Recimed, una cooperativa con equidad de género
En el año 2006, y a partir del censo de recicladores en la ciudad, realizado en 2005, el Municipio de Medellín y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, promovieron la creación de una cooperativa que permitiera congregar a este gremio, buscando «desarrollar los procesos de mejoramiento de las condiciones de vida de los recicladores y el fortalecimiento de las cadenas productivas de reciclaje en la ciudad», comenta Leonardo Gómez, gerente administrativo de Recimed.
Dignificar este oficio y mejorar las condiciones laborales y personales de los recicladores y recicladoras de la ciudad ha sido una labor que ha marcado el horizonte de la cooperativa. A través de diferentes proyectos y apoyados por otras instituciones del sector público y privado, han logrado «establecer procesos que ayudan a disminuir la precariedad del oficio en acciones como el acceso real al material reciclable en sectores residenciales, comerciales y empresariales, la generación de valor o pre-transformación de materiales, la optimización de medios de transporte y, fundamentalmente, la visibilización social para el reconocimiento del reciclador de oficio como actor fundamental en la gestión integral de residuos sólidos», añade Leonardo.
Para la cooperativa, la participación de las mujeres en su conformación está asociada, principalmente, a las características socio-demográficas de la población recicladora. La participación activa de la mujeres en este oficio está ligada a los niveles de desempleo que se presentan en la ciudad y el país, a las responsabilidades económicas que cargan al ser mujeres cabezas de familia, y al porcentaje de personas que se dedican a este oficio y que pertenecen a la población víctima de desplazamiento de zonas rurales del departamento que llegan a la ciudad.
De los 710 asociados con los que cuenta hoy Recimed, 383 son mujeres, y su presencia es altamente favorable para el clima organizacional de la cooperativa, pues el ambiente que se genera en torno a ellas, su sensibilidad y la capacidad que tienen para resolver conflictos hace de la organización un espacio más familiar. El equipo de Recimed resalta de estas mujeres su apuesta por la calidad y la amabilidad en el servicio que ofrecen a sus clientes y aliados, lo que ha ayudado a dignificar el oficio. Además, en la cooperativa tienen el espacio para ejercer sus derechos como trabajadoras, participan activamente en los órganos de dirección y administración y aportan a los procesos de proyección, capacitación, educación y producción que les ofrece este espacio.