Por: Angie Palacio Sánchez
Nancy Álvarez Londoño tiene 37 años y lleva 12 formando jóvenes como bachilleres y líderes comunitarios. No concibe la democracia sin una educación que la haga posible. Fue una de las ponentes en el XXV Seminario maestras y maestros gestores de nuevos caminos.
La ‘profe Nancy’ trabaja para fortalecer procesos comunitarios desde dos corregimientos de Andes, suroeste antioqueño, donde ha logrado que jóvenes dirijan movimientos de mujeres, grupos de adultos mayores o procesos sociales y productivos como la construcción de un trapiche comunitario. Sabe que eso puede mejorar las condiciones de vida de las comunidades y de muchos jóvenes y lo sabe porque es su propia historia: en 1996, cuando tenía 16 años, la llegada de La Institución La Ceiba a Bellavista, su vereda, le dio otras posibilidades de vida.
Nancy no estudiaba porque no había instituciones dónde hacer el bachillerato, no tenía plata y en su comunidad no era raro que las mujeres se dedicaran a la casa. Así que todo estaba en el orden habitual de las cosas. Fueron unos cinco años sin estudiar hasta que, por un convenio con la alcaldía, La Ceiba llegó a tres veredas de Andes. La suya fue una de las elegidas. 45 jóvenes campesinos empezaron a soñar con otros mundos posibles.
A ella esos seis años le dieron la posibilidad de tener otros destinos como campesina y como mujer, aunque no fue fácil: sus padres tuvieron que mudarse a otra vereda faltando dos años para terminar el colegio. Ir a estudiar era cada vez más difícil. Otras veces se quedaba meses desescolarizada porque no se había renovado el contrato con la alcaldía. Pero Nancy esperaba con paciencia, no estaba dispuesta a dejar esto empezado y sabía que la perseverancia tenía que dar resultados. Al final, se graduaron dos de los 45, entre ellos Nancy. Unos se casaron, otros tuvieron hijos y otros se fueron a vivir a veredas muy lejanas.
El enfoque pedagógico de La Ceiba es el bienestar rural por medio del fortalecimiento de capacidades críticas y participativas para el desarrollo del trabajo comunitario. Por supuesto, esto desarrolló en Nancy capacidades de liderazgo. Fue personera del municipio y estuvo al frente de todo tipo de procesos en la comunidad. Su vida se dividía entre los estudios y las actividades culturales y sociales, lo que despertó en ella el interés por la docencia. Quería para otros jóvenes lo que ella había tenido. Y quería procesos continuados en su comunidad, a través de los nuevos líderes que podía formar.
Desde que estaba en octavo ya Nancy quería ser parte del grupo de profesores. Ella dice que su tutor durante todo el bachillerato fue en gran medida el responsable de que le entrara ese bichito, ese amor por la docencia que ya no la iba a dejar en paz. Él, siempre atento a que no fuera a tirar la toalla, la guió hasta 2003, el año del grado. Dos años después empezó a ser tutora y en 2013 se graduó como licenciada.
Integración comunitaria, una opción pedagógica para la participación
A esto le apuesta La Ceiba y es la convicción también de Nancy Álvarez. Compartimos esta entrevista para que sean sus propias palabras las que cuenten la historia del trabajo con jóvenes en las zonas rurales de Alto Cañaveral y Monteverde (Andes).
¿Cómo fue el cambio de alumna a tutora?
En ambas comunidades fui muy bien recibida. Creo que mi proceso, la experiencia de haber sido estudiante, hizo que lograra adaptarme y que mis estudiantes y la comunidad también lo hicieran. Y aparte de que la institución nos acogía como egresados, lo más significativo fue la formación que nos brindaron. A su proceso de capacitación debo casi todo mi ser como docente. Allí, lo más importante es la formación de sujetos críticos.
¿Cuál es la diferencia con un colegio promedio?
Orientamos procesos productivos y pedagógicos con proyección comunitaria. El plan de estudios apunta al desarrollo social con tres enfoques: el área de cultura, donde se abordan las materias de lenguaje y matemáticas; el área organizativa, en la cual generamos los procesos participativos y buscamos la articulación con diferentes organizaciones comunitarias para planear actividades en beneficio de toda la comunidad; y la línea de profundización, que es la de sistemas productivos, con enfoque en procesos agrícolas, aquí se abordan materias como ciencias naturales y tecnología agrícola.
¿Qué es la pedagogía de la integración comunitaria?
Para nosotros, la integración comunitaria como pedagogía para la participación es entender que la democracia se construye a partir de procesos participativos. Cuando la gente tiene la opción y la posibilidad de participar es posible construir juntos. Articulamos una propuesta educativa a una comunidad rural, entendemos que es desde los procesos que podemos hacer democracia y, en particular desde los procesos de educación. La pregunta guía es cómo sacamos desde el estudiante, la familia, la comunidad, las acciones y posibilidades de construcción de un territorio.
¿Esa es la formación de sujetos políticos?
Claro. Sujetos autónomos, participativos, con capacidad de incidir en lo público, en lo social. Por eso decimos que desde el hacer pedagógico es posible generar la democracia y no perdemos nunca de vista la relación recíproca entre educación y democracia.
En la cotidianidad de los jóvenes y de la comunidad, ¿en qué se traduce todo esto?
Vemos chicas y chicos que han logrado ser profesionales, que creyeron en la educación, y sobre todo, que muchos se convierten en líderes sociales, se gradúan y continúan esa línea de liderazgo. Muchos son de la junta de acción comunal. Hay una chica que conformó y lidera un grupo de mujeres en la vereda Monteverde. Esto surge de la posibilidad que se les da en décimo y once de elegir la línea social que quieren hacer. Nosotros sabemos que ese trabajo de los últimos dos años no es ir a limpiarles el escritorio a los profesores, sino que sea un trabajo social significativo que motive este tipo de proyectos de vida. Otro estudiante, por ejemplo, lidera el grupo de adultos mayores, que tampoco existía.
La institución, con los muchachos, organizó un grupo que se llama La comunidad, que es una escuela de formación campesina. De ahí ha surgido, por ejemplo, la construcción de un trapiche comunitario del que hacen parte un gran número de familias. También han surgido proyectos de energías renovables y otras ideas de este tipo para el bienestar comunitario.
¿Cuáles son los retos diarios?
Deserción, embarazo adolescente y drogadicción, que son relativamente pocos casos. Es frustrante ver a los que se nos quedan en el camino. La persistencia y la resiliencia que requiere el trabajo comunitario, porque las comunidades campesinas pueden ser muy resistentes a los cambios.
¿Y las gratificaciones diarias?
Ver jóvenes que aman su territorio. Esta propuesta educativa les ha permitido entender las relaciones que se dan en el entorno y cómo apropiarse de él: valorar la tierra, la cultura… Entonces encontramos jóvenes que dicen que no se quieren ir a la ciudad, cosa que no pasa frecuentemente y que es muy importante. Son jóvenes que defiendan con autonomía este territorio, su soberanía alimentaria y sus derechos
Estás cambiando un pedacito del mundo…
Pues… Soy feliz siendo docente. Me siento muy satisfecha de poder llegar a las comunidades a brindar un poco de lo que me brindaron a mí, de lo que he aprendido. Generar en otras mujeres jóvenes la posibilidad de sentirse autónomas y capaces de ejercer esa autonomía en la vida privada y en la sociedad me llena de alegría y me convence de que la formación tiene que ser permanente y de que tenemos que seguir en este camino, inventado nuevas acciones para fortalecer procesos con niños y jóvenes.