Es un hecho: muy pocas personas disfrutan hacer fila y cuando les gusta es porque hay una gratificación, algo a cambio. Y si bien orinar genera una sensación de tranquilidad y regocijo, no sales del baño con un premio por haber hecho la fila. Sin embargo, las mujeres debemos hacer filas, y muchas, para satisfacer esa necesidad básica.
Generalmente, los lugares públicos (eventos masivos, centros comerciales, entre otros) cuentan con el mismo número de sanitarios para hombres y mujeres; ‘eso es igualdad’, pensarán algunos, pero lo cierto es que hay múltiples razones por las cuales las mujeres nos tardamos hasta dos veces más en los baños –y no es precisamente porque chismoseamos más o porque nos tenemos que maquillar–, por lo tanto, es importante entender esas razones y propiciar condiciones para que el uso de baños por parte de mujeres sea más ágil.
En el Bazar de la Confianza 2023 hicimos el experimento a través de dos acciones: alquilamos un mayor número de baños portátiles para mujeres (y un poco menos para hombres) y habilitamos algunos baños de hombres como mixtos, con las unidades sanitarias debidamente señalizadas en sus puertas. Los resultados se vieron, las filas fluyeron más rápidamente y el ambiente fue de aceptación y respeto.
¿Pero por qué es tan importante pensar en los baños y las filas? Esta es una cuestión de derechos y de salud. En el siguiente audio te contamos las razones por las cuales nuestras filas son más largas y por qué trabajar para hacerlas más cortas y ágiles tiene que ver con nuestro bienestar.
Esto pasa aquí y allá
La escasez de baños para mujeres no se reduce solo a los eventos o lugares públicos. En las oficinas, por ejemplo, suele haber igual cantidad para ambos sexos, incluso en lugares en los que los equipos de trabajo son mayoritariamente femeninos. Y si por acá llueve, en países como Sudáfrica o India no escampa y la situación, además, empeora.
Caroline Criado Pérez, en su libro La mujer invisible, explica que “una de cada tres mujeres no tiene acceso a un aseo seguro” y narra el drama de la India, donde el 60% de la población no cuenta con servicios sanitarios, pero culturalmente no vemos con malos ojos que los hombres orinen en cualquier lugar, mientras que para las mujeres esto es logísticamente difícil y moralmente sancionado. “Las mujeres se levantan antes del amanecer y luego esperan durante horas a que anochezca para salir de nuevo en busca de un lugar relativamente privado para orinar o defecar”. Es decir, las mujeres no solo se arriesgan a infecciones causadas por las condiciones insalubres sino a enfermedades causadas por el aguante de todo un día sin hacer sus necesidades.
O nos cuenta también esta autora cómo en lugares como plazas de mercado o en general en el espacio público, las mujeres que se dedican a las ventas informales, se ven en situaciones similares: no encuentran baños suficientes, cercanos, limpios y gratuitos. Pasan jornadas extenuantes sin consumir líquidos para no tener necesidad de ir al baño, aumentando el riesgo de deshidratación y golpes de calor.
A lo anterior, se suman las condiciones de seguridad de los baños públicos, en muchos casos con puertas averiadas, con rotos o rendijas por los que las mujeres pueden ser observadas, o sin vigilancia suficiente incrementando las posibilidades de sufrir un abuso sexual. Nada fácil la tienen las mujeres más empobrecidas.
¿Los baños mixtos son la solución?
En este tema hay posturas diferenciadas. La misma Caroline nos cuenta en el libro una situación absurda: en un teatro que visitó dispusieron que todos los baños fueran mixtos, perdiendo de vista que lo orinales realmente no podían serlo y que lo que hicieron con esto fue ampliar la oferta para los hombres y disminuir la de las mujeres. Además, en algunos casos, la seguridad de las mujeres y las niñas genera una alerta para dicha solución. Y, por último, el aseo también puede ser un punto en contra… sí, los hombres todavía orinan la taza y salen como si de ellos no se tratara.
Así las cosas y después de nuestra experiencia en el Bazar de la Confianza, podemos corroborar que los baños mixtos sí son una opción siempre que cumplan con estas condiciones:
- Disponer siempre de más opciones para las mujeres que para los hombres, pues ya sabemos que nosotras nos tomamos dos veces más tiempo (razones explicadas en el audio) y que, en muchos casos, somos la población mayoritaria.
- Los baños que deben adaptarse para ser mixtos son los de hombres o nuevos baños, nunca disminuir los baños para mujeres. (A menos que estemos hablando de espacios mayoritaria o exclusivamente masculinos)
- En los baños mixtos se deben disponer unidades sanitarias exclusivas o preferenciales para las mujeres que estén debidamente marcadas.
- Siempre debemos acompañar esta acción de una estrategia pedagógica que incluya contenidos comunicativos y algún tipo de mediación que invite a las mujeres a hacer uso de los baños mixtos y a los hombres a respetar y cuidar el espacio.
- Se debe considerar un período de adaptabilidad en el que se deben reforzar el aseo y la seguridad en los baños mixtos.
Hemos aprendido que cuando las mujeres tienen más posibilidades de resolver sus necesidades básicas –desde orinar hasta alimentarse bien, descansar o atender su salud–, incrementa su bienestar y por lo tanto su autonomía.