“El capital nos manipuló, el trabajo doméstico es una violencia sutil hacia las mujeres, el capital tenía que convencernos de que es natural, inevitable e incluso una actividad que te hace sentir plena, para así hacernos aceptar el trabajar sin obtener un salario” Silvia Federici
El “Cuidado” como concepto habla de las relaciones y acciones humanas necesarias para el bienestar de las personas y el entorno, y estas sostienen las condiciones para la vida misma.
Acompañar y garantizar el desarrollo de niñas y niños, personas con discapacidad o enfermedades crónicas y personas mayores que requieren apoyo, así como los oficios del hogar: cocinar, servir alimentos, la limpieza y mantenimiento de una casa, son trabajos de cuidado no remunerado, que históricamente han recaído de manera desproporcionada sobre las mujeres, imponiendo a estas la responsabilidad de sostener las sociedades, justificando el reconocimiento de estas labores en el amor y “eso que llaman amor, es trabajo no pago”, frase emblemática de Silvia Federici, activista feminista, quien desde los setenta ha luchado por un salario justo para las labores de cuidado y con quien inicio este texto.
Según las más recientes cifras de la ‘Encuesta nacional del uso del tiempo’ del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), “las mujeres dedican cuatro horas y media al día más que los hombres a tareas como el cuidado de infantes, limpieza del hogar y oficios de cocina” y según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se necesitan 209 años para cerrar la brecha de género en estas labores.
El Dane estima que el aporte económico de estas labores es de aproximadamente una quinta parte del producto interno bruto (PIB) colombiano. Aunque estas actividades no se contabilizan en las cuentas nacionales, si se tomarán como tal, su aporte sería de 230 billones de pesos.
Estos datos resultan de la Ley 1413 del 2010 “por medio de la cual se regula la inclusión de la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales con el objeto de medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país y como herramienta fundamental para la definición e implementación de políticas públicas”.
Pero además de arrojar datos, hoy se habla de la necesidad de que el cuidado sea un pilar de la protección social y las políticas públicas (ODS Objetivo 5 “reconocer y valorar el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social (…)” y más allá de esto, que existan sistemas de cuidados, o un modelo económico, político y social, pensado desde el cuidado de las vidas, algo como: todos somos responsables del bienestar de todos, desde que nacemos hasta que morimos.
Esto lo aborda de manera magistral Luisa García en su tesis de la Maestría de Estudios Políticos: “CUIdadanía, una posibilidad de reconstruir el cuidado como un acto político (…) que implica la paridad participativa, con el fin de que las sociedades sean más cuidadas, autónomas y democráticas”. En esta concluye que el cuidado existe donde existe la vida misma y poniendo la vida en el centro de la política, el cuidado es responsabilidad compartida por hombre y mujeres en todas las esferas de la sociedad, públicas y privadas.
Aún lejos, pero en una apuesta por consolidar sistemas de cuidado, lo más reciente que tenemos en Colombia es que en El PND 2022-2026 se establece “la creación de servicios de cuidado para personas que requieren y personas cuidadoras, reconoce el trabajo de cuidado no remunerado como actividad productiva y crea el fondo para la superación de las brechas que financiará iniciativas locales de cuidado.”
Pero esto no debe venir sólo desde el Estado, por ejemplo en La Cooperativa Confiar se generan estrategias y acciones para el cuidado colectivo, en El Bazar de la Confianza del pasado 14 de julio hubo zonas de cuidados de niños y niñas de las trabajadoras, zona de lactancia para que las madres pudieran amamantar a sus hijos en un lugar tranquilo y seguro y hubo una intervención en los baños para que fueran mixtos, pues hay factores como la anatomía del cuerpo, el tipo de ropa, la cantidad de baños disponibles y que las mujeres son quienes normalmente entran con los niños y niñas al baño, lo que toma más tiempo y genera largas filas. Esto es pensarse con responsabilidad por los y, sobre todo, las otras.
Constantemente como cooperativa se crean iniciativas que asumen la responsabilidad colectiva del cuidado con toda la comunidad de Confiar.
Las transformaciones sociales serán a través de la ciudadanía.